"Que la fiesta continúe"
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El argumento: En Marsella, Rosa, de 60 años, dedicó toda su vida a su familia y a la política con el mismo sentido de sacrificio. Todo el mundo piensa que ella es inquebrantable, sobre todo porque Rosa es la única que podría sellar la unión de la izquierda en vísperas de una fecha límite electoral decisiva. Al final, se las arregla bien con todo, hasta el día en que se enamora de Henri. Por primera vez Rosa tiene miedo de comprometerse.
Conviene ver: “Que la fiesta continúe” es el nuevo trabajo del director Robert Guédiguian que sigue dando dignidad y esperanza a esa clase obrera que vivió en los ecos del Mayo de 1968 pero que ha intentando seguir adelante con resistencia y valentía frente a las adversidades y deshumanización tanto del sistema empresarial como de la clase política que ha fomentado todavía más una sociedad polarizada e individualista. Marsella vuelve a ser el escenario que es tanto hábitat como zona de refugio para apelar a la solidaridad y el espíritu colectivo casi como si fuera un bastión que defienden los personajes de un director que respiran autenticidad en sus motivaciones y contradicciones; despertadas en esta ocasión por el derrumbe de dos edificios el 5 de noviembre de 2018 que dejaron ocho muertos y que todavía alentaron más el espíritu social de esos vecinos en un canto a la justicia, a la ciudad de Marsella y a esas mujeres fuertes, determinadas y sacrificadas que se sustentan en su autonomía para colaborar en que nadie se quede atrás.
Es una vez más Ariane Ascaride (pareja del director) la que pone el rostro a esa mujer activista que, tras una vida dedicada a su labor como enfermerda, la familia y los ideales, viuda desde hace muchos y con sus hijos ya criados y formando sus propias familias, tiene la autoridad ganada por los años y otorgada por sus vecinos en representarles como líder de una alianza de izquierda de cara a las elecciones municipales, justo en un momento en el que se siente frustrada por unas injusticias que no se erradican ante una batalla dialéctica que lastra la acción y con un universo que se pone patas arriba cuando se enamora de un desconocido (el también siempre imprescindible Jean-Pierre Darrousin), pudiendo todo ello terminar condicionándola para poder dedicarse en cuerpo y alma a las necesidades de sus vecinos afectados por los recortes sanitarios, la crisis de la vivienda o la inaccesibilidad de la educación para los jóvenes sin recursos. Un momento en el que pensar en ella misma por una vez o seguir anclada a los demás siguiendo su conciencia espoleada por los continuos sueños que tiene con su padre militante.
“Que la fiesta continúe” es una cinta que destila su nada oculto dogmatismo en la creación de una atmósfera reparadora en el que todo es posible gracias a personas como esa Rosa que no sólo está harta de que siempre pierdan los mismos sino de que el mensaje del progresismo se pierda en palabrería banal, asambleas infructuosas y esa fragmentación de la izquierda por los egos de poder que es lo que permite que al final todo siga igual. Todo en un momento en el que se defiende la acción poniéndolo en práctica en medidas dirigidas a mujeres o jóvenes y en el que la nostalgia por un tiempo idealista que no volverá y que se ha embellecido con el tiempo tiene que dar paso a la realidad de tener que trabajar unidos en pro de un futuro común justo y satisfactorio respaldando con persistencia cualquier justa causa frente a la inacción y partiendo de la lucha vecinal pero extendiéndolo hacia las esferas de poder. Guédiguian vuelve a dar en la diana en una cinta con conciencia, lúcida y acogedora, que despierta convicciones con sutilidad y eficacia sobre valores que están por encima de cualquier ideología y que dentro de su apariencia ligera sabe conectar con lo más profundo del alma humana en su lucha con el amor y la unión por bandera no dejándose vencer por las circunstancias, levantándose ante la derrota y superando el cinismo individualista de nuestro tiempo, sin dejar de pasar la oportunidad de seguir bailando en una fiesta que, ante todo, debe de continuar.
Conviene saber: Robert Guédiguian vuelve a contar con buena parte de los intérpretes habituales de una filmografía en la que destacan títulos como “Marius y Jeannette” (1997), “Marie-Jo y sus dos amores” (2002), “Las nieves del Kilimanjaro” (2011), “La casa junto al mar” (2017) o “Gloria mundi” (2019).
La crítica le da un SIETE