Rafael Alonso, un legado que dignifica un oficio
Querido Teo:
Es una pena que para las nuevas generaciones pase desapercibida la envidiable generación de oro de actores del cine español, ya desaparecida en su gran mayoría, y que son un todo un orgullo que como país tendría que ser más reivindicado, cuidado y, además, enseñado. Y es que frente a la maestría de Fernando Fernán-Gómez, la polivalencia castiza de José Luis López Vázquez, la presencia de Paco Rabal, el entrañable Manuel Alexandre o un Alfredo Landa que acuñó él solo todo un género, existe un legado que han dejado grandes actores que no podemos dejar que quede perdido. Hay que poner en valor sus trabajos que, unos más alimenticios que otros, siempre presentaban el desparpajo, talento y entrega de unos actores que encadenaban películas con largas giras de teatro y que concebían su oficio como el de unos artesanos que ponían siempre en valor la pasión por su trabajo frente a un sector y una industria muchas veces cuestionada y siempre en crisis. Uno de esos actores era Rafael Alonso que tal día como hoy hubiera cumplido 100 años. Y es que la clave de su éxito fue que todo lo hizo bien, fuera más grande o pequeño su papel, con una precisión artesana, un carisma magnético y destilando una inusitada humanidad que hacía que fuera imposible no sentirse identificado con sus personajes y, además, terminar queriéndolos.