Cushing, Peter
Surrey (Reino Unido), 26 de mayo de 1913
Kent (Reino Unido), 11 de agosto de 1994
Excelente actor de reparto, el que habría de ser el mejor barón Frankenstein de toda la historia del cine
sintió a temprana edad la vocación interpretativa. Alentado en dicha inquietud
por su tía favorita, una actriz teatral, el joven Cushing ya participaba en
grupos teatrales amateur mientras asistía a la escuela. Ya instalado en
Londres, asiste Guildhall School of Music and Drama y, a partir de 1935, se
emplea como actor de reparto en los escenarios del West End londinense.
En 1939 viaja a Hollywood y
debuta como doble de luces de Louis Hayward en una versión de El hombre de la
máscara de hierro, que dirige su compatriota James Whale -¡casi nada!- ese
mismo año. Idéntico interés presentan sus intervenciones como actor episódico
en algunas comedias protagonizadas por Stan Laurel y Oliver Hardy entre las que
sobresale Estudiantes en Oxford (Alfred J. Gouling, 1940). Tras ponerse a las
órdenes de George Stevens –Vigil in the Night (1940)-, Frank Lloyd –The
Howard’s of Virginia y Whale de nuevo –They Dare Not Love (1940)- se traslada a
Nueva York y debuta en los escenarios de Broadway.
De regreso a Inglaterra en 1941
se emplea como miembro de un servicio de espectáculos destinado a distraer a
los combatientes. Acabado el conflicto vuelve a ser admirado como actor de reparto
en el West End londinense. Aquellos aplausos le valen ser reclamado por
Laurence Olivier para interpretar al Osric de Hamlet (1948). No obstante la
altura de la cinta, Cushing se ve relegado a trabajar en la televisión durante
los siguientes cuatro años antes de que John Huston le confíe el Marcel de la
Voisier de Moulin Rouge (1952). En el 55 da vida al Henry Miles de Vivir un
gran amor, de Edwrd Dmytryk; en el 57 al Jeremy Clayton de Time Whitout Pity,
de Joseph Losey.
Ya convertido en un rostro popular
merced a sus constantes apariciones en las distintas series de televisión que
protagonizan la antena de la época, la Hammer repara en que su pose
autoritaria, llegado el caso incluso siniestra, le convierte en el personaje
ideal para encarnar al barón Victor Frankenstein. Será el personaje de su vida.
En las seis ocasiones que lo recreará, envejecerá con el moderno Prometeo. Del
espíritu infatigable, no obstante su quimera, de La maldición de Frankenstein
pasará a la indolencia escéptica de Frankenstein y el monstruo del infierno.
Entre ambos, Cushing ofrece toda una serie de matices que van desde los atisbos
de bondad de Frankenstein creó a la mujer a la exaltación de perversidad de El
cerebro de Frankenstein.
Pero además de esa capacidad
para la expresión exacta de toda la gama de perversiones por las que pasó el
barón a lo largo de su periplo de diecisiete años detrás de su abominable
utopía, también hubo un Cushing capaz de comunicar toda la rectitud precisa
para la lucha contra las fuerzas de la oscuridad. Esta otra faceta del actor
que es uno de los principales iconos de la Hammer también presento matices.
Desde el puritanismo exacerbado del Gustav Weil de Drácula y las mellizas hasta
la abnegación y sincera bondad del profesor Van Helsing hay mucho trecho. Dicho
recorrido pasa, entre otros héroes a cual más esforzados, por el Sherlock
Holmes de El perro de los Baskerville, el John Banning de La momia y el Holly
de Ella.
En efecto, el plantel de héroes
encarnados por Cushing fue mucho más grande que el de villanos. Quienes
detestan el cine de terror por parecerles poco elevado se quedan con Holmes
puestos a elogiar el buen hacer de Peter Cushing. Particularmente, sin que ello
signifique desdeñar en modo alguno su creación del detective de Baker Street, nos
quedamos con el doctor –o profesor dependiendo de la cinta que se trate- Van
Helsing… Y con Frankenstein, por supuesto.
Mediados los años 70, ya
finiquitada la nunca bien ponderada labor de los estudios ingleses por el cine
fantástico –Cushing también se prodigo en la Amicus- siguió siendo un referente
fundamental del género. De ahí que George Lucas le confiara el Moff Tarkin de
La Guerra de las Galaxias (1967).