James Stewart Biografía
1908 a 1928: Casa y escuela
«Querido alcalde Thompson: Me sentí muy honrado
de recibir su amable carta. Creo que es una espléndida idea, y mi esposa y yo
nos sentiremos encantados de estar de vuelta en Indiana el 29 de mayo de 1983.
Sinceramente, James Stewart.»
Opúsculo de conmemoración del 75 cumpleaños
(B204)
Para celebrar la fiesta de su setenta y cinco
cumpleaños, Jimmy Stewart regresó a sus raíces: el condado de Indiana, en
Pensilvania. Sus antepasados figuraron entre los primeros colonos blancos de
esa comunidad, que se encuentra a unos ochenta kilómetros al nordeste de
Pittsburgh. De hecho, su padre identificó al pionero Fergus Moorhead como un
antiguo familiar; y hubo algunos más, varios de ellos retenidos cautivos por
los indios en los montes Allegheny. Los propios Stewart llegaron a los Estados
Unidos procedentes de Irlanda en 1785, y se establecieron primero cerca de
Gettysburg, para luego, diez años más tarde, trasladarse más hacia el oeste,
hasta Indiana.
Además de encontrarse entre los pioneros, la
familia Stewart puede alardear de una larga lista de guerreros patriotas.
Miembros pertenecientes a varias generaciones anteriores a Jimmy lucharon en la
Guerra de la Independencia, y otros más cercanos en la Guerra Civil. Por
ejemplo, su abuelo James M. Stewart sirvió en el cuerpo de transmisiones en las
batallas de Winchester, Fisher's Hill y Cedar Creek. Por parte materna, su
abuelo, el coronel Samuel M. Jackson, luchó también para la Unión, y más tarde
fue elegido tesorero de la Mancomunidad de Pensilvania para el periodo 1894-96.
Inspirado por esta tradición, el padre de Jimmy, Alexander, abandonó Princeton
para luchar en la Guerra Hispanonorteamericana; luego, regresó para servir en
la Primera Guerra Mundial.
El joven Jimmy no necesitó mirar más allá de su
familia para tener ejemplos de sus deberes con la patria; como tampoco tuvo que
buscar modelos de convicción e intensa fe religiosa. De hecho, para los
Stewart, la convicción se forjó entre las ramas del presbiterianismo hasta que
el clan se asentó al fin en la Primera Iglesia Presbiteriana de Indiana,
principalmente porque la congregación permitía los instrumentos musicales en
los servicios. La atracción hacia la música fue también importante para el
padre de Jimmy a la hora de elegir compañera. Admitió que desconocía hasta qué
punto sabía cocinar: «Pero -dijo-, muchacho, sabía tocar el piano.» Durante
muchos años, tanto el padre como la madre de Jimmy cantaron en el coro de la
iglesia (B241).
Alexander Maitland Stewart se casó con Elizabeth
(“Bess”) Ruth Jackson en la iglesia presbiteriana de Apollo el 19 de diciembre
de 1906. El 20 de mayo de 1908, en la casa del 965 de Philadelphia Street,
nació su primer hijo, al que se le impuso el nombre de James Maitland Stewart.
Le seguirían dos hijas: Mary “Dotie” Wilson Stewart el 12 de enero de 1912, y
Virginia Kelly Stewart el 29 de octubre de 1914. Poco antes del nacimiento de
la más pequeña, la familia se trasladó de Philadelphia Street -donde hay ahora
una placa conmemorativa- a la sección de Vinegar Hill de Indiana. En el 104 de
la N. Seventh Street se alza todavía la espaciosa casa de dos pisos donde Jimmy
Stewart pasaría su juventud y a la que regresaría después de la universidad y
de la guerra.
Aunque esa casa no era en absoluto una gran
propiedad, su tamaño sirve, sin embargo, para disipar algunos de los mitos del
chico-de-la-puerta-de-al lado respecto a su más famoso ocupante. El padre de
Jim, Alexander Stewart, era un graduado de la Ivy League, en una época en la que
pocos hombres podían aspirar a ir a la universidad. Esa educación fue
financiada por el negocio familiar, la ferretería propiedad del padre y del tío
de Alex hasta que el padre compró su parte al tío. Llamada en sus tiempos “The
Big Warehouse”, El Gran Almacén, la tienda pasó a llamarse J. M. Stewart &
Co. hasta que fue vendida en 1968. El opúsculo para la conmemoración en Indiana
del 75 cumpleaños de Stewart recuerda que «James siempre ha dicho que su padre
mantuvo el negocio de ferretería durante tanto tiempo porque pensaba que algún
día Jimmy necesitaría trabajar en algo “real” en vez de dedicarse a actuar»
(B204). El hecho es que la tienda prosperó y mantuvo a la familia Stewart en un
estilo de vida muy cómodo que incluyó escuelas privadas para sus hijos. A la
recia base académica y económica del padre puede añadirse la educación de la
madre: Bess Stewart también consiguió un título universitario, graduándose en
el Wilson College en Chambersburg, Pensilvania.
En esta historia de excepcional trasfondo educativo
y financiero no hay ninguna alusión de esnobismo para Stewart, ni de una
infancia mimada para su hijo; de todos modos, desde un principio los hechos
señalan a un no-Capresco James Stewart. Como escribió Stephen Franklin: «Ese
hombre es el general de brigada James Stewart, Cruz de Servicios Distinguidos
de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos, en la reserva, republicano
declarado, multimillonario esposo de Gloria Hatrick McLean, antiguo miembro de
la alta sociedad, y fideicomisario de la Universidad de Princeton, en cuya
institución, perteneciente a la Ivy League, se graduó en 1931, como su padre
antes que él. Nunca fue una persona rústica; nunca fue un vaquero apegado a su
silla de montar» (B160).
De todos modos, incluso esas medidas de éxito y
status deben de ser sopesadas contra la naturaleza eminentemente campesina de
la Indiana que recuerda Stewart: «Bueno, era una ciudad de quizá 3.400 ó 3.700
habitantes cuando me fui, una hermosa y pequeña ciudad con una escuela normal
en las estribaciones de los Allegheny» (B426). Incluso hoy, sin los esfuerzos
concomitantes de rusticidad, extravagancia o encanto, hay simplicidad en la
ciudad y autenticidad en los saludos que reciben incluso los forasteros por la
calle. De la misma manera, los recuerdos y la lealtad de sus conciudadanos con
respecto a James Stewart señalan a un ídolo y una celebridad no teñida por el
estrellato o el heroísmo. El laborioso, juicioso y exitoso James Stewart se ha
visto siempre contrapuesto, al parecer, al práctico, cálido y leal Jimmy. Su
antigua vecina Addie Rose identifica uno de sus principales valores -tanto de
Stewart como de Indiana- cuando lo describe como «el muchacho más firme que
jamás haya conocido» (B68).
Para su madre era “Jimsey”, y se ocupó de
criarlo y educarlo. Cuando murió, el 2 de agosto de 1953 a los setenta y ocho
años de edad, él estaba a su lado. Entre los muchos beneficios que otorgó a su
hijo figura una educación musical que le serviría de mucho en sus días
universitarios y, más tarde, le proporcionaría una fuente de relajación en los
descansos de los rodajes en los estudios de Hollywood. Muchas fotos familiares
de la casa y de los viajes de la familia a Canadá, al parque nacional de
Yellowstone y, por supuesto, a Washington, D.C., atestiguan la presencia y la
influencia de la madre en Jimmy. Hay también una foto que lo muestra
devolviendo parte de este afecto. Él y su madre están de pie delante de su casa
en Vinegar Hill mientras él le entrega a su madre su nuevo coche, un sedán
Packard de 1940, comprado en Galbreath Motors en Indiana (B242).
Ya de niño, Jimmy no tardaría mucho en mostrar
dos de las principales características de Stewart: espíritu pionero y
creatividad. A los cuatro años estuvo a punto de sufrir un grave acidente
cuando intentó “hacer volar” un automóvil de juguete desde el techo del
lavadero familiar. Ese ejemplo de atrevimiento constituye la primera entrega de
una larga lista de vuelos con aviones, primero de aeromodelismo y luego muy
reales. La aviación le fascinó de niño, y luego le sirvió como un instrumento
para su fama en combate y en el cine. La primera fase de su educación tuvo
lugar en la Escuela Modelo (hoy Escuela Universitaria), gestionada por la que
entonces recibía el nombre de Escuela Normal de Indiana y actualmente es la Universidad
de Pensilvania en Indiana. Además de dominar las tres R (lectura, escritura y
aritmética), Jimmy desarrolló también su talento como artista, una habilidad
que, tras sobrevivir a su flirteo con la ingeniería, le proporcionaría su
graduación como especialista... en arquitectura.
Aunque tanto la señora Stewart como la escuela
modelo tuvieron su influencia en el desarrollo del futuro actor, sus propias
referencias dejan claro que hubo un vínculo especial entre él y su padre que
duró toda su vida (Ver: B543, 544, 545). Las reflexiones sobre su padre son a
veces emotivas, a veces humorísticas, y siempre afectuosamente respetuosas.
Alex Stewart poseía una carácter en el cual su hijo podía ver tanto restricción
como libertad. Stewart reevocó para McCalls las historias de su padre sobre sus
«estragos» en Princeton y su lucha con los Rough Riders, el famoso regimiento
de caballería organizado por Theodore Roosevelt en la guerra
hispanonorteamericana. Jimmy recuerda también las fotos de «su cuadrado y joven
rostro a la vez beligerante y alegre, lleno de sed de aventura» (B543). Si bien
había una recia autoridad paterna, también había una relajación que permitió a
su hijo desarrollarse por sí mismo. Tres experiencias de juventud captan esta
combinación. A los diez años, cuando “Jimbo», como su padre lo llamaba, propuso
ir a África a capturar animales salvajes, el resto de la familia frunció el
ceño; su padre le ayudó a planificar el viaje y a construir las jaulas. Luego,
cuando Jimmy quiso matar a un perro del vecindario porque había matado a su
propio perro Bounce, su padre ató al perro y le tendió a Jimmy la escopeta. El
safari de “Jimbo” pasó a mejor vida en unos pocos días, y los lametones del
perro en la mano fundieron sus deseos de venganza. Lo que quedó en la mente de
Jimmy fue el grandísimo respeto que sentía hacia su padre, incluso desde que
era niño.
Dado su sentido del patriotismo, Alex respondía
evidentemente al de su hijo. Cuando el tren devolvía a casa el cuerpo del
presidente Harding, Jim propuso ir a la estación del ferrocarril a presentar
sus respetos. Pero la señora Stewart, pensando en la escuela, desechaba la
posibilidad de este viaje. Aun así, Alex despertó a su hijo, y a las 2:30 de la
madrugada recorrían en coche los treinta kilómetros para presenciar el paso del
tren. Cuando pasó, sus ruedas aplastaron dos centavos que Jimmy había puesto en
la vía y que él y su padre conservaron como recuerdos de aquel viaje.
Al Stewart octogenario le gustaba contar
historias de las debilidades de su padre, la mayoría de las cuales se refieren
a su inclinación a enfrentarse de cabeza a los problemas, a veces ante el
azoramiento de su hijo. Recuerda, por ejemplo, los servicios del domingo, y a
su padre dejando sobre el banco el libro de himnos y saliendo a la carga de la
iglesia para responder a los silbatos de los bomberos, y luego regresando
cuando el fuego estaba ya bajo control. Cuando Alex se realistó durante la
Primera Guerra Mundial, su hijo resultó beneficiado. «La interminable provisión
de máscaras de gas, cascos alemanes y espadas que su padre embarcó a Jimmie
(sic.) mientras estaba en Francia, inspiró a su hijo a escribir, producir,
dirigir e interpretar dos dramas en el sótano» (B216). A los diez años,
representó dos obras con títulos tan característicos como To Hell with the
Kaiser (Al infierno con el Káiser) y The Slacker (El prófugo), con el héroe
recibiendo una medalla (el tapón corona de una botella de soda) de las manos
del «general Pershing». Los vínculos con su padre se harían más y más fuertes con
los años hasta la muerte de Alex el 28 de diciembre de 1961, a los 89 años. El
día del entierro de su padre, Jimmy halló el otro de los dos centavos de la
excursión de Harding, que su padre guardaba en su escritorio en la ferretería.
Como muchos chicos de aquella época -pero más
proféticamente-, Jimmy se fabricó una radio de galena. Sus compañeros de
juventud incluían a Joe David y Hall Blair; y él y Bill Neff, más tarde un mago
profesional, presentaban espectáculos de magia para reunir dinero para la banda
de los Boy Scouts. En un temprano estallido de civismo, con un toque
republicano, Stewart redactó una composición de inglés urgiendo el apoyo a la
Cruz Roja, no como caridad sino como un programa de autoayuda. Citó un ejemplo
de este tipo de filantropía: «Al hombre se le conceden 35 dólares y es enviado
a la Allegheny Vocational School. Al ritmo de 5 dólares cada día de paga (o
sea, dos veces al mes), el hombre va devolviendo el préstamo.» A finales del
noveno grado Jimmy abandonó la Escuela Modelo, pero la recuerda con admiración,
y cree que podría «ser usada como ejemplo para todas las escuelas primarias de
hoy... Todavía creo que las relaciones estudiante-cuerpo docente que existían
en esa escuela eran de lo mejor que jamás he experimentado» (B204). En 1974,
Stewart regresó a aquel mismo lugar, convertido ya en la Universidad de
Pensilvania en Indiana, para recibir un doctorado honorario.
En 1923, Jimmy empezó sus años de escuela
preparatoria en la Academia Mercersburg, en la pequeña ciudad de Pensilvania
del mismo nombre. Por aquel entonces estaba dominando y perfeccionando su
manejo del acordeón, un instrumento que había llegado a la familia a través de
una deuda con la ferretería. En Mercersburg continuó sus trabajos de arte
durante todo el curso académico, corrió con el equipo de atletismo, jugó al
rugby como central, cantó en el coro y actuó en la obra “The Wolves”.
Durante los veranos trabajó en un par de
empleos, uno para el equipo de conservación de carreteras de la ciudad, cavando
y pintando líneas amarillas; el otro en el cine Strand, donde ayudó a Sam Gallo
en la cabina de proyección, poniendo en marcha el proyector, rebobinando las
películas y colocando el filtro verde sobre la lente para algunas escenas de
20.000 leguas de viaje submarino (B205). Raras veces estuvo empleado en la
ferretería, al menos hasta que obtuvo el carné de conducir y pudo entregar
pedidos (B426).
Con su entrada en Mercersburg, se fue alejando
cada vez más de su ciudad natal; con su graduación, sus años en Indiana estaban
llegando a su fin. Tras su marcha le seguiría su hermana Virginia: se casaría
con Alexis Alexander Tiranoff e iría a vivir a Nueva York hasta su muerte en
1972. Su hermana mayor Mary se casó con un compañero de la universidad de
Jimmy, el doctor Robert Moorhead Perry, ministro de la iglesia en el condado de
Bucks, Pensilvania. Murió el 14 de junio de 1977.
En 1928, junto con su padre, Jimmy inició la
búsqueda de una universidad. Su decisión pareció predestinada desde un
principio por las lealtades paternas. «Él se graduó en Princeton en 1898, y
estaba decidido a que yo fuera a Princeton...» (B426). Originalmente, “Jimbo”
deseaba entrar en la Academia Naval, pero Annapolis quedó a un lado en favor de
los centros de la Ivy League, con Princeton situada en primer lugar hasta el
final. Las habilidades de vendedor de su padre prevalecieron al fin, y Jimmy
entró con la promoción de 1932. Irónicamente, Stewart asistiría a la Academia
Naval en el filme de la MGM Cadetes del mar (Navy Blue and Gold, 1937), en un
papel en el que defendía a su padre de ficción, y que hizo que su padre
profesional, Frank Capra, se fijara en él.
Poco después de su llegada a Princeton como
especialista en ingeniería, Jimmy tuvo un mal tropiezo con el cálculo. Tal como
lo recuerda, «el profesor dijo: “O bien te sales de la ingeniería, o sales de
Princeton”» (B215). Durante un tiempo se dedicó a las ciencias políticas, y
evidentemente halló las exigencias de lectura muy superiores a su velocidad
como lector. Finalmente se decidió por el programa de arquitectura, donde, como
lo expresó un crítico, «adquirió con desgana su graduación en arquitectura»
(B68). Al final de su vida, aunque Stewart todavía parecía meditar sobre la
batalla perdida con las matemáticas, señalaba, sin embargo, que se graduó en
Princeton con honores y con una beca para los estudios posgraduados (B215).
Por diligente que fuera académicamente, Jimmy
Stewart disfrutó, sin duda, de todas las oportunidades que le ofrecía la
universidad, especializándose virtualmente en drama, arte, citas y deportes.
«Su compañero de estudios Ted Jones dice: «Elegimos a ‘Elmer’ para el equipo de
rugby pese a que el entrenador no lo quería..., era demasiado flaco, hacía que
el resto de nosotros luciéramos un aspecto estupendo» (B581). Más tarde, para
entrar en los partidos, se dedicó a actuar como animador del equipo, con
terribles resultados: cada vez que lo hacía, Princeton perdía.
Desde un principio Jimmy se sintió atraído por
el arte escénico, y junto con otros doscientos estudiantes intentó entrar en el
más antiguo grupo teatral de no graduados: el Triangle Club. Estuvo a punto de
no consiguirlo. «Le dieron a Stewart algunas líneas para que las leyera, pero
era tan tímido y callado que el Dr. Stuart le susurró a Wade: “No puedo oír las
frases de ese tipo”» (B334). De hecho, el que tocara el acordeón fue lo que le
permitió unirse a la gira del club como actor especialista..., sin diálogo.
El Dr. Donald Clive Stuart era el director del
club, pero el peso de la producción recaía en los estudiantes. Muchos se
estaban preparando para iniciar una carrera en Broadway y en el cine. Josh
Logan, Myron McCormick, Alfred Dalrymple, Norris Houghton y José Ferrer fueron
algunos de los contemporáneos de Stewart que más tarde tuvieron éxito en el
mundo del espectáculo. Las obras del Triangle se estrenaban en el campus, y
luego se lanzaban a la carretera con giras por pequeñas localidades y una
elaborada publicación del programa y las partituras para cada uno de los
musicales. Para su última producción en Princeton, Josh Logan escribió “The
Tiger Smiles” (1930) y afirmó que «el papel protagonista juvenil fue escrito
para James Stewart, con su curiosa forma de hablar arrastrada típica de
Pensilvania en mente... Stewart, larguirucho como era, resultaba hilarante cantando
y bailando “On a Sunday Evening”, que escribí especialmente para él. Daba
respingos mientras cantaba mis trilladas melodías» (B315).
Ese espectáculo llamó la atención de la revista
“Time”, que publicó una crítica en la que incluía una foto del joven protagonista,
James Stewart, captada en mitad de una canción. Viendo una producción anterior
del Triangle, Bill Grady, el director de reparto de la MGM, observó,
refiriéndose a Stewart: «De los treinta y dos muchachos vestidos como damas del
coro, él era el único que no hacía nada de una forma tranquila» (B215). Dados
los humildes chistes del propio Stewart acerca de su voz, puede parece
sorprendente pensar en él cantando en un musical. De hecho, era el vocalista
del campus, y cantó con la banda de José Ferrer “The Pied Pipers” en varias
poblaciones alrededor del área de Princeton y en una grabación. En una cara del
disco está “Sweet Georgia Brown”; en la otra hay una composición de Ferrer:
“Los Comes But Once”, con Jimmy como vocalista. «La calidad de la actuación
musical es excelente para una banda de baile de no graduados de aquellos días»
(B127).
El programa de la producción “Spanish Blades”
(1931), menciona a Stewart como vocalista, su calidad de miembro del Charter
Club (el equivalente en Princeton de una fraternidad) y, sorprendentemente, el
hecho de ser jefe de animadores del equipo de rugby. Además de las producciones
del Triangle, Jimmy también intervino en los dramas más serios producidos por
otro grupo de Princeton: “Theatre Intime”. También actuó como director de
escena para “The Artist and the Lady”, con una nueva actriz en el principal
papel femenino: Margaret Sullavan. Josh Logan la había reclutado de los
University Players, una compañía de verano formada principalmente por
estudiantes de la Ivy League y otras universidades y situada en Falmouth,
Massachusetts. Stewart protagonizaría más tarde cuatro filmes con Margaret
Sullavan, que le precedió a Hollywood. De Jimmy, al que estaba reclutando para
que se uniera a la compañía de Falmouth, Logan observó: «Nuestro torpe muchacho
no sólo consiguió un B.S. (una Licenciatura en Ciencias) cuando se graduó, sino
también un A.B... un Acting Bug (un Bicho de Teatro)» (B5).
1932-1935: Los años del teatro
«...Le miré y me senté allí, sacudiendo la
cabeza y preguntándome: “¿De dónde ha salido? ¿Cómo demonios ha conseguido ser
tan bueno”» (...) Allí estaba yo, gastando la suela de mis zapatos intentando
abrirme camino en el teatro, y ese tipo desganado, Stewart, simplemente parecía
haber caído en él.»
Henry Fonda (B6).
Con la universidad a sus espaldas, James Stewart
tenía tres elecciones: continuar su educación en la escuela universitaria de
graduados, regresar a Indiana y a la ferretería, o unirse a los University
Players. Una carrera como arquitecto en mitad de la Depresión quedaba tachada
de económicamente poco segura. Sólo tenía que elegir entre ser un bicho de
teatro o ir con su padre. De una forma casual, puede que Jimmy decidiera
posponer su decisión antes de empezar a vender clavos. No obstante, la lealtad
hacia su padre hacía más difícil la elección. «Cuando me gradué en la
universidad y fui al teatro, se sintió profundamente decepcionado. No era sólo
que había esperado que yo me uniera a él en la ferretería, aunque evidentemente
eso era cierto, sino que nunca consiguió ver la carrera de actor como un
trabajo adecuado para un hombre adulto» (B543). De nuevo, sin embargo, el
respeto del padre hacia el sentido de aventura de su hijo prevaleció, y James
Stewart partió hacia Falmouth.
Aunque la experiencia de Princeton le
proporcionó algunas credenciales dentro del mundo del teatro, Jimmy fue bien
recibido por los demás actores -principalmente- porque «era un “buen tipo”, y
su incuestionada virtuosidad con el acordeón hacía de él un valioso añadido al
espectáculo de la hora de la cena en el salón de té. En realidad lo que
contratamos fue su acordeón» (B233). Dado el buen juicio que demostraron más
tarde en sus carreras como productor y escritor, no parece que Bretaigne
Windust y Eric Barnouw estuvieran muy acertados, en esta ocasión al menos,
según los recuerdos de Stewart de sus actuaciones con el acordeón: «El que los
clientes no fueran demasiado apreciativos es una forma suave de decirlo..., se
mostraban declaradamente hostiles. Más de uno me dijo que dejara de tocar»
(B5).
Pese a todo, Jimmy consiguió un lugar en la
compañía, justo cuando Henry Fonda, insatisfecho con la dirección, se marchaba
por su cuenta. Por fortuna, Stewart no tardó en acomodarse perfectamente al
escenario. Como recuerda Josh Logan: «Nuestro estreno en junio de 1932 fue la
comedia satírica sureña de Booth Tarkington “Magnolia”, con el recién llegado
Jimmy Stewart aullando cómicamente en ella como un flaco patán sureño. Más
tarde, en “It's a Wise Child...”, demostró ser un excelente actor, honesto y
con talento» (B314). Estas actuaciones fueron seguidas rápidamente por
apariciones en “Goodbye Again” y en “Carry Nation”, en la cual interpretaba
cuatro papeles: «un alguacil, un miembro del comité de vigilantes, un
transeúnte inocente y un jardinero de color» (B5).
A finales del verano de 1932, los University
Players se encontraban bajo los auspicios del productor Arthur J. Beckhard, que
vio en “Carry Nation” la oportunidad de presentar a la compañía y, no por
coincidencia, a su esposa, al público de Broadway. Merecidamente, la obra bajó
el telón después de unas escasas treinta y una representaciones, dejando a los
actores sin trabajo. Henry Fonda recuerda a su compañero de habitación James
Stewart preparándose para abandonar el mundo del espectáculo: «...Jim se
preparó para volver a casa, en absoluto desalentado. Podías ver que anticipaba
ya las historias que iba a poder contarles a su familia y amigos. Había estado
en una obra en Broadway» (B3). En cierto modo, Beckhard se redimió encontrando
trabajo para la mayor parte de los actores en el escenario o entre bastidores
en la producción “Goodbye Again” (1932). La actuación de Stewart llamó la
atención del crítico del “New York Sun”, Richard Lockridge, que escribió:
«Parece apropiado decir algunas palabras sobre James Stewart, un actor que, en
esta loca pieza, permanece en el escenario exactamente durante tres minutos y
no habla más de ocho líneas. Sin embargo, antes de que este caballero salga de
escena, crea una definida impresión en el público porque les hace reír con
fuerza» (29 de diciembre de 1932). “Goodbye Again” se mantuvo en cartel durante
212 representaciones, y gracias a los 35 dólares a la semana que ganaba Jimmy y
los 30 que ganaba Myron McCormick, ambos pudieron encontrar, junto a Josh
Logan, un apartamento, al que Henry Fonda, que se les unió más tarde, apodaría
«Casa Gangrena» (B452).
El grupo tuvo que enfrentarse a los problemas de
la comunidad -un vecindario de prostitutas y gángsters- y a las crisis de
alojamiento relacionadas con su profesión: el habitual desempleo de Fonda y el
voraz apetito de Stewart (B452). El éxito de “Goodbye Again” impidió que Jimmy
hiciera las maletas para volver a casa, pero el empleo no era seguro. En 1933
se trasladó a Boston como director de escena para la producción de Jane Cowl
“Camille”.
Cuando no había trabajo para ayudar a pagar el
alquiler, los compañeros de apartamento -más Burgess Meredith- organizaban «El
club del jueves por la noche». En un local alquilado, Fonda cocinaba y, por un
dólar, los “clientes” podían obtener sus bistecs, cerveza ilimitada y
diversión, a menudo proporcionada por Benny Goodman. Recordando estas veladas,
Myron McCormick dijo: «Su propósito predominante (...) era jugar al póquer.
Pero la mayoría estábamos sin un centavo y nos limitábamos a bromear por ahí. A
Jimmy le encantaba cantar “Ragtime Cowboy Joe” y “Minnie from Mars”» (B5).
Destinadas muy pronto a convertirse en celebridades, Helen Hayes, Katherine
Cornell, Margaret Sullavan y Mildred Natwick figuraban entre los muchos
visitantes de estas reuniones (B3).
Tras “Goodbye Again”, Stewart obtuvo un pequeño
papel en otra comedia, “Spring in Autumn” (1933), con puesta en escena de
Bretaigne Windust. La corta carrera de esa obra fue seguida por otra breve
estancia en Broadway con la obra de S. J. Perlman “All Good Americans” (1933).
El reparto, incluido Stewart, obtuvo mejores críticas que la obra -«...otro
americano en París» (New York Herald Tribune, 5 de diciembre de 1933)-, cuyo
cierre se produjo tras sólo treinta y tres representaciones. En 1934, James
Stewart estaba convencido de que era un actor. En una biografía no publicada
observó: «Aparecer en “Yelloy Jack” me persuadió de que realmente deseaba
seguir la carrera de actor. Antes de eso sólo había estado jugando con ello.
Pero el papel de sargento O'Hara fue tan potente, la experiencia tan tremenda,
que tomé la decisión. Por primera vez borré de mi mente el pensamiento de
volver a una mesa de arquitecto» (B47).
Varios críticos destacaron la actuación de
Jimmy, con alabanzas especiales de Brooks Atkinson en el “New York Times” y
Robert Garland en el “New York Herald Tribune”: «James Stewart se anota un
nuevo tanto» (7 de marzo de 1934). Lo más importante fue que el cazatalentos de
la MGM Bill Grady estaba entre el público; sus notas señalaron: «Su acento no
le hace mucho favor, pero es convincente« (B215). En otoño de 1934 apareció en
la obra de corta vida “Divided by Three”, con Judith Anderson, aunque fue él, y
no ella, quien consiguió las mejores críticas. El crítico de “Los Angeles
Times” dijo que la actuación de Stewart «proporciona a la obra su mayor ímpetu.
El retrato extremadamente sensible, compasivo e inteligente de ese muchacho
(...) conduce a la pieza fuera de su estancamiento...» (8 de octubre de 1934).
En noviembre, “Page Miss Glory” inició un periplo de sesenta y tres
representaciones.
En medio de todas estas apariciones en el
escenario, Jimmy había hecho una prueba para los estudios de la Fox, y mientras
representaba su repertorio de verano en el Locust Valley Theatre de Long
Island, participó en su primer filme, una comedia de dos rollos de la Warner
Bros., Art Trouble. Mientras tanto, su compañero de cuarto Henry Fonda se había
trasladado a Hollywood; ese ejemplo, además del incentivo proporcionado por su
actuación en “A Journey by Night”, inspiró la decisión de Stewart de seguir el
camino de Fonda. La obra recibió duras críticas, Stewart se vio lastrado por su
papel de un austríaco y el telón cayó definitivamente tras sólo siete
representaciones. A instancias de Bill Grady, Jimmy firmó un contrato con la
MGM por 350 dólares a la semana durante siete años, renovable cada seis meses
(B3). De James Stewart, Grady dijo más tarde: «Es el único actor con el que me
asocié en cincuenta y cuatro años.» Para Stewart, Bill Grady se convirtió en el
amigo más cercano en Hollywood (B216). Los términos del contrato tuvieron
también un impacto significativo en la carrera de Stewart en la posguerra y,
por extensión, en la historia del cine norteamericano.
1935 a 1941: Hollywood. Los años de los estudios
«El hacer películas era (...) era más excitante
en los viejos tiempos (...) era más divertido. Y los grandes estudios tenían
mucho (sic.) que decir a la hora de generar esa excitación...»
James Stewart (B54)
En esta etapa, Jimmy Stewart y Henry Fonda
compartieron de nuevo apartamento y edificaron otro amplio arsenal de
historias. Entre estas anécdotas increíbles estaba su intento de ganar peso
bebiendo como desayuno un ponche de huevo y leche con coñac, e incrementando
cada vez más la proporción de este último. También estaba el supuesto plan de
cavar bajo la verja que separaba su casa de la de Greta Garbo. Finalmente
estaba la invasión de los gatos, una treintena de ellos..., todos salvajes.
Para resolver este problema, Jimmy aplicó una fútil tesis princetoniana: pintar
un gato de púrpura para echarlos a todos. Se quedaron y maullaron más fuerte
que nunca. En pocas palabras, los aposentos de Brentwood supusieron la
continuación de la camaradería iniciada en Falmouth, continuada en Manhattan y
perfeccionada en Hollywood. Esta amistad creció con el tiempo, con Stewart y
otros inquilinos, John Swope y Josh Logan, haciendo de padrinos de los hijos de
Henry: Jane y Peter Fonda.
En cuanto a su carrera cinematográfica, Stewart aterrizó
en los megaestudios en la Edad de Oro de Hollywood. Bajo el atento ojo de Louis
B. Mayer, la MGM medraba en el monopolio vertical que controlaba la producción,
distribución y exhibición cinematográficas, sin mencionar a los actores. En su
capítulo sobre los estudios, John Baxter concluye: «El más grande de todos los
estudios era la Metro-Goldwyn-Mayer. Era el más rico, el más grande, el más
productivo (...) En su momento de mayor gloria, los veintidós estudios de la
Metro y las cuarenta hectáreas de extensión de sus platós producían cuarenta y
dos filmes al año, la mayor producción de cualquier estudio en la historia del
cine» (B32).
Controlando las producciones estaban los
asociados de Mayer, Robert Rubin y el “chico maravilla de Hollywood”, Irving
Thalberg. Para dirigir sus películas, podían llamar a algunos de los mejores
especialistas en el negocio: Clarence Brown, Sidney Franklin, Jack Conway y
Victor Fleming. Éstos, a su vez, estaban apoyados por un conjunto de técnicos
igualmente dotados, como el diseñador de decorados Cedric Gibbons, el ingeniero
de sonido Douglas Shearer y los cámaras William Daniels, Karl Freund, Harold
Rosson y George Folsey. Todos juntos proporcionaban a los filmes de la MGM ese
brillo especial que caracterizaba sus producciones.
Lo que más importaba al público, sin embargo,
eran las estrellas, y en este apartado había un amplio glamour sobre el que
enfocar ese interés. En la nómina de estrellas femeninas estaban Greta Garbo,
Norma Shearer, Joan Crawford, Jean Harlow y Myrna Loy. Los estudios
estaban también repletos de actores
masculinos llenos de talento como
Wallace Beery, Lionel Barrymore, Clark Cable y Spencer Tracy en primera línea,
y Robert Montgomery, George Murphy, Robert Young, Robert Taylor y varias
docenas más entre bastidores. La longitud y la variedad de esta lista hace
plausible las vacilaciones de la MGM acerca de cómo emplear a James Stewart.
«No sabían qué hacer con él» (B471).
Como muchos neófitos, Jimmy empezó en uno de los
productos característicos de los estudios, un corto de Chick Sale: Important
News, donde representaba a un reportero novato. Gracias a un persuasivo Bill
Grady y al sentido del humor del productor Henry Rapf, Stewart, con su metro
noventa de estatura, obtuvo el papel de “Shorty” (Bajito), otro reportero
novato, en La voz que acusa (Murder Man, 1935). Secundario y de escasa
importancia, el papel recibió, sin embargo, todo su entusiasmo y el respaldo
del astro Spencer Tracy. «Le dije que olvidara que la cámara estaba allí, y que
eso era todo lo que necesitaba. En su primera escena, demostró que tenía todo
lo que hay que tener» (B402). Más sustancioso fue su siguiente papel, el
hermano de Jeanette MacDonald en Rose Marie (1936). Aunque su aparición en la
pantalla fue breve, impresionó al crítico del “London Observer”, que definió al
joven actor con las siguientes palabras: «Alto, de maneras secas, muy parecido
a nuestro Raymond Massey» (B1).
Hubo un lapso de tres meses entre estas dos
películas. En este tiempo, el aprendizaje de Stewart de las técnicas de
interpretación cinematográfica recorrió toda la escala del entrenamiento de los
estudios. «Siempre estabas haciendo algo: si no rodabas una película,
trabajabas en el gimnasio o hacías una prueba con alguien o tomabas lecciones
de canto...» (B53). Mientras tanto, en la Universal, una amiga del Triangle y
de los días del teatro universitario, Margaret Sullavan, estaba defendiendo su
causa y creando su primer “intercambio” en Hollywood. Margaret insistió en que
la Universal consiguiera a Jimmy Stewart para su próximo filme, Cuando volvamos
a amarnos (Nex Time We Lowe, 1936). Stewart recuerda, además, que alguien le
dijo: «...que se le cedía a los estudios Universal para hacer una película a
fin de que la MGM pudiera usar los decorados de una calle que la Universal
había construido en su patio de atrás...» (B235).
Aunque el filme era un folletín lacrimógeno,
gracias a él pudo Jimmy pasar del anonimato de “promesa juvenil” al nivel de
futura estrella. La crítica de “Time” resaltó la emergente personalidad de
Stewart: «Un ciudadano sólido, práctico, abocado a su carrera y haciendo su
vida feliz» (10 de febrero de 1936). Más aún, incluso en esta primera fase, la
huella de Stewart estaba presente en el filme: «La credibilidad» que «llega a
retazos, a pequeños fragmentos» (B235). En el “New York Herald Tribune”, Watts
observó: «Raras veces dejas de creer que esta gente existe realmente» (31 de
enero de 1936). En medio de la más profunda depresión del país, se exhibía
ahora esta combinación del creíble «ciudadano práctico», en suma el héroe
anónimo, James Stewart.
En la simplificación de la memoria, Jimmy
siempre será larguirucho, incluso un poco desgarbado; sus apariciones no
tendrán la apostura de Robert Taylor, de Robert Young, mucho menos de Cary Grant.
En cambio, era una versión tardía del Gary Cooper más americano. En una época
en que el país necesitaba un ídolo de la pantalla que no estuviera subido a un
pedestal, Stewart vino a ocupar este papel. El actor acentuaba su aspecto
cotidiano con su jerga de Pensilvania, y su voz arrastrada y tartamudeante le
acercaba al público en los asientos del cine. En una entrevista de “Los Angeles
Times”, Cary Grant observó: «Hablando cínicamente, James tuvo el mismo efecto
en las películas que tendría Marlon Brando unos años más tarde.» En ese mismo
artículo, George Stevens citó «una especie de inarticulación específica» (2 de
marzo de 1976). Lo cierto es que el habla balbuceante y las actitudes
desmañadas le aproximaban al público y hacían que su actuación fuera creíble.
Tras su primer papel protagonista, y pese a las
sacas de correo de los fans, la MGM relegó a Stewart a papeles de apoyo en sus
siguientes dos filmes: Entre esposa y secretaria (Wife Versus Secretary), con
Clark Gable y Jean Harlow, y Una chica de provincias (Small Town Girl), con
Janet Gaynor y Robert Taylor. Estaba aprendiendo el oficio con toda su alma:
ocho películas en 1936. «Fue el mejor campo de entrenamiento del mundo, como un
enorme teatro de repertorio» (B1). Para Entre esposa y secretaria, Harlow y
Stewart tuvieron que practicar la escena del beso, y para él la explosiva
actriz fue una profesora sin par en el arte. «Cuando finalmente la rodamos, yo
era un actor realmente exhausto» (B1). También olvidó algunos de sus diálogos.
Aunque la crítica de “Picturegoer”
calificó Una chica de provincias como una «vieja historia», consideró que James
Stewart era «particularmente bueno como el amante campesino de la heroína»
(recorte sin fecha en los archivos de la Academia Cinematográfica). Todo iba sobre
ruedas. Los estudios lo emplearon también para la publicidad de preestrenos de
nuevos filmes de la MGM a través de apariciones por radio. Poco después de sus
primeras actuaciones dramáticas en la radio, Jimmy escuchó una grabación de sí
mismo y preguntó a los que le rodeaban: «¿Por qué sueno tan malditamente
lento?» (B561).