El 30 de marzo de 1968, dos niños
que jugaban en un edificio desierto cerca de la avenida A en Nueva York, descubrieron
el cadáver de un hombre joven, rodeado de objetos religiosos y basura.
La policía registró el cuerpo y
comprobó que no llevaba ninguna identificación. Los forenses realizaron un
informe rutinario consignando que tenía huellas de pinchazos en los brazos y que
sus vísceras correspondían a las de un anciano más que a las de un hombre que
no parecía tener muchos más de 30 años. Se lo explicaron al recibir el análisis
de sangre con restos de metedrina.
Se le tomaron las huellas dactilares y fue
enterrado en Hart Island, más allá del Brorix, en una zona destinada a los
cadáveres sin identificar. Se tardó más de un año y medio en saber que habían
enterrado a Peter Pan.
“Fade out” y “fade in” 15 años
atrás, en 1953…
Bobby Driscoll era un jovencito
superdotado por su memoria prodigiosa y por un encanto personal imparable. Era
el niño favorito de Walt Disney. De hecho había sido el primer protagonista de
carne y hueso de la productora. Con “La canción del sur” el Estudio ganó mucho
dinero y con las que siguieron se reveló como una mina de oro. Bobby Driscoll no
solo conseguía interpretar niños reales y nada sabihondos o repelentes, además
tenía cualidades innatas para aquel trabajo.
Mirna Loy: «Tiene tal encanto que
si Don Ameche y yo no nos hubiéramos esmerado, el público miraría sólo al niño
y a nosotros no nos haría caso».
Ameche: «Tiene un gran talento.
He trabajado con un montón de niños actores en mi vida, pero ninguno tenía
tanto futuro como parece tener Driscoll».
Esto dijeron dos de los actores
adultos con los que compartió papeles y no eran los únicos porque recibió un
Premio Especial de la Academia al «actor juvenil más destacado de 1949.
En La isla del tesoro, filmada en
1950 por Disney en Inglaterra, Driscoll lograría una de sus actuaciones más
memorables, superior en todos los aspectos a la que del mismo papel hiciera
Jackie Cooper en la versión producida por la MGM en 1934. El entusiasmo de
Disney fue creciendo y Driscoll parecía querer realmente al tío Walt. Se dejaba
dirigir mejor que cualquier otro niño. En el estudio todo el mundo se deshacía
en alabanzas.
Cuando surgió la idea de hacer
“Peter Pan”, el mayor inconveniente era que Bobby no pudiera hacer de un dibujo
animado. Pero no solo puso la voz del personaje sino que su interpretación fue
filmada para llevarla al dibujo. A los pocos meses, como si Peter Pan hubiera
conseguido mantener su adolescencia infinita a costa de la de Bobby, alcanzó la
adolescencia y se le llenó la cara de granos- dejó de ser un niño encantador
para convertirse en un teenager arisco y peleón. Empezaron a escasear los
papeles. Tres años después de Peter Pan, Bobby cumplía diecinueve y se casaba.
Tuvo tres hijos, y el matrimonio terminó con una penosa separación.
Comenzaron una serie de
detenciones por consumo y tráfico de drogas. Vestido con unos tejanos y un
jersey sucio, lo arrestaron en su casa de Pacific Palisades. Todavía era un
joven muy apuesto.
La droga lo cambió. No se bañaba,
se le estropearon los dientes... Tenía un coeficiente mental altísimo, pero los
narcóticos le afectaron el cerebro. Después de tres años de ausencia, volvió a
la pantalla en 1958, en un film de serie B, “The party crashers” de Bernard
Girard. La co-estrella del film era Frances Farmer, lobotomizada para resolver
una enfermedad psiquiátrica con una técnica que se empleó durante algún tiempo
en los Estados Unidos, y que volvía torpemente al cine tras dieciséis años de
inactividad. Sería la última película para esas dos figuras trágicas. La
policía encontró heroína en su casa y lo encerraron en la cárcel por
drogadicto. Más tarde le detuvieron de nuevo acusado de agresión con un arma
mortal. Siguió rodando hacia abajo cada vez con mayor velocidad. A principios
de 1961, fue arrestado por atracar una clínica de animales. Ese mismo año
volvieron a detenerlo por falsificar un cheque robado y por varios delitos
relacionados con drogas. Fue enviado durante seis meses al Centro de
Rehabilitación para Drogadictos de la penitenciaría de Chino State. Estas
fueron sus palabras ante el tribunal: «Lo tenía todo... ganaba más de 50.000
dólares al año, me daban trabajo y buenos papeles. Entonces empecé a emplear
todo mi tiempo libre en pincharme. La primera vez que probé drogas tenía
diecisiete años... como no me faltaba dinero, compraba sobre todo heroína.
Ahora nadie quiere contratarme por mis detenciones. Espero ansiosamente los
próximos meses en Chino». Cuando lo liberaron, Bobby se esfumó. Anduvo de un
lado para otro hasta que por fin aterrizó en el bajo East Side de Nueva York,
en aquella época un paraíso infernal de drogas para hippies y yonquis. Para
entonces, era la estampa viva del freak siempre acelerado, que le robaba hasta
a los amigos.
Además de la heroína, Bobby podía
conseguir con facilidad la meta anfetamina Metredina. En terapéutica, la dosis
activa es de 3 miligramos, sin embargo, son fármacos tan poderosos que ningún
neófito necesitará más de dos o tres pastillas para exaltarse. Diez dosis
activas, 30 miligramos, - administradas
de una sola vez - producirán experiencias infernales a quien no las haya tomado
nunca, y a cualquiera que no haya desarrollado ya insensibilidad por previo
abuso. Los usuarios regulares llegan a administrarse medio gramo, cantidad
capaz de fulminar a cinco personas sin hábito. Aunque la tolerancia amplía
mucho el umbral de la dosis Bobby no lo resistió.
Diecinueve meses más tarde de que
su cuerpo fuese enterrado, varios ejecutivos de la Disney recibieron una
llamada telefónica de la madre de Bobby. El padre se estaba muriendo y quería ver
a su hijo. Había acudido al FBI para que la atendieran, pero en vano. Peter Pan
seguía sin aparecer. Gracias a los esfuerzos de la gente de Disney- y del
departamento de Justicia de Los Ángeles, se consiguió un examen dactilar y se
descubrió que el cuerpo hallado el año anterior- en Nueva York Y enterrado en
una fosa común era el de Bobby. Como Peter Pan, también se negó a crecer.