"Ex maridos"

"Ex maridos"

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El argumento: Los padres de Peter se divorciaron tras 65 años juntos; su mujer le abandonó después de 35 y sus hijos, Nick y Mickey, tienen su propia vida. Cuando Peter vuela a Tulum y se cuela en la despedida de soltero de Nick, la cual ha sido organizada por su hermano Mickey, se da cuenta de que no es el único que está en crisis.

Conviene ver: “Ex maridos” es una película que reivindica la comedia y el cine independiente usamericano sostenida en personajes masculinos que se cuestionan, tropiezan con los obstáculos de la vida e intentan aprender de sus errores, transmitiendo la necesidad de agarrarse al otro como asidero. Lo que podría haber sido un “Resacón en Las Vegas”, al tener a una despedida de soltero en un paisaje exótico como leitmotiv, se queda en una sugerente cinta que, abrazando lugares comunes, no deja de arrojar un mensaje pertinente sobre una masculinidad desorientada que aprendió unos códigos que ya no sirven en la sociedad contemporánea y que llevan a la insatisfacción continua y a lo inestable de las relaciones en una cinta que, no obstante, reivindica el apoyo de la familia y que, en ningún momento, a pesar de lo desdibujado de los escasos personajes femeninos, cae en la misoginia o en la bravuconería llena de testosterona. Una cinta sobre las expectativas raídas por la melancolía, la añoranza y un paso del tiempo que no perdona y que hace ser consciente de la finitud y de la fragilidad de la vida que es capaz de romper cualquier sueño.

Noah Pritzker dirige una cinta que coloca en el papel protagonista a Griffin Dunne, un actor siempre infravalorado pero inolvidable en cintas como “Jo, ¡qué noche!” (1985) o “Un hombre lobo americano en Londres” (1988). Una figura polifacética, sobrino de Joan Didion a la que dedicó un documental que él mismo dirigió, y recuperado en los últimos años con su papel de tío Nicky en la serie “This is us” (2018-2022). Aquí es Peter, un dentista que antes de la proyección de la película que ha ido a ver recibe la noticia de que sus padres se separan (tras 65 años de matrimonio) porque el padre de éste (ya octogenario) piensa que "el matrimonio no da para más" y que aún le quedan 30 años por disfrutar de un último y alargado aliento. Una escena que no sólo manifiesta la fragilidad de la vida sino que salta a varios años después viendo como ese anciano ha sufrido un infarto que le ha dejado catatónico y como Peter también sufre ahora la impredecible separación de su mujer (tras 35 años). Un momento de cambio y de desconcierto compartido intergeneracionalmente con sus propios hijos (todos ellos desde su edad, posición y visión siendo conscientes del tiempo que va quedando atrás) y en el que, pese a todo, no renuncia a cierta bonhomía impregnada de patetismo como antídoto frente al dolor y siempre con el compromiso frente a lo que él entiende que es la familia.

Nick y Mickey, los hijos, tienen su propia vida pero su independencia no es fruto de felicidad, algo que se evidencia en un viaje a Tulum en el que todos coinciden a colación de la despedida de soltero de Nick, organizada por su hermano y a la que termina asistiendo (aunque no estaba previsto) el propio Peter el cual intenta dar un nuevo rumbo a su vida encontrando motivaciones antes de que sea demasiado tarde y, de paso, reconectar con unos hijos que, aunque no le quieren, no pueden dejar de verlo como alguien que les recuerda a todas las circunstancias que les han llevado hasta ese momento de su vida en el que están mucho más lejos de lo que pensaban de la estabilidad y de sentirse bien con uno mismo. Un hombre que es consciente de la soledad a la que parece abocado a las puertas de la tercera edad y que, pese a ello, cierto pesimismo desenfadado no deja de sustentar el carácter luminoso de la cinta a través de ese viaje tan reparador como revelador que les hará ser consciente tanto de la propia existencia como de sus condicionamientos. 

Una cinta melancólica pero sostenida en el humor (típicamente judío) y en la ternura a la hora de hablar de relaciones humanas, con una sorprendente honestidad a la hora de introducirse en dolor enterrado que a poco que se hurga termina emergiendo y que coarta para seguir adelante entre borracheras con amigos y evasiones fortuitas que sólo calman en parte una existencia más gris de lo que se quiere admitir. Un trabajo sencillo y falto de pretensiones que con un tono meditabundo mira más hacia las heridas del pasado por lo que no pudo ser finalmente que por el desinhibido frenesí juvenil en un momento en el que todos los personajes ven como toca a la puerta un temido futuro de soledad, envejecimiento y enfermedad.

Una historia que se mueve entre bandazos, elipsis y momentos innecesarios por alguna subtrama secundaria innecesaria pero también otros que encierran encanto, alma y ternura gracias al trabajo de Griffin Dunne, James Norton y Miles Heizer, todos ellos abrazables en una deriva de la que son testigos desde su honesta mirada en la que, si bien tienen que poner la sonrisa frente a los demás, no pueden ocultar estar arrollados por una vida que les ha hecho probar de sus amarguras al haber pensado que tanto la juventud como el amor iba a durar para siempre y que se tenía casi por derecho plasmándose en la falta de comunicación entre padres e hijos o en el duelo tras una separación en el que confluye aquello que se ha perdido y que nunca será lo que se tenía pensado enfrentándose uno a la realidad plasmada en su propio espejo.

Una dramedia entrañable propia de otra época pero también del cine de Woody Allen o Alexander Payne que afronta sin cinismos y con honestidad el dolor de la masculinidad herida con las dosis necesarias de inocencia y patetismo, abordadas con sinceridad e inteligencia, y nunca sensiblera, a la hora de definir a unos personajes en crisis existencial que encontrarán en un viaje a México, y en estar juntos en vez de querer evitarse desde órbitas distintas en el frenesí de Nueva York, la posibilidad de descubrir que todavía tienen un lugar en el mundo aunque entre ellos tiren más de réplicas cínicas que de decirse lo importantes que son los unos para los otros necesitándose más de lo que están dispuestos a admitir.

Entretenida, agradable, accesible y con la baza de ver en el reparto a Rosanna Arquette y al veterano Richard Benjamin, como mujer y padre del personaje de un Griffin Dunne que sabe echarse la película a sus espaldas como ese hombre neoyorquino desbordado por las circunstancias pero que se resiste a naufragar porque aunque sea a través de un anillo o de unas cenizas uno no puede dejar pasar la misión que puede tener en la vida porque, sea con pareja o no, cumpliendo lo establecido socialmente o fracasando en el intento, uno no puede olvidarse de seguir cumpliendo. Una cinta que no trasciende debido a su superficialidad en algunos temas pero que cumple su objetivo de ser efectiva y terminar conquistando por su encanto, dignidad y falta de pretensiones mientras reflexiona sabiéndose humildemente incapaz de responder sobre las grandes preguntas que deja la vida, la muerte, el paso del tiempo y, en definitiva, la propia existencia.

Conviene saber: A competición en el Festival de San Sebastián 2023.

La crítica le da un SIETE

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