"Spencer"

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La web oficial.

El argumento: Biopic de Lady Di que cuenta la historia de un fin de semana crucial a principios de los años 90, cuando la princesa Diana (de nombre Diana Frances Spencer) decidió que su matrimonio con el príncipe Carlos no estaba funcionando, y que necesitaba desviarse de un camino que la había puesto en primera fila para algún día ser reina... El drama tiene lugar durante tres días, en una de sus últimas vacaciones de Navidad en la Casa de Windsor en su finca de Sandringham en Norfolk, Inglaterra.

Conviene ver: "Spencer" de Pablo Larraín es uno de los grandes acontecimientos de la temporada cinéfila viniendo a rebufo del éxito de “The crown” en esta cinta protagonizado por Kristen Stewart aproximándose a la figura de Diana de Gales en el momento en el que decidió volar del nido y terminar con la farsa de su matrimonio con Carlos de Inglaterra (aquí presentado de una manera mucho menos empática y compleja que en la serie de Netflix). La cinta, escrita por Steven Knight, se desarrolla a lo largo de tres días durante las vacaciones de Navidad estando plasmada con preciosismo, detalle y sensibilidad contando con cada gesto, mirada y objeto el hecho de que la princesa tuviera el cariño de su pueblo pero que, en contraposición, no pudiera estar más desamparada cada ves siendo más evidente la tensión distante con su familia política.

El debut en Hollywood de Pablo Larraín llegó con “Jackie” (2016) con una Natalie Portman excepcional en la piel de la viuda de John Fitzgerald Kennedy en el momento en que tenía que abandonar la Casa Blanca. Una cinta cuyo espíritu sobrevuela ésta por su complejidad psicológica y su mirada femenina al mostrar a una mujer de la que se espera mucho pero siempre que ella esté dispuesta a seguir el son de los que tocan la música, en la primera la opinión pública y en ésta una familia Windsor que desde el trono de la Casa Real asiste recelosa de la popularidad de Diana entre la gente y del hecho de que ella arrastre una lánguida imagen de víctima con sus ataques bulímicos y su anarquía protocolaria que le hace no respetar los códigos de vestuario, la puntualidad británica a la hora de bajar a la cena o tomarse una foto en familia acudiendo incluso más tarde que una reina a la que todos deben respeto y obediencia y, por supuesto, nunca hacer esperar.

La sombra de “The crown” amenazaba con ser alargada y poner en jaque a la película pero es a los dos minutos cuando gracias al trabajo de Kristen Stewart, en un psicodrama en el que emula y crea al personaje aportando su característica ambigüedad y enigma, ya no ves a la actriz, ni echas de menos la encarnación de Emma Corrin en la serie de Netflix, sino que asistes a una creación sutil, auténtica y con enorme riesgo y complejidad no sólo por dar vida a un personaje tan icónico de nuestro tiempo sino por enriquecer y sentir su aire meditabundo e inseguro entre los que emergen determinados ataques de rabia fomentados por su instinto maternal, la infidelidad de su marido y la incapacidad de que le dejen ser ella misma en ese fin de semana de puertas, pasillos, sirvientes, protocolos, confidencias, arrebatos y alucinaciones siempre en una eterna oscuridad opresiva.

La Diana de “Spencer” se mueve entre brumas neblinosas y un aire fantasmal representado en una fotografía blanquecina y envolvente de Claire Mathon y una música excelsa a cargo de Jonny Greenwood que crea una rica gama sonora, casi como pensamientos que van botando y bullendo en su cabeza y el hecho de que la princesa esté más a gusto interactuando con criados (representados por unos estupendos Timothy Spall, Sally Hawkins o Sean Harris), y especialmente con sus hijos, lo mejor que ha sacado de su experiencia real, que con un entorno del que ella no se siente parte siendo además vista como una chica díscola que no ha hecho nada por adaptarse a su, en teoría, privilegiado rol.

Un retrato íntimo, conceptual y lirista en el que desde fuera nos parece estar en la mente de una joven arrinconada que se siente prisionera y que sólo puede confiar en unos hijos que son utilizados como arma arrojadiza y que montan a caballo y son entrenados para disparar a pesar de lo poco que convence la idea a Diana. “Spencer” juega en un sentido metafórico demostrando que la Historia es cíclica con una Diana que se siente representada por Ana Bolena, la cual terminó siendo decapitada acusada de adúltera por Enrique VIII, se aparece en más de un momento reiterando la premisa de una cinta que no es otra que la poca adaptación de un espíritu libre ante el encorsetamiento de las normas y la incomprensión de los que las defienden a capa y espada. Una pieza fílmica bellísimamente planteada que incluso se permite un momento de liberación final como espejismo reconvertido en amargura cuando se cae en la cuenta de cómo terminó de verdad la historia dando la impresión de que el tiempo se escapa entre las manos y la posibilidad de llegar a ser feliz también.

“Spencer” es una historia triste bañada de imaginativa poética que va desde el traje de un espantapájaros, las perdices y su trastorno alimentario, un collar que asfixia, una familia real casi difuminada entre las sombras de una gris personalidad, el pulso de un enfrentamiento dialéctico junto a unas bolas de billar o un juego infantil en el que sólo se puede decir la verdad y que arroja uno de los momentos más bellos entre una madre y sus hijos vistos en pantalla. Todo ello a pesar de desarrollarse casi por entero en ese palacio y brillando sobre todo por un planteamiento sonoro magistral que envuelve a la película rematándose con el lazo de una Kristen Stewart en su mejor composición hasta la fecha, aprovechándose de fotogenia y siempre en el punto justo del personaje, creíble y sin pasarse de intensa, aislada emocionalmente pero en alerta sintiéndose siempre vigilada, intentando tomar oxígeno frente a unas normas que oprimen y que no aportan más que arrastrar el anquilosamiento de los tiempos.

Todo hasta que una Diana con ganas de vivir toma conciencia de que esa locura que algunos le achacan a la hora de saltarse las normas es precisamente lo que le hace seguir estando cuerda mientras los demás no disimulan en mostrar su desdén. Eso sí, salvo los que comparten con ella esas escenas de recogimiento, en las que juega con sus hijos Enrique y Guillermo, o en la que puede confesarse con su más fiel y devota asistente. Toda una gozada que no sólo demuestra que el director chileno siempre supera el reto con nota sino que todavía se podía contar más sobre Diana de Gales de lo visto hasta ahora, una mujer atrapada en una torre de oro a pesar de tenerlo todo en apariencia, sin pecar de reiteración en un retrato nada complaciente que otorga un enfoque sobrio a la par que impecable tanto en forma como en fondo en un cuento de hadas que se dio de bruces con la realidad y la complejidad de ser persona frente un lugar desde el que el tiempo pasado y presente es el mismo sin poder aspirar a tener posibilidad de futuro.

Conviene saber: A competición en el Festival de Venecia 2021 y vista como “película sorpresa” en el Festival de San Sebastián 2021.

La crítica le da un NUEVE

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