"El cielo rojo"

"El cielo rojo"

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El argumento: Un verano caluroso y seco, como tantos en los últimos años. Los incendios forestales son incontrolables. Cuatro jóvenes se reúnen en una casa de vacaciones junto al mar Báltico, no lejos de Ahrenshoop. Lenta e imperceptiblemente son cercados por las llamas. Un cielo rojo se cierne sobre ellos. Dudan, tienen miedo, pero no por los incendios; es el amor lo que les asusta.

Conviene ver: Christian Petzold ha construido una carrera paralela al eco de las grandes citas conquistando el corazón de muchos cinéfilos. Primero con Nina Hoss (“Bárbara”, “Phoenix”) y después con Paula Beer (“En tránsito”, “Ondina. Un amor para siempre”) pero siempre con una sutileza y elegancia a la hora de hablar del amor en tiempos de fugacidad y vaivenes contemporáneos. En “El cielo rojo” evoca un cuento de verano que va ganando en negritud sobre lo complejo de expresar sentimientos y el miedo paralizante a la hora de afrontarlos en la que el director alemán indaga en la fascinación y el condicionante de los elementos pasando del agua en su anterior trabajo (“Ondina. Un amor para siempre”) a el fuego en esta ocasión.

Cuatro jóvenes acaban coincidiendo en una casa de vacaciones cerca del mar Báltico que se antojaba como un lugar para encontrar la inspiración o evadirse en un verano caluroso pero que acaba siendo una burbuja reparadora y descorazonadora, entre ensoñación y realidad, en la que, pese al cerco del fuego que va avanzando por unos bosques cada vez más secos, y que se representa por avisos en la radio, banderas en la playa o el sonido de los helicópteros, asistimos a los debates sobre el amor, la vida, el arte y las relaciones de hoy en día entre copas de vino y despreocupación general tan inconsciente como incapaz de impedir lo inevitable y emergiendo una tensión acechante.

Todo apoyado en diálogos inteligentes y con un punto de cinismo en el que el sentimiento hedonista contrasta con un atribulado escritor, Leon (estupendo Thomas Schubert en un personaje cargante y clasista bien dibujado por las dobleces de un cretino tan estúpido y cobarde como reconocible en su humanidad y fragilidad), que ha llegado allí en busca de inspiración para terminar el segundo manuscrito su novela, y del cual no espera mucho su editor, con el fin de pasar unos días de tranquilidad huyendo del frenético Berlín en la casa de verano de su amigo fotógrafo, Félix, pero que se encuentra con mosquitos, goteras, coches estropeados, chácharas, gemidos orgiásticos y, sobre todo, la aparición de un sentimiento que no es capaz de controlar, al que pone rostro una sensual y carismática Nadja (no podía ser otra que la etérea Paula Beer), que se encuentra allí porque ya ha alquilado una de las habitaciones, y sobre el que antepone una fachada de protección frente a su egocentrismo e inseguridad en forma de hastío y resquemor. A ellos se unirá Devid, un guardacostas local.

Una cinta sencilla, directa y profunda que no recae en obviedades y que desconcierta a la vez que cautiva partiendo de un halo de intelectualidad y de reparo en un escenario tan idílico como cada vez más asediado en el que confronta la tirantez de la convivencia, la chispa del amor y el peligro acechante. Un devenir emocional matizado y sentido que evoca al cine de Éric Rohmer sobre todo cuando estos personajes, tan egoístas como hedonistas, disfrutan de su entorno a pesar de un malhumorado y plomizo Leon que no duda en mostrar su enfado por el tiempo que le están haciendo perder ante el entorno distendido y lúdico que forman el resto del grupo y amparándose en su bloque creativo. Los amores incipientes y la tensión orgánica que genera, el magnetismo de Nadja y la aparición cultureta de un editor (que está más interesado en lo que puede aportar Nadja que en la fallida obra de Leon) acaban llevando a la historia por terrenos de auténtica fantasía antes de que el destino llame a la puerta y la realidad reconfigure el papel de cada uno ante una existencia tan amarga como enriquecedora en el que la ficción y la realidad, la vida y el arte, no pueden evitar ir de la mano al igual que una playa en la que la arena y la ceniza se fusionan o la capacidad de que la fábula pueda cobrar vida gracias a un bosque en el que tras su destrucción sólo dejará desolación y silencio.

Cotidianos contratiempos desarrollados en un guión afinado y lúcido que sabe crear un caldo de cultivo empático para después voltearnos emocionalmente por la ternura y vulnerabilidad de unos personajes que, a pesar de que la antipatía autoimpuesta por el protagonista, desde su púlpito intelectual lleno de desdén, no hace más que evocar compasión, imponiendo una fachada que esconde tanto su inseguridad y angustia, el desprecio que siente de sí mismo por no poder ser tan abierto como los demás y su necesidad tanto de reconocimiento como de amor, respiran autenticidad y conmueven por ser un mar de dudas mientras la vida se ve azotada por la tragedia en forma de triste destino o cruel enfermedad enfrentándose a una situación que les desborda y que les obligará a reconfigurarse y salir de su burbuja.

Es por ello que, frente al freno inicial del protagonista, y ante una engañosa ligereza y superficialidad aparente que no es tal, lo que la película nos enseña, en una mezcla de géneros que logra ser orgánica y no chirriante, sugerente e hipnótica en su carga simbólica sin renunciar al drama de autor, es la conveniencia de no olvidarnos de ni vivir ni de sentir en un singular, fascinante y cautivador cuento de verano en el que el abrazo de los amantes de Pompeya cobra un poderoso significado a la hora de evidenciar que, frente a una fachada de egoísmo y preocupaciones banales, y un aislamiento de nuestra intimidad para evitar que nos hieran, hay que defender no sólo nuestro entorno del cambio climático sino, siendo consciente de nuestra fragilidad, aprender a valorar el gran regalo que es la vida levantando la cabeza para admirarla y disfrutarla en todo su esplendor sin sentirse temeroso ni avergonzado por ello antes de que pueda ser demasiado tarde y ante la inmensidad calma de un mar luminiscente.

Conviene saber: Gran Premio del Jurado en el Festival de Berlín 2023, en la sección Perlas del Festival de San Sebastián 2023 y nominación a mejor actor en los premios del cine europeo 2023.

La crítica le da un OCHO

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