"La memoria infinita"

La web oficial.

El argumento: Augusto y Paulina llevan juntos 25 años. A él le diagnosticaron Alzheimer hace ocho años. Ambos temen el día en que deje de reconocerla.

Conviene ver: En “La memoria infinita” es complicado analizar profundamente una película que supone una búsqueda de emociones muy concreta, partiendo de la base del documental y siguiendo a la actriz Paulina Urrutia y al periodista Augusto Góngora en el complicado momento en el que éste último tiene Alzheimer. La directora chilena de "El agente topo" (2020) retrata de forma sensible y natural como una relación de hace más de 20 años se deteriora ante el paso inevitable de la vida en una reivindicación de la memoria, tanto la individual como la colectiva, y del amor, tanto hacia el otro como hacia el oficio de uno cuando no sólo nos adentramos en una enfermedad que le fue diagnosticada en 2014 a los 62 años sino en su labor como estandarte del cuarto poder en una época de convulsión y cambios en su país, siendo víctima de la dictadura de Pinochet, en la que se siempre defendió el papel de la memoria, no para anclarse al pasado sino para mirar al futuro como bien reflejó Góngora en su libro “Chile, la memoria prohibida”.

Existen (y hemos visto) muchas maneras, de manera más y menos cinematográfica, a la hora plasmar este tipo de propuestas en el cine tanto documental como ficcionado. En este caso, la propuesta formal no va mucho más allá, más allá de que parte de la obra está rodada por la propia Paulina cuando se encontraban en confinamiento, no sin planos con desenfoque absolutos y encuadres ininteligibles que hasta cierto punto comulgan con esa narrativa de memoria olvidada pero que termina cansando un poco. La directora se mostró fascinada por la relación de una pareja muy conocida en Chile, él por su trabajo periodístico y ella por su labor como actriz y Ministra de Cultura durante el Gobierno de Michele Bachelet, partiendo de lo más íntimo para llegar a lo más universal a través del ejemplo de una pareja que nunca se escondió ante la enfermedad y vivió su vida y su lucha por la verdad, la justicia, la cultura y la memoria con la cabeza bien alta.

Aun así, Alberdi sabe plasmar de forma muy concisa y emocional una historia sustentada única y exclusivamente en el carisma de sus dos protagonistas. Parte también de la esencia del documental está en ese retrato que hace de cuando Góngora cubrió como periodista la dictadura de Chile, y de cómo hace un fantástico símil entre como para no perder la individualidad, como para poder existir, no debemos olvidar, y debemos a partir de la memoria histórica recordar para poder evolucionar. Un proyecto en el que el propio Góngora decidió mostrar la fragilidad que mostró en otros con su trabajo como periodista conformando un sincero y emotivo canto de amor, complicidad y fuerza para mantenerse en pie hasta el último momento sin resignarse a dejar de amar, sentir y vivir.

Cierto es que algunos de los momentos donde suena la música se pueden sentir más impostados que cuando simplemente ambos se sientan y se miran. Y charlan. Y recuerdan. Es ahí donde está el verdadero corazón de la película en la que estos amantes devotos y sacrificados se resisten a que el olvido gane terreno. En los momentos donde la naturalidad se abre paso y esa relación de 20 años se deja vislumbrar como una historia de amor preciosa, tocada y dañada por la inevitabilidad de la vida, pero con la esperanza de que lo que se recuerda ha existido, y eso nada puede alterarlo porque aunque uno deje de ser quien fue el amor y su huella imborrable es lo que permanece con un amor igual que cómplice, intenso y desinteresado que el del primer día sobreviviendo y permaneciendo firme sobre cualquier atisbo de vejez y enfermedad.

Conviene saber: Premio del Jurado al mejor documental en el Festival de Sundance 2023, en la sección Perlas del Festival de San Sebastián 2023 y nominada al Goya 2024 a la mejor película iberoamericana.

La crítica le da un OCHO