"Tori y Lokita"
La web oficial.
El argumento: En la Bélgica actual, un niño y una chica adolescente que llegaron solos de África enfrentan su invencible amistad contra las difíciles condiciones de su exilio.
Conviene ver: “Tori y Lokita” se adentra en el drama de la inmigración africana a partir de la llegada a Bélgica, supervivientes de un Mediterráneo que ejerce de tumba como cruel filtro de selección natural, de dos hermanos por afinidad y necesidad que han creado su propia alianza frente a las condiciones que se les presentan, una adolescente a la que no hay manera que le den los papeles, condenada a malvivir como una paria por ella, y un crío despierto que al menos ha podido entrar con la condición de refugiado. El mensaje de los Dardenne es siempre pertinente, también forzado en su preocupación por las diferencias sociales, pero siendo los únicos que junto a Ken Loach han antepuesto el mensaje de sus películas y su mirada del mundo que nos rodea a cualquier veleidad de autor. Una inclinación hacia que el mensaje sea la voz y que el director quede en un segundo plano siendo lo importante que mundo se digne a abrir los ojos de una realidad que convive con nosotros pero a la que no se hace caso, en este caso la de los menores acompañados dejados a su suerte por una Europa inoperante a la hora de poder encontrar una solución.
Nadie encontrará en esta película nada distinto a lo que los hermanos belgas han pulido título a título, subrayando un estilo de cámara en mano, rostros pegados a la pantalla y planos secuencia que bebe mucho del neorrealismo italiano, siendo el arma secreta el trabajo con los actores, tan minuciosamente preparado como espontáneo en su vuelco en la historia. Es lo que vuelve a ocurrir con el desempeño de Pablo Schils y Joely Mbundu, los cuales contienen la emoción, generan empatía y también nos llevan por terrenos sórdidos en los que el racismo, la violencia, las drogas, las mafias y la precariedad laboral emergen creando tensión y claustrofobia y minando tímidos brotes de solidaridad y, por qué no decirlo, la suerte esquiva que pueda aparecer cual brisa de vientos tímidos de buena ventura. Una relación que arrebata por lo bien contada que está y por la entrega de sus intérpretes que ponen mucho de viaje personal y que conmueven con esa dependencia que han generado o con esa canción que una vez les enseñó una mujer italiana y que les hace saber cuándo la cantan que nada podrá salir mal ya que están juntos. Una historia con la que los Dardenne intentan frente a discursos de odio poner en valor a estas historias teñidas de prejuicio o del hartazgo de los que prefieren mirar a otro lado. Aun repitiendo su fórmula, es complicado no caer desarmado ante el magnetismo, verismo y humanidad de una historia que aquí sobresale por su contención, concreción y el hecho de tener la baza de ser aupada por su honestidad y el carisma de sus intérpretes.
“Tori y Lokita” no cuenta nada nuevo ni llamativo pero la concentrada duración del cine de los Dardenne (89 minutos en esta ocasión) favorece que sus películas vayan al grano y el núcleo emocional de la historia no se disperse en alardes visuales o subtramas secundarias. Todo sin efectismos, voces en off o flashbacks, la pura realidad con escenarios naturalistas y actores no profesionales en su mayoría. Lo que se ve en la cinta, no exenta de tono aleccionador en su desenlace con el fin de favorecer el impacto aunque haya que recurrir a la crudeza más descarnada en un final impactante y desolador, no es más que a dos jóvenes condenados por su piel y procedencia obligados a bracear sobre los oleajes de la vida manteniéndose a flote como asidero mutuo no permitiéndose el descanso en su travesía hacía no se sabe dónde (por miedo a perder el sitio o no aprovechar la quimérica oportunidad que pueda presentarse), pudiendo ser apartados en cualquier momento de su objetivo, el cual no es otro que seguir adelante y poder enviar dinero a su familia, buscando alcanzar algún día su libertad, aunque tengan que sufrir los consabidos chantajes y vejaciones entre trapicheos y prostitución y vivir en los márgenes de la sociedad sólo bajo un techo si logran estar en un centro de acogida.
Los Dardenne no cargan tintas ni buscan aleccionar pero tampoco ocultan la realidad de estos olvidados y sí nos ponen frente al espejo de las fisuras del estado de bienestar contando mucho con lo mínimo, sabiendo perfectamente lo que hacen en su característica austeridad y sin mitigar lo desolador de sus historias en las que la esperanza no se intuye pero sí un destino de penurias que no transciende pero sí conecta con la fibra sensible permitiendo que, aunque sea por un instante, se zarandee la conciencia de más de uno. Un cine honesto, íntegro y sin artificios con el que siempre cumplen, denunciando a la par que emocionando, demostrando además su talento para rodar con actores jóvenes a los que brindan la oportunidad de ser la voz y el rostro de muchos en continua huida hacia lo que pueda encontrarse la vuelta de la esquina ya que lo que se deja atrás no se puede expresar con palabras cuando, incluso, se prefiere poner la vida en juego con tal de no conformarse con una realidad de la que sólo se puede huir o dar pasos atrás y no decir que no se ha intentado. Todo lo que sea no volver al pozo profundo del que se intenta salir aunque recalen en una Europa en la que son carne tanto de marginación como de explotación, repartiendo pizzas bajo la lluvia nocturna en el mejor de los casos y traficando droga en el peor, pero siempre en eterna soledad y sólo con la esperanza de juntar algo de dinero para poder enviarlo a los que dejaron atrás. Los Dardenne aciertan en esta ocasión de pleno con un retrato lúcido y con alma sobre unas miserias en una realidad imposible de romantizar o de dotar de una épica cuando sus protagonistas son condenados perdedores por nacimiento.
Conviene saber: Premio especial 75º aniversario en el Festival de Cannes 2022 y vista en la sección Perlas del Festival de San Sebastián 2022.
La crítica le da un SIETE