"La impaciencia del corazón"

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El argumento: La historia sigue a Anton, cuya máxima prioridad es completar su formación como oficial de caballería. Durante el entrenamiento, ordena a su pelotón que ayude a Baron y conoce a la hija de Baron, Edith, que ha tenido un accidente.

Conviene ver: “La impaciencia del corazón” es cine danés clasicista y romántico que nos lleva a otro tiempo, lejano a nuestra realidad más por el cambio cultural que porque hayan pasado realmente años ya que nos lleva a hace poco más de un siglo en los albores de la I Guerra Mundial surgiendo el amor entre un joven oficial que ha ingresado en la caballería y la hija de un Baron lisiada en su silla de ruedas. Todo sobre un academicismo cuidado que, a pesar de un guión minimalista, encierra el conflicto y las consecuencias de la cobardía de un soldado en esta historia sobre la lucha de clases, la compasión y la necesidad de ser honesto tanto con uno mismo como con los demás siendo víctima de esa piedad peligrosa que da título a la novela y a la película en su versión original. Un melodrama en el que confluye no sólo la tensión que sufre el mundo en ese contexto temporal sino también la diatriba entre lo que se siente y lo que se verbaliza, a lo que contribuye cada gesto ambivalente del protagonista que no y hasta que punto se hace un favor en dar esperanzas en una relación cuando la otra parte no va a recibir el amor que espera fluyendo el compromiso y el conformismo. Es por ello que esta cinta es heredera temáticamente de otras cintas del director de "Twist and shout" (1984), "Pelle el conquistador" (1987) o "Las mejores intenciones" (1992) al hablar del amor enfrentado a la diferencia de clases, el conflicto entre padres e hijos, las presiones sociales o las fricciones que surgen en familias que basan su posición en la apariencia.

“La impaciencia del corazón” habla de dilemas morales sobre una vertiente profunda, sacando belleza de la complejidad de sentimientos, no quedándose en la superficie o en la verborrea sino yendo más allá lo que permite la atemporalidad de lo que se cuenta. De Hungría vamos a Dinamarca en una historia que habla sobre un sentimiento que nace de la compasión pero que no muta en el amor correspondido y en el que deposita esperanzas la moral de la época. Un exceso de buenos sentimientos que terminan haciendo daño siendo un obstáculo para que los protagonistas puedan vivir realmente su vida. En este caso un joven que pertenece a una familia caída en desgracia que encontrará en el ingreso en el estamento militar su posibilidad de prosperar y, por otro lado, el hecho de que un accidente haya condenado a una chica a quedar relegada frente a otras de su clase a la hora de convertirse en la mejor opción casadera a pesar de su cuantiosa herencia futura. Una historia que, sobre los convencionalismos de su época, explora temas universales como el querer crecer profesionalmente y alcanzar estatus así como amoldarse a lo que digan los demás porque es lo que éstos consideran correcto. Un retrato de ritmo reposado sobre la humanidad pervertida por la caridad y la necesidad de aceptación ante las complejidades de un ser humano siempre víctima de su tiempo y de no aceptar lo que siente realmente sino lo que se quiere y se antoja como lo más cómodo.

Conviene saber: Bille August adapta la novela de Stefan Zweig publicada en 1939 cuando se encontraba exiliado en Estados Unidos huyendo del nazismo.

La crítica le da un SIETE