"Minari. Historia de mi familia"
La web oficial.
El argumento: David, un niño coreano-americano de 7 años, ve cómo a mediados de los años 80 su vida cambia, de la noche a la mañana, cuando su padre decide mudarse junto a toda su familia a una zona rural de Arkansas para abrir allí una granja, con el propósito de lograr alcanzar el sueño americano.
Conviene ver: “Minari. Historia de mi familia” es una cinta que atesora todo sensibilidad a la hora de narrar como una familia de emigrantes coreanos intentan amoldarse a la vida usamericana probando suerte en una granja de Arkansas. De manera nada impostada vemos los sueños y preocupaciones de una familia por un padre abnegado que sólo quiere lo mejor para los suyos y que éstos estén orgullos de él, una madre siempre sacrificada por todos y dos hijos, una niña y un niño que a sus 7 años se abre al mundo entre la inocencia de la edad y el estar “entre algodones” no sólo por el futuro que quieren darle sus padres sino por tener un “soplo” en el corazón. Una familia de errantes buenas personas que lo han intentado todo para labrarse un buen destino y que deciden iniciar una nueva vida aprovechándose de que cada vez hay más coreanos en Estados Unidos (30.000 cada año durante la década de los 80) por lo que deciden aprovechar las raíces de su cultura para tener una granja dedicada a cultivar productos coreanos para los que añoran su tierra. A esta familia llega la madre de ella procedente de California favoreciendo esas interacciones familiares que se sustentan en ese niño, David, con su padre y especialmente con una abuela a la que no reconoce como tal por el hecho de no saber cocinar, no leer cuentos, utilizar lenguaje grosero, ver peleas de lucha libre en la tele, llevar ropa interior de hombre y sólo saber jugar a las cartas, lo cual descoloca a un crío que en esa edad no hace más que hacerse preguntas sin entender muy bien de qué va vida de los mayores mientras no duda en decir que la anciana no le cae bien porque huele a Corea.
“Minari. Historia de mi familia” es un sutil canto a la integración intergeneracional y a esas familias que conviven y comparten todo a pesar de que cada uno tiene sus propios problemas. Un camino lleno de dificultades pero también muy enriquecedor, tomando la perspectiva de ese niño que es un alter-ego del director y guionista, Lee Isaac Chung, que ha pretendido contar con esta cinta su propia historia, nacido en Denver y criado en Atlanta y Arkansas junto a su familia de procedencia coreana, teniendo por ello ese halo de ensoñación y recuerdos en esa caravana con ruedas que sirve de casa o el ambiente campestre entre partidas de cartas, carreras con las botas de cowboy, las visitas a la iglesia o a unos padres que entre discusiones y situaciones clasifican a los pollos según su sexo o cultivan sus productos bajo un sol de justicia. Es verdad que la cinta adopta un tono inicial inocente, no sólo por tomar la perspectiva infantil sino por las ilusiones que implica emprender una nueva vida, pero gana en poso dramático con apabullante sencillez hablando del desarraigo, del complejo de inferioridad, el peso de la responsabilidad por mantener una familia, los problemas económicos o siempre la desconcertante e imprevisible sombra de la enfermedad y la muerte. Y es que el acierto de la cinta es que, a pesar de contar una historia ya muchas veces vista, le da frescura por la referencia cultural de los personajes no siendo importante lo que cuenta sino cómo lo cuenta de manera tan entrañable como nostálgica y amarga.
El título es debido a una planta que crece al lado de los ríos, una especie de apio para condimentar las comidas, y que tras una infructuosa primera cosecha crece más fuerte generación tras generación lo que es una metáfora de esa familia que se intenta abrir camino en un nuevo lugar y que busca arraigarse para dar un buen futuro a los suyos. Un conjunto modesto que se nutre de unas interpretaciones poderosas en su naturalidad, manejando ese fino humor de la cotidianidad salpicado de los volantazos que da la vida con una familia que, ante todo, se tiene a sí misma aferrándose a su unión como principal fuerza frente a un entorno lleno de dificultades. La cinta desborda una tranquilidad reparadora aprovechándose de unos vacíos y amplios paisajes naturales que lucen en una fotografía cálida junto a la envolvente música de Emile Mosseri. El inglés y el coreano fluyen de manera nada forzada siendo la forma de mostrar una vida nómada y en la que las raíces no han terminado de desarrollarse en ningún lugar ante un matrimonio que ha sacrificado las despreocupaciones juveniles que tenían en el inicio de su relación, y la capacidad de emocionarse por la canción que les unió, preocupados como están por llegar a fin de mes y que sus hijos nunca puedan reprocharles cuando crezcan que lo hicieron todo por ellos dándoles una buena vida. Un retrato sensible pero no manipulador sobre los sinsabores de la inmigración de la comunidad asiática en Estados Unidos iniciando la aventura e intentando hacerse uno más del lugar aunque sus rasgos y forma de ver la vida demuestren que los orígenes son otros. Emocionante la relación entre padre e hijo, y cómo esté le enseña para usar siempre la cabeza para encontrar la mejor solución o cómo no gastar dinero de algo que se puede conseguir gratis como es el agua de las tierras y el arroyo de la zona, así como ese tira y afloja entre abuela y nieto tan reconocible propio de la timidez inicial, el desconocimiento y ese desparpajo de la infancia que lleva a escenas tan costumbristas como auténticas incluso a la hora de mencionar el nombre de las partes íntimas del niño creando los momentos más divertidos, tiernos y universales.
Especialmente conmovedora la mirada de un Steven Yeun que pone todo de su parte, y deslomarse en su granja, para que las cosas salgan aunque a veces sea darse cabezazos en la pared, y tenga que enfrentarse a las inclemencias tanto meteorológicas y económicas así como los avatares del negocio, sabiendo que debe a los suyos caerse y volver a levantarse mientras haga falta llegando a su casa agotado todos los días. Así como el adorable Alan S. Kim que es el alma de la película y la abuela que encarna Youn Yuh-jung, magnífica tanto en la parte más distendida como trágica de su rol. “Minari. Historia de mi familia” es una película pura, auténtica y luminosa que irradia cariño por sus personajes, el que tiene una serie de personas que saben que mientras estén juntos y unidos podrán salir adelante hacia la búsqueda del destino que merecen. Todo un regalo a la hora de mostrar que el tener bien a los nuestros bien vale el mayor de nuestros esfuerzos así como el hecho de que, aunque vengan mal dadas, siempre hay que quedarse con lo que se aprende porque al día siguiente siempre sale el sol y la oportunidad de un día más para intentarlo con la fuerza de sentirse unido y respaldado por los tuyos. Ese sueño americano tan pervertido en la actualidad pero que en esencia no es otra cosa que lograr nuestras metas y superarnos a nosotros mismos a base de fe, esperanza, solidaridad y suerte.
Conviene saber: “Minari. Historia de mi familia” se ha convertido en una de las películas de la temporada desde que ganara el Gran Premio del Jurado a la mejor película y el Premio del Público en el Festival de Sundance 2020. La cinta está producida por Plan B Entertainment, la productora de Brad Pitt, que ya ha llevado a los Oscar a “Infiltrados” (2007), “El árbol de la vida” (2012), “Moneyball” (2012), “12 años de esclavitud” (2014), “Selma” (2015), “La gran apuesta” (2016), “Moonlight” (2017) y “El vicio del poder” (2019). A24 se encarga de su distribución en Estados Unidos.
La crítica le da un OCHO