"How to have sex"

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La web oficial.

El argumento: Tres adolescentes británicas se van de vacaciones para celebrar sus ritos de iniciación: beber, salir de fiesta y ligar, en lo que debería ser el mejor verano de sus vidas.

Conviene ver: “How to have sex” es una de las óperas primas más destacables del año en la que tres adolescentes británicas se van de vacaciones para celebrar sus ritos de iniciación: beber, salir de fiesta y ligar, en lo que debería ser el mejor verano de sus vidas pero que termina llevándonos por terrenos oscuros poniendo en primer plano el tema del consentimiento sexual y la forma de actuar en una sociedad que, hasta hace bien poco, y todavía lo sigue haciendo cuando no es muy evidente, tiende a mirar a otro lado aprovechándose de la vulnerabilidad que genera ante una juventud que considera que tiene que aceptar una serie de cosas que no debería aunque sólo sea para que no les cataloguen de manera despectiva como alguien que no mola. Un film que no ha tardado en ser comparado con "Spring breakers" (2012) siendo una locura imprevisible en la que destaca el trabajo de la actriz Mia McKenna-Bruce como una joven que vive su propio despertar atrapada en el convencionalismo juvenil que obliga a beber, bailar, ligar y follar durante un viaje de fin de curso a la isla griega de Creta en el verano que han terminado el instituto y están a la espera de su futuro universitario. Un “coming of age” en el que la directora Molly Manning Walker debuta detrás de las cámaras partiendo de su propia experiencia y que empieza como una comedia juvenil más de las que nos han llegado cientos desde Estados Unidos (desmontando todo lo transmitido por “American Pie”, “Supersalidos” o “Resacón en Las Vegas”) pero que deriva en una vertiente mucho más tenebrosa y realista, identificable por muchas mujeres, cuando se presiona a una joven para que tenga sexo porque es lo que toca a esa edad y en ese ambiente terminando sufriendo una violación que nadie puede evitar ni ha querido prevenir en una sociedad que fomenta la toxicidad determinadas relaciones a base de competitividad entre las propias amigas, hedonismo permanente e hipocresía por fomentar lo más oscuro del sexo a pesar del compromiso de boquilla ya que hasta ahora el cine que se ambientaba en esas fiestas y viajes de instituto lo sitúa como algo aspiracional a lo que llegar de la manera de sea ya que si uno conseguía “mojar” era un triunfador y si no un fracasado.

Todo en una sociedad que es culto a la imagen y que sexualiza a los cuerpos, con el alcohol como instrumento para allanar el camino fruto de la desinhibición, llevándose la peor parte las chicas jóvenes vistas como mero objeto desde una perspectiva masculina. La directora muestra un lugar mucho menos atractivo e idílico de lo que parece, abandonando la comedia burra y apostando por el hiperrealismo, a través de tres amigas de diversos caracteres y tendencias amorosas que, a pesar de su aspecto empoderado, terminan siendo corderos entre música machacona, luces de neón, alcohol, sudor y juegos sexuales quedando a merced del deseo masculino adoptando éste una posición dominadora en ese pervertido, y socialmente aceptado, juego de poder. Una inmersión que se nutre de esa atmósfera y de esos primeros planos en los que va sucediéndose la excitación, las dudas, el desconcierto y la angustia levantando la alfombra sobre unos comportamientos amparados y fomentados por la frivolidad, el deseo de aparentar y el mal entendimiento de las relaciones personales entre iguales no derivando mucho del derecho de pernada de siglos atrás. Uno de los aciertos de la película es no sólo transmitir esa incomodidad y angustia, a través del juego de luces y sonido, sino explorar sin dogmatismos ese turismo de borrachera baratero y una juventud que cree saberlo todo pero que viene lastrada por la falta de herramientas, medios y conversación por una serie de generaciones anteriores que han fomentado unos determinados roles de género obligando a comportarse de una determinada manera para ser aceptado.

Un desconcierto generalizado en el que vive una juventud que intenta volver sobre lo andado para reconstruirnos como personas y como animales sociales a la hora de enfrentarnos al sexo y a ese desfase con el que muchos intentan huir de una vida de frustración y ansiedad contribuyendo la directora no sólo a entender, es didáctica pero sin renunciar a la complejidad psicológica del momento vital en el que se centra, sino a invitar a no resignarnos a que haya que cumplir unas reglas que, hasta ahora, han querido vender como que era las que correspondían en esa fase de adolescencia que se ha mirado con desdén pero que no se ha sabido abonar de manera constructiva optando por mirar a otro lado o dejar que pasara el tiempo sin recaer en todo lo que implica para una mochila en la que hay vivencias que enriquecen pero otras que duelen y se enquistan contribuyendo al silencio y a que debido a ello la rueda siga generando con brío y sin compasión viendo al sexo como algo impuesto y no como algo consensuado y sustentado en la empatía y la comprensión frente a un torbellino de deseo, presión social y consentimiento.

Conviene saber: Mejor película en la sección Una cierta mirada del Festival de Cannes 2023, mejor nueva dirección en el Festival de Valladolid 2023, 2 nominaciones en los premios del cine europeo 2023, 13 nominaciones en los BIFA 2023 del cine independiente británico (ganando interpretación protagonista, interpretación de reparto y casting) y 3 nominaciones en los Bafta 2024.

La crítica le da un SIETE

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