"Yo capitán"
La web oficial.
El argumento: Seydou y Moussa son dos jóvenes que abandonan Dakar para emprender camino a Europa. Una odisea contemporánea a través de los peligros del desierto, los horrores de los centros de detención en Libia y los peligros del mar.
Conviene ver: En “Yo capitán” Seydou (Seydou Sarr) y Moussa (Moustapha Fall) son dos primos senegaleses que huyen de su pueblo en busca de un futuro en Europa. A pesar de que vayan en busca de un lugar mejor el sitio del que parten no se nos presenta como derruido y mugriento sino mucho más colorista, familiar y festivo de lo que podría aparentar ya que Matteo Garrone no pretende hacer pornografía de la pobreza como otros directores y construye un potente drama sobre la inmigración pero con valor inspirador, didáctico y accesible que va a tiro hecho y que ni divaga ni pretende ser otra cosa que una aventura vital con un drama de telón de fondo sobre el que se puede hacer crítica de nuestro tiempo, y del papel de Occidente a la hora de afrontar la crisis de los refugiados, pero sin olvidarse de de entretener y emocionar al espectador.
Ambos chicos no parecen escapar del hambre, la falta del trabajo o el ser perseguidos por alguna etnia, ya que como bien le dice la madre de Seydou lo que mejor puede hacer éste para ayudarle es estar allí con ella cuidando de los suyos en lugar de abocarse a la posibilidad de una muerte en el desierto o en el océano. Una madre que no puede dejar de intuir lo que está a punto de pasar cuando pesa más la posibilidad (por muy difusa que sea) de que su hijo se deje cegar por un futuro mejor e ilusorio en el que se ve triunfando en el mundo de la música como estrella del rap y con los blancos pidiéndoles autógrafos en lugar de asumir su verdadera realidad.
Una cinta que respira vida y alma gracias al trabajo de su protagonista, el cual conmueve ante unas dificultades que afronta con resiliencia y sin desfallecer representando a un buen número de historias reales que se arriesgan ante un futuro incierto en el que lo más fácil es quedar descolgado por un sacacuartos que te deje en la cuneta, amedrentado por las mafias, o, aún peor, fenecer en el desierto asfixiado por la deshidratación o quedar engullido por las aguas como un gran cementerio en el que se hunden no sólo cuerpos sino también sueños de personas que intentaron irse a Europa con el fin de encontrar un destino y para dar a los que dejaban atrás un futuro merecedor de ser vivido.
Una cinta abordada con potencia visual y con pericia detrás de la cámara no huyendo del lado más descarnado pero sin regodearse y sí que matizándolo con la épica de la resistencia, la camaradería ante la adversidad y un onirismo más evocador que impostado aligerando el drama sobre un Sahara infinito y luminoso, tan hipnótico como desolador, así como un Mediterráneo cuyas olas golpeando la embarcación son tan angustiosas como mefistofélicas durante la travesía de ese chico cuya camisa del equipo de fútbol del Barcelona está raída y descolorida ante una cuenta atrás que hace cada vez sea más peligrosa la posibilidad de llegar a meta y, por una cuestión probabilística, acabar tropezando.
Matteo Garrone, consciente de su posición como italiano burgués ajeno a esta realidad, no peca de condescendiente o de maniqueo y no se pierde en veleidades de autor sabiendo impactar y conmover desde la honestidad y la sinceridad, apuntalando lo que rodea a estos primos de 16 años a través de las consecuencias físicas y psicológicas del viaje, dándoles identidad y dimensión y favoreciendo el reparador espíritu de solidaridad que se genera. Un flotador para no hundirse frente a la violencia y la extorsión de policías corruptos que piden dinero chantajeando con la cárcel con el fin de no revelar que la documentación que llevan está falsificada o mercachifles que trafican con las ilusiones de los necesitados prometiéndolos un viaje hacia Tripoli lejano de las comodidades prometidas y siendo abandonados a su suerte.
Un camino que lleva también a una cárcel no oficial en Libia organizada por una mafia que es utilizada para rescatar a los familiares de los que ahí están prisioneros y matar o vender como mano de obra barata a los reclusos sobrevivientes, la aparición de una mano amiga que como maestro albañil garantizará el pasaporte a Tripoli como pasarela a Europa, o incluso en el momento definitivo encomendándose a poco más que un adolescente una expedición por mar hacia las costas italianas aunque éste nunca haya navegado un barco y sólo se le dé la indicación de que tiene que ir en línea recta teniendo como únicos soportes en caso de contratiempo un equipo de comunicación rudimentario y ampararse a la fe y a la buena suerte ya que, si hay que confiar en Europa, ésta o bien no contesta (Malta) o mira a otro lado (Italia).
“Yo capitán” impacta, emociona y sabe sacar punta con una narración clásica y efectiva a un tema comprometido y complejo, sobre el cual hay mucho por hacer a pesar del poco interés de los que gobiernan, pero todo sin olvidar que estamos ante una película y que la manera de que tenga vida frente al público no es otra que conceder algunos guiños a Hollywood tal es el caso de las circunstancias fortuitas que llevan al reencuentro de los primos tras su abnegación sin desfallecer, la construcción de una fuente como salvoconducto para seguir el camino emprendido encontrando allí el joven una especie de figura paterna y protectora, o ese empeño del protagonista por, ante la responsabilidad de la misión encomendada en alta mar, no ser el causante de dejar a nadie atrás ni de tener que lidiar con ninguna muerte bajo su conciencia
La esperanza frente al horror, la fuerza de voluntad frente a asumir la derrota y la determinación narrativa frente a la alegoría reforzada que fundamenta una de las cintas menos ornamentadas y rebuscadas de Garrone y más cercanas y sencillas de cara al público potenciando la épica de la historia con un cine capaz de entretener, emocionar y hacer reflexionar tanto por sus imágenes como por la fuerza y rabia que encierra el film suponiendo un elemento para mostrar una realidad a la que se necesita dar voz y que, aunque esté bañada de cierta condescendencia y se adopten concesiones para hacerla más digerible, termina siendo una película con momentos de gran cine que se permite llegar al público y mantener su interés durante estos avatares en los que conocemos los peligros a los que se enfrentan tanto desde el punto de vista europeo para poder concienciar a los gobiernos como el africano para hacer consciente a esos jóvenes desesperanzados de los peligros que implica un viaje lleno de vicisitudes lejos de la imagen que se tiene de Europa en las redes sociales como si fuera la tierra prometida y sobre el que habitualmente no se había puesto el foco como tal al margen del terreno documental.
Por parte del director italiano no se escatima en reflejar la crudeza de esa carrera de obstáculos, sin renunciar también a una vertiente poética y emocional jugando con recursos fabulados, que llevará a que se termine dando el paso al no ser que la desesperación y cierta utopía se adueñe de la mente y motivaciones en uno de esos momentos en los que en forma de arrebato inconsciente se sabe que se tiene mucho más que ganar que perder aunque nunca sepamos cómo le irá a Seydou después del viaje en el caso de que llegue a meta y si él pensará, cuando pase un tiempo prudencial, si la travesía ha valido la pena, más cuando la Italia de Giorgia Meloni tiene que ser la que, en este caso, abra las puertas y dé soluciones a esa realidad perenne en los alrededores de las costas mediterráneas y que también acaba siendo continuamente aparcada.
Garrone al menos contribuye a poner voz, rostro y realismo a este viaje del héroe, con un formidable Seydou Sarr tanto en sus momentos de resiliencia determinada como vulnerabilidad devastadora y una dirección de fotografía magnífica, en el que, además de las dificultades de por sí, unos pretenden sacar negocio de la desesperación y otros se lavan las manos siendo ahora los que pueden hacer algo los que se sientan interpelados para intentar hacer algo contribuyendo el cine con películas como éstas a denunciar, abrir mentes y plantear debates sobre realidades tan conocidas como escondidas. Puede parecer ingenuo pero el cine al menos hace su papel de obligarnos a reflexionar sobre determinadas realidades y contribuir a hacer un mundo distinto con películas como ésta en la que la crudeza y la desolación no van reñidos con la épica y la esperanza aunque, en su desenlace, nos de la impresión de que otra película (no sin menos dificultades) está por comenzar y sea ahí cuando la tan ansiada Europa tenga que asumir el papel que quiera jugar ante este continuo drama.
Conviene saber: Mejor dirección en el Festival de Venecia 2023, Premio del Público a la mejor película europea en el Festival de San Sebastián 2023, 2 nominaciones en los premios del cine europeo 2023 y representante de Italia para el Oscar 2024 a la mejor película internacional.
La crítica le da un OCHO