Según Mayer, las nuevas estr ellas
solían surgir junto a las viejas, ya fuera porque su apariencia fuera similar,
por atracción hacia su tipología, por mera química o por su capacidad para
defenderse ante una estrella de la época. Como afirmó Howard Strickling:
«Tienes un Clark Gable. Le pones primero con Joan Crawford, luego con Norma
Shearer y después con Greta Garbo. Tienes un Bob Taylor. Le pones primero con
Garbo y luego con Irene Dunne, y ya tienes una estrella. Tienes una Myrna Loy,
y la pones con un Tracy o un Gable y se convierte en una estrella».
Mayer sabía lo indeterminado que era todo este
proceso, hasta qué punto dependía de intangibles, de la química entre una
personalidad, una imagen y el público. A juicio de L. B., él era el escultor
que modelaba el barro, lo cual probablemente era la razón de que hubiera una norma
bastante estricta según la cual el reconocimiento del descubrimiento de todas
las estrellas de la MGM
debía recaer en Mayer y en nadie más. Solo en una ocasión se sinceró y expuso
el proceso que seguía para crear una estrella. «La idea de que las estrellas nacen solas es
una patraña —dijo con brusquedad—. Una estrella se hace, se crea; se construye
de forma minuciosa y con sangre fría desde la nada, partiendo de nadie. »Lo que siempre he buscado es un rostro. Si
alguien me gustaba pedía que le hicieran una prueba y si quedaba bien en la
pantalla, si quedaba bien en la fotografía, nosotros podíamos hacer el resto.
Edad, belleza, talento... el talento es lo de menos, no tiene nada que ver con
ello. »En una ocasión vi un rostro que
me gustó ... una vez que tenía el rostro, podíamos hacer el resto. No tenía que
ser un rostro bonito, ni siquiera una cara bien parecida. Si era un rostro que
me gustaba, sabía que también le gustaría al pueblo estadounidense.» ¿Y cómo se hacía eso? «Contratábamos a genios del maquillaje, de la
peluquería, a cirujanos que eliminaran un bulto de aquí o de allá, a cirujanos
plásticos que eliminaran la grasa, a diseñadores de vestuario, a expertos en
iluminación, a profesores que lo enseñaran todo: a practicar esgrima, a bailar,
a caminar, a hablar, a sentarse y a escupir ... Todos los días de la semana podíamos
fabricar monederos de seda a base de orejas de puerca... »Si queríamos que un hombre fuera un seductor,
si queríamos que las mujeres del público le amaran, hacíamos que las mujeres de
la película le amaran. El público se identifica con las mujeres de la película
y anima a amar al tipo. »Con una
estrella masculina el secreto es buscar a hombres con presencia física.
Consigue que todas las mujeres quieran hacer el amor con un actor y tendrás un
nuevo protagonista masculino, uno muy grande. »Por desgracia, no todas las mujeres quieren
hacer el amor con el mismo tipo de hombre. Esa es la razón por la que teníamos
a William Powell y a Clark Gable. Powell era frío, todo un caballero. En
cambio, Gable era ardiente, un matón muy varonil. Cada uno de ellos atraía a un
tipo de mujer diferente, pero el atractivo de Gable era más universal, y esa es
la razón por la que fue una estrella más importante que Powell.» Mayer creía que, de todas sus estrellas,
únicamente tres eran actores magníficos: Spencer Tracy, Garbo y Marie Dressler,
y estaba especialmente orgulloso del primero. «La Fox le hacía interpretar
papeles de villano y jamás habría sido más que un buen actor de carácter si yo
no hubiera visto algo maravilloso en su rostro, algo más importante que sus dotes
interpretativas. »Le contratamos,
buscamos las historias adecuadas para él y se convirtió en la estrella Spencer
Tracy, no en el actor Spencer Tracy. Lo hicimos nosotros, no una escuela de
interpretación. Lo conseguimos con las historias que seleccionamos para él, con
las cámaras, la iluminación, la música y con un centenar de trucos.»
He aquí a L. B. en estado puro, en un monólogo
en el que se destierran los errores y se confiscan y personalizan los éxitos.
En muchos aspectos, es también la verdad.