"Cinco lobitos"
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El argumento: Amaia acaba de ser madre y se da cuenta de que no sabe muy bien cómo serlo. Al ausentarse su pareja por trabajo unas semanas, decide volver a casa de sus padres, en un bonito pueblo costero del País Vasco, y así compartir la responsabilidad de cuidar a su bebé. Lo que no sabe Amaia es que, aunque ahora sea madre, no dejará de ser hija.
Conviene ver: “Cinco lobitos” se suma a la corriente del cine español que en los últimos años está haciendo emerger una generación de nuevas directoras con voz propia, sensibilidad en sus historias y mucho que contar. Es el caso de Alauda Ruiz de Azúa a la hora de hablar de feminidad, maternidad, dependencia, sacrificio y el contraste generacional y social cuando la protagonista, la cual acaba de dar a luz, decide volver a casa de sus padres en un pueblo costero de País Vasco. Una cinta que habla de los cuidados, de esas madres primerizas que tienen que ejercer de tal aunque no sepan cómo hacerlo, y de una vida que se mueve entre el humor y el drama con suma facilidad combinando momentos costumbristas con otros en los que priman los secretos y la incomodidad de un ambiente en el que hay afecto pero también cierto reproche. El concepto de maternidad y cómo ha evolucionado a lo largo del tiempo aunque en esencia sea un mismo proceso que intenta adaptarse a una sociedad cambiante pasando de una vida en la que la mujer se centraba en la casa y el cuidado de los suyos, quisiera o no, a un mundo en el que hay que conciliar aunque no haya herramientas ni apoyo para ello, teniendo que recurrir en unos casos a la propia familia (los siempre recurrentes abuelos) o a cuidadores externos para poder compaginar las inquietudes personales con la familia y el trabajo, la mayoría de ellos precarios pero siempre necesarios.
El retrato de personajes es complejo y auténtico, con sus enganchones y contradicciones, que llenan de riqueza y de matices a una historia cotidiana que transpira verdad gracias al trabajo de Laia Costa, Susi Sánchez, Ramón Barea y Mikel Bustamante. Personajes que están al límite por todas las dificultades que se presentan y por el hecho de que la vida no llegue con manual de instrucciones. Una historia que no embellece la maternidad mostrando a mujeres que lo hacen lo mejor que pueden, enfrentándose a sus inseguridades, y que, a ojos de los demás, se culpan por el listón que se les ha impuesto en la sociedad y que hace conectar de manera universal ya que, se haya tenido hijos o no, todos venimos de unos padres, y las relaciones que se ha mantenido con ellos a lo largo de los años, pasando de ser cuidadores a la necesidad de tener que ser cuidados debido al paso del tiempo. Padres que ya son como hijos e hijos que tienen que ejercer como padres. Roles que se fusionan en una vida cambiante en el que las relaciones son imperfectas y en las que hay que aprender que, en lugar de idealizar la vida de los demás, en un determinado momento hay que saber lidiar con la vida que le ha tocado a cada uno. Una maternidad que comunica a dos mujeres, a su vez madre e hija, que a raíz de ello comenzarán a conectar de verdad tras una vida de tiranteces y distancia emocional en la que con las imágenes de un vídeo del pasado son conscientes de lo felices que fueron aunque no lo supieran. En realidad el hecho de que todos andan en búsqueda de cariño, aceptación y realización. Una película sencilla, honesta y de calado profundo con múltiples capas sobre la fragilidad y lo que nutre a una relación de dependencia familiar más allá de ruido, enfrentamientos o conflictos, el quererse, cuidarse y necesitarse saliendo hacia adelante y aprovechando los momentos en los que se está bien porque son fugaces y la vida es un eterno carrusel de vaivenes.
Conviene saber: Triunfadora en el Festival de Málaga 2022.
La crítica le da un SIETE