"La zona de interés"
La web oficial.
El argumento: El comandante de Auschwitz Rudolf Höss y su esposa Hedwig se esfuerzan en construir una vida de ensueño para su familia en una casa con jardín cerca del campo.
Conviene ver: "La zona de interés" es lo nuevo de Jonathan Glazer, nombre que ha atesorado una aureola de culto. Un director al que, desde luego, viendo su cine, se ha ganado además la etiqueta de inclasificable ya que uno nunca sabe por dónde pueden ir sus pasos. Es por ello que tras una cinta de ciencia ficción sobre una extraterreste "comehombres" sorprende que haya dado no sólo un cambio de tercio temático sino también formal adentrándose en el horror del Holocausto en la libre adaptación de la novela de Martin Amis reinventándola pero manteniendo su esencia y que se adentra en esa banalidad del mal que acuñó Hannah Arendt centrándose en la familia de un oficial alemán, Rudolf Höss, que vive junto a su mujer y sus cinco hijos separados sólo por una valla del campo de concentración de Auschwitz y que fue el que diseñó y dirigió el mismo entre 1940 y 1945 sirviendo a la causa con cruel diligencia. Un escenario en apariencia idílico en el que esa familia vive ajena e insensible a lo que ellos contribuyen bien por acción o bien por omisión en el que sólo el muro, gritos aislados, disparos casi imperceptibles, cenizas en el río o el humo del crematorio da a entender lo que está pasando fuera de campo mientras ellos se bañan en la piscina o en el río, pasean contemplando la naturaleza y disfrutan de un hogar cuidado, envidiable y espacioso entre las flores de su invernadero y juegos. El cine no necesita mostrar más allá que ese símbolo en la distancia o el hecho de la ropa interior que se recibe y se da entre las trabajadoras de la casa o la visita de unos ingenieros que pretenden perfeccionar la capacidad de exterminio con un sistema operativo 24 horas. Sobran las palabras y Jonathan Grazer es de esa opinión porque no necesita cargar más tintas para definir con magisterio ese desprecio moral que despiertan los personajes por su privilegio de clase amparado por el poder y la facilidad para mirar a otro lado.
"La zona de interés" es una película compleja y poco complaciente ya desde un punto de vista formal, alternando una puesta en escena sobria y clasicista con auténticas rupturas visuales y sonoras que pretenden jugar con la metáfora y la contraposición en hechos tan llamativos como el hecho de que un padre de familia que lee por las noches un cuento a su hija para que no tenga pesadillas (aunque hasta "Hansel y Gretel" en ese ambiente se representa con tenebrosidad) puede ser una pieza más del engranaje que respaldó una de las mayores vergüenzas de la humanidad. Un hiperrealismo sobrecogedor sobre la cotidianidad de unos monstruos que dan más miedo por una existencia normal y corriente en familia en el que la insistente y desazonadora música a golpe de sintetizador de Mica Levi es la única que parece ser enjuiciadora de lo que allí está ocurriendo y que no es otra cosa que uno de los grandes problemas en los que ha recaído la condición humana más de una vez, el mirar hacia otro lado. Es por ello que la película opta por no mostrar nada explícito ya que es suficiente el terror de lo que provoca sólo lo que se intuye mientras el oficial nazi (durante los días de la Conferencia de Wannsee que impulsaría la Solución Final) y su mujer (la que se declara orgullosa "reina de Auschwitz" como ejemplo de superioridad, arribismo y fascinación en la que se cimentó la narrativa nazi) tienen sus rencillas conyugales y sus hijos crecen y juegan sin ni siquiera reparar en lo que está pasando a pocos metros de ellos mientras en esa casa también se impone la mano de hierro y disciplina militar con el servicio, la mujer enseña la casa a su madre como si fuera un tour o se cotillea con las amigas dentro de esa burbuja de negacionismo sin escrúpulos. Es precisamente esa "zona de interés" la que entre todos mantienen porque, más inconscientes de ello o no, es lo que les conviene para mantener su estatus desvinculado de esos crímenes y sin más preguntas prevaleciendo el que es para ellos un bien común. Toda una declaración de interiores pasando de un fundido a negro a una familia disfrutando en el río que en su desarrollo opta más por una frialdad expositiva que la aleja del público y la lleva más a un ejercicio existencialista sobre la naturaleza humana.
Un ejercicio perturbador que saca potencia de la austeridad de cada detalle (algunos lo han comparado con ese piso de la Jeanne Dielman de Chantal Akerman) en una amplia casa en la que desde varias cámaras (algunas escondidas en esa casa que se sale del escenario de grabación habitual), una videovigilancia constante en gran angular que era seguida por el equipo desde un camión anexo para acrecentar todavía esa angustia tan desoladora como íntima, se atiende a lo que allí pasa ante una tensa calma tan inquietante como irrespirable en la que sobre el fango puede emerger cualquier detalle sobre el horror del que se es cómplice. Todo ello sin primeros planos y sin luz artificial generando un ecosistema tan auténtico como devastador en el que los personajes son como piezas de ese escenario que actúa engranaje deshumanizado en el que no hay emociones porque nadie piensa estar haciendo nada malo en el que el individualismo prima sobre el colectivo porque lo importante para uno es que su zona de confort no se ve alterada. Un ejercicio contundente pero también reiterativo, áspero y difícil que en 106 minutos crea un clima de agudeza sonora y significativo visual que habla por sí mismo y que pierde fuelle cuando la acción traslada al oficial fuera del ámbito del hogar donde realmente está todo el caldo de cultivo, tanto por esa sensación que cala en todo momento como en las fricciones que surgen en esa unidad familiar que, aunque ponga la cabeza bajo el ala, tiene sus propias miserias personales más allá de lo que ayudan a mantener. Todo en un lugar que, a pesar de tenerlo todo, no hace más que generar enorme desasosiego porque la realidad sólo puede fingirse hasta cierto punto.
"La zona de interés" entronca con Ingmar Bergman en su dibujo marital y familiar (Christian Friedel y Sandra Hüller es el matrimonio) y con Michael Haneke por ser capaz de hacernos helar la sangre por lo que somos capaces como especie, la misma que da arcadas como las que sufre el oficial cuando se encuentra sólo y perdido en el nuevo edificio del que forma parte su rutina y que evidencia que esa defensa de la causa no va a dar nada ya que todos son elementos de un sistema acondicionado para que si no lo hace uno lo haga otro, bien sea el jerifalte de turno o la limpiadora que saca lustre a ese museo de vestigios de la tragedia. Claude Lanzmann, el director de "Shoah" (1985), es otra referencia inevitable en la que lo que da escalofrío no es mostrar la brutalidad sino fundidos a negro (la oscuridad para tapar lo que no se quiere ver) o rojo (la sangre que representa todas las vidas truncadas) entre música que incomoda y destroza. La perfección de la raza vista como negocio a cualquier precio en el que una historia de amor (la del oficial con la mujer judía de un sonderkommando), la cotidianidad familiar e incluso el humor negro se dan la mano aunque sobre los cimientos de cualquier sistema, incluso el más embellecido como si bien fuera una empresa o un parque de atracciones, el que nos haga concluir que está hecho sobre sus propias víctimas porque el poder nace del sometimiento y la aniquilación y cuando el ser humano, contradictorio y complejo, ve peligrarlo es posible ser capaz de todo más cuando que el horror se perpetúe no se considera como una amenaza en el presente más latente de lo que nos gustaría como si lo vivido hace no tantas décadas hubiera sido algo irreal o que nunca más pudiera suceder. Una mirada conceptual al mal que nunca fue tan simbólica, desoladora, contundente y estremecedora.
Conviene saber: Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes 2023, mejor sonido en los premios del cine europeo 2023 y representante de Reino Unido para el Oscar 2024 a la mejor película internacional.
La crítica le da un SIETE
Aún sigo esperando que pase algo en la película...es más bien la "Zona de des-interes".
Después de los primeros 30min en los que el mensaje de que la familia vive su vida de ensueño ignorando lo que tiene al lado queda bien reflejado, la película se estanca sin que nada realmente pase.
Una peli seguramente muy artística y rompedora en la maneta de ser filmada, pero, en mi opinión, decepcionante y pretenciosa...a qué vienen esos planos de Auschwitz a día de hoy al final de la película?
Para mí no pasa de un 5.