"La última película"
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El argumento: Samay, un niño de 9 años que vive con su familia en un pueblo remoto de la India, descubre el cine por primera vez y queda absolutamente hipnotizado. Contra los deseos de su padre, vuelve al cine día tras día y se hace amigo del proyeccionista que, a cambio de su comida, le deja ver películas gratis. Rápidamente se da cuenta de que las historias se convierten en luz, la luz en películas y las películas en sueños. Contagiados por la emoción, Samay y su inquieta pandilla, investigan sin descanso para intentar captar la luz y proyectarla para lograr ver películas de 35 mm. Juntos, utilizan un truco innovador y logran con éxito fabricar un aparato de proyección. Sin embargo perseguir tus sueños a menudo significa dejar atrás las cosas que amas.
Conviene ver: “La última película” es una evocación a la magia del cine siendo la réplica hindú de “Cinema Paradiso” (1988) a través de un niño de 9 años fascinado por la pantalla y que, a pesar de la represión paterna, tendrá claro que quiere convertirse en cineasta, suponiendo una mirada a la infancia y a la pasión por el oficio del propio realizador, Pan Nalin. El poder de la pantalla como efugio y su poder de llevarnos a otros lugares para abrir nuestra mente pero también para evadirnos de la cruda realidad. Una tierna historia que homenajea a un arte en su conjunto pero también a directores como Sergio Leone, Satyajit Ray y Stanley Kubrick. Se aprovecha de sus buenos mimbres estando muy bien contada, sin perderse en vericuetos, más allá del flechazo de un niño por las sensaciones vividas frente a la luz que lanza el proyector a la pantalla.
Una cinta que cautiva por el espíritu de su protagonista, un niño creativo en su realidad cotidiana, y necesitado de estímulos para plasmar toda esa corriente interior y que la realidad de un entorno marcado por la pobreza le impide desarrollar. Un guión que transmite olores, sensaciones y pequeñas experiencias tan personales como universales como el calor de la familia, la comida, los juegos con los amigos o la amistad con un proyeccionista. Bhavin Rabari cautiva como ese niño dispuesto a dejarse llevar por la magia del cine, embelesado por los bailes de Bollywood y por la inagotable imaginación que plantea la pantalla y que pretende reflejar la propia infancia del director. Una mirada sincera y nostálgica que explora emociones sinceras sin forzar la máquina y que es toda una delicia tanto para aquellos que podrán recordar su flechazo con el cine como el regreso a una infancia compartida y añorada. Auténtica y conmovedora.
Conviene saber: Espiga de Oro a la mejor película en el Festival de Valladolid 2021.
La crítica le da un SIETE