"Los reyes del mundo"

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El argumento: “Un día todos los hombres se quedaron dormidos… Y los cercos de la tierra, ardieron”. Una historia sobre la desobediencia, la amistad y la dignidad que existe en la resistencia. Rá, Culebro, Sere, Winny y Nano. Cinco chicos de la calle de Medellín. Cinco reyes sin reino, sin ley, sin familia, emprenden un viaje en búsqueda de la tierra prometida. Un cuento subversivo a través de un clan salvaje y entrañable, que transita entre realidad y delirio. Un viaje hacia la nada, donde pasa todo.

Conviene ver: “Los reyes del mundo” es una cinta colombiana que supone el segundo trabajo de Laura Mora, directora que se rebeló con “Matar a Jesús” (2007). El film propone el viaje de 5 jóvenes que salen de las calles de Medellín en busca de su propio valle encantado, unas tierras que pertenecen a la abuela de uno de ellos. Todo en un contexto de esperanza para salir de su humillación y de la miseria a la que parecen abocados por mucho que intenten cambiar su suerte sólo por el entorno del que forman parte. Una cinta sólida, descarnada, tierna y sin efectismos que no sólo tiene como aval su temática y calidad sino el ser capaz de dejar poso en un título que destila verdad y en el que el recorrido de estos chicos conmueve el alma alternando amistad, dolor poesía y dureza. “Los reyes de la noche” es una road movie que nos lleva por un país desesperanzado, marcado por la violencia y la pobreza, en el que siempre es mejor opción el hecho de coger los bártulos y emprender la huida aunque no haya ninguna garantía y no se sepa hacia dónde.

Unos jóvenes que se adentran en la selva con la amistad, el código de honor y el valor que da la tierra por bandera pero que no hacen más que darse de bruces con una realidad que les hace tropezar continuamente y que lleva a un mismo resultado tanto si uno se mueve como si no pero sin renunciar a la esperanza de que una oportunidad, sea la que sea, sea ya de por sí el único aldabón al que agarrarse por el hecho de que creer en algo sea lo único que te puede hacer mantener vivo y cuerdo. La película de Laura Mora habla de memoria y de reparación en un país que se encuentra en un punto de inflexión que, si bien intenta emerger sobre sus cenizas, vive continuamente en el conflicto. Son los jóvenes los que se rebelan frente a ello con su lucha y energía y que no se resignan a poner el otro carrillo para seguir recibiendo golpes en una vida marcada por la ausencia de madres y padres y por formar parte de la fauna de unas calles enquistadas en su mugre y que les llevará a ver la selva como la puerta al paraíso en la que, a pesar de todo, la violencia y la poesía se dan la mano. Un trabajo nada complaciente, sólido, descarnado y sin efectismos pero también con ternura y belleza a la hora de mostrar ese empeño quijotesco de unos jóvenes que, sin miedo a nada ante el hecho de no tener nada que perder, se agarran a cualquier aspiración en el horizonte por mucho que otro gran golpe les pueda estar esperando. Valiente, honesta y con espíritu documental la directora se aprovecha de la verdad de sus actores y de una atmósfera casi de realismo mágico. Es mejor verla subtitulada para no perderse en las expresiones y los acentos muy cerrados de los protagonistas.

Conviene saber: Concha de Oro a la mejor película en el Festival de San Sebastián 2022 y representante de Colombia para el Oscar 2023 a la mejor película internacional.

La crítica le da un SIETE