Una de las anécdotas que más se ha repetido
es la frase que Tony Curtis
dedicó a Marilyn: “Besarla, era como besar a Hitler”, indicando que a nadie le podría apetecer una cosa
semejante conociendo a la persona en vez de a los personajes adorables y
sensuales que interpretaba.
Incluso se ha publicado la respuesta de Marilyn cuando se lo contaron:
«Bueno, creo que ése es un problema de él», si
tengo que representar escenas de amor con alguien que piensa eso de mí, entonces tiene que entrar en juego mi
fantasía... En otras palabras, debo
prescindir de él y contar con mi fantasía. Él nunca estuvo allí.»
Si creemos al propio Curtis,
y no parece haber motivo para que mienta muchos años después, en una larga
entrevista para incluir en el DVD de la película, uno de los comentarios más
populares y ácidos sobre “Con faldas y a lo loco”, es falso, porque jamás dijo
algo semejante.
El estado de Marilyn
en aquel año de 1958 era difícil y la vuelta de la rubia platino al cine
concentró toda la atención sobre el rodaje y la película.
En los dos últimos años se había alejado del
cine, había intentado huir de la imagen de chica mona y tonta, había dado
clases por el método Strasberg para mejorar sus
interpretaciones, estaba casada con Arthur Miller, uno de los intelectuales más brillantes pero que en
esos momentos pasaba apuros económicos y dudaba de su capacidad para salir
adelante como escritor.
Marilyn aceptó el proyecto, los cien
mil dólares del contrato le parecieron necesarios, y se trasladó de Nueva York a Hollywood, para llevarse una primera sorpresa. Durante
seis años, todas sus películas habían sido rodadas en Technicolor; como ese
detalle figuraba en su contrato con la Fox, Marilyn suponía que “Con faldas y a lo loco” también sería
una película en color (aunque ésta era para United
Artists). Pero Wilder le
explicó que no, que esta película debía ser rodada en blanco y negro, porque de
lo contrario el maquillaje de los dos hombres vestidos de mujer resultaría
absurdamente llamativo y nada convincente. Marilyn no
se convenció de esto hasta que hicieron una toma de prueba, y quedó claro. A
partir de ese momento, comenzó el rodaje con optimismo y todos se sintieron
casi eufóricos.
Wilder
notó que Marilyn había madurado como actriz, dijo que
tenía “un instinto natural para decir sus frases, y una misteriosa capacidad de
transmitirles fuerza”. Pero pronto comenzaron a darse cuenta de que no sería
fácil.
Los Strasberg le habían enseñado en la Academia de Actores, que ya era el templo de
muchos grandes como Brando, que se debían repetir las cosas hasta que tuviera
la convicción de que le salían bien. Marilyn pedía
una toma y otra y otra..., haciendo las cosas una y otra vez, el presupuesto empezaba a
subir como un cohete, las relaciones entre los miembros del reparto se
deterioraban, y Wilder estaba al borde de una crisis
nerviosa. “A decir verdad, ella era
imposible... sí, el producto final valió la pena... pero en ese momento
no estábamos convencidos de que fuera a existir un producto final.
Jack Lemmon
y Tony Curtis, con quienes Marilyn interpretaba casi todas las escenas, empezaron
a sentirse cansados y molestos
después de varias tomas de la misma secuencia, cada vez que Marilyn
seguía interumpiendo furiosa o irritada porque había
dicho mal una palabra, o más frecuentemente, porque estaba convencida de que podía interpretar la escena mucho mejor.
Lemmon lo recuerda así: “Nada surtía
efecto hasta que ella se convencía de que
había salido bien. Simplemente decía una y otra vez: "Lo siento,
tengo que volver a hacerlo." Y si Wilder intentaba
decirle algo en ese momento… ", entonces ella respondía: "Espera un
momento, Billy, ahora no me hables o olvidaré cómo
quiero hacerlo." Eso me puso los nervios de punta más de una vez”. “Nadie
podía recordarle que existía un compromiso profesional y un trabajo que hacer
en un tiempo concreto. Ella no podía hacerlo hasta que estaba preparada”.
Si la calidad de un
actor profesional se midiera por su eficacia interpretando sin dudas ni
errores, Marilyn no podría ser considerada una buena
actriz, porque en demasiadas ocasiones tenía que interpretar la escena muchas veces para lograr que su
fantasía le resultara convincente a ella misma.
La secuencia del beso con Tony
Curtis fue una de ellas. Se llegó al punto en que Curtis tenía los ojos vidriosos y estaba ronco y agotado,
precisamente cuando Marilyn se iluminaba, fundiéndose
«orgánicamente» —como a ella le gustaba decir con el personaje.
Ella justificaba su demanda de múltiples
tomas diciendo que con cada una se estaba «relajando un poco más... y lo haré
mejor en el próximo intento». No admitía que en la raíz de esta situación no
sólo se encontraba su inseguridad sino también el terror de estar otra vez en
Hollywood; tenía miedo de que todo aquello
por lo que había trabajado desapareciera, de que retrocediera para ser pasada
por alto y maltratada por el mismo sistema que una vez había abandonado
tan valientemente.
A Marilyn le parecía, como le comentó tiempo después a un amigo, que al interpretar el papel de Sugar Kane había vuelto
exactamente al tipo de papel que la había apartado de Hollywood
Ese otoño, durante el rodaje de los
exteriores en un hotel a dos horas de Los Angeles, el
ambiente se volvió tenso. «Arthur le comunicó a Billy Wilder que a Marilyn sólo le permitiría trabajar por las mañanas. Dijo –según
Wilder-, que estaba demasiado agotada para someterse
al trabajo al aire libre bajo el sol de la tarde. « ¿Por la mañana? ¡Si nunca
aparece hasta después de las doce! ¡Arthur, tráemela
a las nueve y podrás llevártela a las once y media!» Trabajábamos con una bomba
de relojería, llevábamos veinte días de retraso según el programa previsto, y
sabe Dios cuánto nos habíamos excedido del presupuesto, y ella tomaba montones
de pastillas. Pero trabajábamos con la Monroe, y
ella era una rubia platino..., y no sólo era el pelo, ni su éxito de taquilla.
Lo que se veía en la pantalla no tenía precio.
La razón de la exigencia de Arthur era sencilla: a finales de octubre, los Miller se enteraron de que Marilyn
estaba otra vez embarazada. Afortunadamente ya se habían rodado las escenas
más agotadoras, y la filmación de “Con
faldas y a lo loco” se completó el 6 de noviembre.