"Monstruo"
La web oficial.
El argumento: Cuando su joven hijo Minato empieza a comportarse de forma extraña, su madre siente que algo va mal. Al descubrir que el responsable de todo ello es un profesor, irrumpe en la escuela exigiendo saber qué está pasando. Pero a medida que la historia se desarrolla a través de los ojos de la madre, el profesor y el niño, la verdad va saliendo a la luz, poco a poco…
Conviene ver: "Monstruo" es el regreso de Hirokazu Kore-eda a Japón tras escarceos algo fallidos en otras cinematografías como la francesa ("La verdad") o la surcoreana ("Broker") retomando esa conexión con el público que ha cimentado una carrera que ha sabido conectar con la fibra sensible de los espectadores. Una historia que con la estructura de “Rashomon” de Kurosawa, cuenta un mismo hecho desde tres perspectivas diferentes no siendo hasta el final cuando logran encajar las piezas de un viaje fascinante e intrigante tan desolador como revelador.
Una cinta que pivota sobre la figura de Minato, un niño de 12 años que sirve para que el director pueda explorar algunos de sus temas habituales como las relaciones entre padres e hijos y el desamparo de la infancia bien por abandono o por sencillamente incomprensión. Es lo que ocurre con el comportamiento del chico que hace saltar todas las alarmas para su madre, el padre falleció años atrás, poniéndose el foco en su día a día en la escuela, especialmente en la actitud que tiene sobre él un profesor. La madre tendrá que enfrentarse no sólo al hermetismo de su hijo sino a la inoperancia de una institución educativa para la que es más cómodo hacer como que no pasa nada y mirar hacia otro lado.
Pero no todo es lo que parece… ¿y si la presunta víctima es en realidad abusador? ¿Y si el profesor es el perro de paja de algo mucho más profundo que la sociedad no está preparada para aceptar? ¿Qué hay detrás del incendio de un lugar de citas que termina conectando a todos los personajes? Es por ello que la cinta va de menos a más, y sin necesidad de ser de las mejores del director japonés, sí que logra generar una intriga adictiva que deriva en un golpe emocional seco pero intenso cuando conocemos lo que subyace en todo ello llevándonos a un tema en el que el cine ha puesto el foco en los últimos tiempos y que también vertebraba una de las cintas más destacadas de la pasada temporada, “Close” de Lukas Dhont.
En todo caso Kore-eda revierte su esquema narrativo habitual gracias al trabajo de Yûji Sakamoto en el guión creando un fresco que hipnotiza en su puesta en escena gracias a la música de Ryūichi Sakamoto y a la fotografía de Ryûto Kondô llena de símbolos y detalles desde el fuego en el horizonte, las gotas de lluvia en el ventanal, el barro en el bosque o la oscuridad tanto nocturna como metafórica.
Lo que en el primer acto es una mirada a como víctima, padres y profesores encaran el tema del bullying, en el segundo deriva a la perspectiva del docente liberándose de los prejuicios acometidos para en el tercero explorar la tierna y dura relación de descubrimiento de dos niños que o bien sienten ya el rechazo desde la infancia (“cerebro de cerdo”) por una conducta que no es la que se espera de uno, o por otro lado refugiándose en la mentira porque saben que tomar un determinado paso les privará de la felicidad que, en principio, sólo podrán recibir por parte de la sociedad en el caso de que sigan los cánones del camino establecido como “correcto”.
La ternura, humanidad y contradicciones que sienten los niños está salvada por un reparto infantil que brilla, una vez más, de la mano de un Kore-eda que ha tocado todos los palos de la misma y que una vez más hace de la sencillez virtud sabiendo contar tanto con tan poco y dejando patente que la infancia es juegos y evasiones pero ello no está exento de tener dudas, experimentar descubrimientos y sentir hondas preocupaciones.
A pesar de ciertas concesiones para que cale su mensaje (especialmente con reacciones de determinados personajes en el primer acto para confundirnos) Kore-eda renace como cineasta en una película bien armada narrativamente que voltea al espectador y le conmueve con la que lleva a cabo lo que mejor hace y, una vez más, lo hace como nadie abrazando, a pesar del drama que acarrea implícito, un final no se sabe si terrenal, ilusorio o celestial (en todo caso liberador más allá de toda existencia).
En él, una vez más, lo importante es sentir la complicidad del amigo fiel, que entiende y da una razón de salir adelante, un alma gemela desprejuiciada con la que correr como si no hubiera un mañana disfrutando de lo bueno que tiene el ser niño (porque el serlo se cura con el tiempo), permitiendo que la inocencia y la felicidad puedan ir de la mano, reivindicando y sintiendo la identidad y personalidad de cada uno más allá de las cortapisas de la vida y sus condicionantes sociales mientras se sienten en la cara, no sin una tristeza infinita a pesar de su aparente optimismo, los vientos de la libertad hacia ese paraíso de felicidad auténtica que implica el haberse sabido escuchar a uno mismo.
Conviene saber: Mejor guión en el Festival de Cannes 2023 y en la sección Perlas del Festival de San Sebastián 2023.
La crítica le da un OCHO