"Un pequeño mundo"
La web oficial.
El argumento: Nora entra en primaria y poco después descubre el acoso que sufre su hermano mayor, Abel. Nora se debate entre la necesidad de integrarse y su hermano, que le pide que guarde silencio.
Conviene ver: “Un pequeño mundo” es uno de los descubrimientos europeos de la temporada haciendo emerger una interesante voz como la de la directora Laura Wandel que debuta en el cine con un trabajo sutil y sencillo pero tan sensible como hondo a la hora de mostrar las relaciones de poder y dominación que generan el acoso en el ámbito escolar. Una realidad, la del bullying, que sigue siendo ocultada bajo la alfombra de autoridades y políticos que siguen mirando hacia otro lado pensando que, quizá, eso no les da votos y que es algo más viejo que el hilo negro. Aún así como sociedad no tenemos que resignarnos a que un porcentaje determinado de críos vivan situaciones de este tipo en los centros escolares generando traumas y miedos en el menor de los casos y violencia social y suicidios en los casos más graves. Con un estilo de autor verista y natural, heredero de los hermanos Dardenne, la directora belga presenta a una niña que intentará adaptarse a la realidad de su escuela mientras se presenta ante sus ojos que su hermano mayor es víctima de acoso, debatiéndose (dentro de su entendimiento y la singularidad de la infancia) entre impregnarse de ese voto de silencio generalizado o realmente ayudar a su hermano en un escenario en el que la crueldad y el egoismo infantil y la pasividad y torpeza de los adultos aviva todo ello. Todo en el primer lugar en el que nos abrimos al mundo y en el que prima la necesidad de encajar y de ocupar un lugar de consideración para no caer del lado de los marginados en un escenario que no es más que una selva en la que cada uno intenta sobrevivir frente al ataque de los más fuertes.
“Un pequeño mundo” es una experiencia inmersiva y cotidiana en la que los personajes no miran a cámara y se sumergen en su burbuja, a ras de la altura de esa niña que descubre lo que está pasando, brillando en los detalles de mostrar los vaivenes emocionales en su integración siendo muy cuidadosa la planificación de cada escena a la hora de mostrarlo a través de los ojos de una niña que, frente a sus miedos y lloros iniciales, una vez que conoce la realidad de lo que está pasando entre los muros de ese patio de colegio se envalentona al saber que lo que sufre su hermano es algo mucho más importante que sus miedos por ir al colegio. La directora apuesta por mostrar, desde una edad en la que se es una esponja mientras se va forjando la identidad, la mirada del que observa, conoce y tiene que plantearse como actuar, más allá de la relación entre acosador y sometido. Un retrato sociológico en el que la directora explora las relaciones de poder en un patio de colegio, los intentos de integración y los diferentes roles que se llevan a cabo en un momento que no sólo definirá los juegos y el día a día en la vida escolar sino también el destino de uno, incluso en lo que será su madurez, en función de la posición jerárquica y de aceptación que ocupe con sus compañeros en ese escenario tan reconocible y de recuerdos ambivalentes para todos. Una niña que sólo es eso pero que, una vez ahí, entiende que impera la ley del más fuerte y que hay que cumplir unos códigos si se prefiere ser aceptado, planteándose incluso repudiar a su hermano para que no se cierna sobre ella también el rechazo, o levantar la voz en pro de los principios de uno cuando se ve una injusticia y el ataque al débil.
Estupendo el trabajo de los críos Maya Vanderbeque y Günter Duret, intuitivos y transmitiendo verdad en una cinta planteada más desde la mirada documental que la de la ficción. Una propuesta íntima y reveladora que favorece el debate y también conectar con las experiencias de cada uno, así como un daño que, quien más quien menos, ha visto, ha sufrido e, incluso, ha podido llegar a cometer forzado por las circunstancias en el que el prejuicio lleva a que una muestra de debilidad, ser un delator o tener un padre que no trabaja juega también su papel en el devenir de cada uno frente a la turba infantil manifestada en violencia o simplemente rechazo no invitando a una fiesta de cumpleaños. Algunos, muy acertadamente, señalan que ese patio de colegio termina erigiéndose como una cárcel, con sus prácticas, ritos y posiciones de poder, llevando incluso a mostrar esa violencia interiorizada, universal e, incluso, poco reconocible aunque sí que exista a la hora de tomar el pulso a lo que es la vida en sus interacciones sociales desde el momento de la infancia. Una película que golpea e impresiona por el desgarro de lo que cuenta y su mirada analítica y profunda, atrapando al espectador desde el primer momento, haciendo que nos preguntemos nuestra capacidad de reaccionar ante esa violencia que, en mayor o menor medida, nos condiciona y que convive a nuestro alrededor. No le hace falta más que una hora y cuarto para, de manera inteligente y certera, mostrar, conmover y reflexionar.
Conviene saber: Premio FIPRESCI de la sección Una cierta mirada del Festival de Cannes 2021 y representante de Bélgica para el Oscar 2022 a la mejor película internacional.
La crítica le da un SIETE