"Un nuevo mundo"
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El argumento: Con su vida personal eclipsada por las exigencias de su trabajo, un hombre llega a un punto de ruptura cuando su esposa abandona su matrimonio.
Conviene ver: El francés Stéphane Brizé vuelve a contar en “Un nuevo mundo” con su actor fetiche, Vincent Lindon, para hablar de un empresario que ha sacrificado su vida personal para entregarse en cuerpo y alma a su trabajo en una multinacional y que es abandonado por su esposa durante las negociaciones para evitar los recortes en una fábrica de París. “Un nuevo mundo” supone el cierre de su trilogía sobre el capitalismo tras “La ley del mercado” (que le proporcionó a Lindon el premio al mejor actor en el Festival de Cannes 2015) y “En guerra” (2018). Brizé convence con este trabajo sobre los jefes de empresas que se enfrentan a dilemas éticos y que se cuestionan sus compromisos tanto a nivel profesional como personal. Se aprovecha de un permeable Vincent Lindon que ha ido ganando como actor con los años gracias a su rotunda presencia y a esa bestialidad en la mirada, tan ruda como vulnerable, que le lleva a poder ser con igual brillantez un hombre en el paro, un trabajador reivindicativo frente a los recortes de la empresa o un ejecutivo encargado de ejecutar esos despidos.
“Un nuevo mundo” muestra los azotes de un sistema marcado por la frágil situación económica que lleva a que algunos se embolsen los bolsillos mientras sus empresas sangran y necesitan para su supervivencia prescindir de la parte más débil y necesaria, la de la mano de obra. Es por ello que destaca en esta ocasión el personaje enfundando en su traje y en su coche que lo tiene todo pero que está a punto de perderlo, tanto su honestidad en el trabajo (al verse obligado a hacer algo desagradable cómo es decidir de quién prescindir) como una familia aparentemente perfecta pero que sufre la falta de tiempo, dedicación y compromiso en un mundo en el que se practica más el vivir para trabajar que el trabajar para vivir. Un capitalismo voraz y el estrés que ello provoca que amenaza con arrasar todo a su paso debido a un trabajo exigente, especialmente la moralidad, la salud y la familia lo que lleva a que la película arranque con las negociaciones de un proceso de divorcio en el que se da la impresión de que ya es demasiado tarde para dar marcha atrás ante la incapacidad de reaccionar del hombre y el hartazgo de una mujer (estupenda Sandrine Kiberlain) harta de ser la segunda opción (después del trabajo) y la que se ha visto obligada a sacrificar sus aspiraciones para poder entregarse a la carrera y al éxito de su marido. Un neoliberalismo implacable que, de una u otra manera, acaba destrozando a todos física, psicológicamente y en espíritu ante el engaño de las promesas fallidas, un mercado desequilibrado en el que siempre pagan los mismos y el hecho de acatar las órdenes y estar dispuesto a todo con tal de mantener ese estatus en el que, a pesar de las apariencias, hasta el más alto ejecutivo (teniendo siempre alguien por encima de él) no es más que un hámster en su rueda.
Conviene saber: A competición en el Festival de Venecia 2021.
La crítica le da un SIETE