CaponevisitaHollywood

 


 

Una noche, en 1917, tuvo lugar un incidente que, aunque entonces fue insignificante, acabaría provocando una grieta —y, finalmente, un cisma— entre los gánsters de Chicago y los de Nueva York. Al final, las secuelas todavía serían patentes veinte años después en Hollywood, cuando los grupos rivales lucharon por el control de la industria cinematográfica por parte del crimen organizado.

A pesar de su imponente nombre, el bar-restaurante Harvard Inn, en Coney Island (Nueva York), era un establecimiento modesto. El nombre era una alusión irónica a un restaurante rival, el College Inn, cuyo pianista, Jimmy Durante, tocaba para su bailarín de Charleston, el residente George Raft. El Harvard Inn era un anodino bungalow en Seaside Walk. Su característica más interesante era el bar, que medía seis metros de largo y recorría la longitud de toda una pared. También había una pequeña sala de baile con espacio para una banda. Francesco Ioele, más conocido como Frankie Yale, era el propietario del restaurante. Yale era un gánster que había estado involucrado en varios proyectos, incluyendo un negocio de lavandería y una empresa de fabricación de cigarros —amenazando a los tenderos a menos

que vendieran sus cigarros.

Esa noche, su barman, gorila y factótum de diecisiete años estaba sirviendo una mesa ocupada por una pareja de más o menos su misma edad. Su trabajo también consistía en dar palizas a las prostitutas que no reportaban dinero suficiente al restaurante. Alphonse Capone había estado trabajando en el Harvard Inn durante un año aproximadamente. No podía sacar los ojos de la chica. Ella era italiana y con una figura preciosa. Merodeó cerca de la mesa hasta que finalmente se inclinó y dijo: «Cariño, tienes un culo muy bonito y lo digo como un cumplido». Inmediatamente, el hombre que estaba sentado al lado de ella se levantó. Era el hermano de la chica y

estaba borracho. Frank Gallucio no iba a permitir que nadie insultara a su hermana. Gallucio le dio un puñetazo a Capone. El golpe lo enfureció, pero entonces Gallucio sacó una navaja de diez centímetros de su bolsillo. Los otros clientes se fueron. Gallucio le rajó la cara a Capone tres veces. Había sangre por todas partes. Gallucio agarró a su hermana y huyeron del local. Gallucio le dejó a Capone un corte de diez centímetros en la mejilla izquierda, desde la oreja hasta la mandíbula, un tajo más pequeño de unos cinco centímetros a lo largo de la mandíbula y un tercer corte debajo de la oreja izquierda. Posteriormente no volvió a crecer ni un solo cabello en

la zona de las cicatrices que quedaron. Más tarde, Capone se aplicaba capas de polvos de talco para tapar las cicatrices, y le llegaron a preocupar

tanto que incluso llegó a pensar en hacerse la cirugía estética. Capone mostraba su mejilla derecha sin cicatrices a la cámara cuando le hacían fotografías. Odiaba el apodo que la prensa le puso: «Scarface».

Capone hizo saber que quería vengarse de Gallucio. Gallucio pidió ayuda a un criminal llamado Albert Altierri. A su vez, Altierri fue a ver a otro gánster, Salvatore Luciana, más conocido posteriormente como Lucky Luciano. Luciano había ido a la escuela con Capone. Ambos también habían pertenecido a la misma pandilla de adolescentes. Sin embargo, al enterarse de la historia de la pelea con la navaja, Luciano, que sólo tenía dos años más que Capone, se puso del lado de Gallucio. Nadie debería insultar de esa manera a la hermana de un hombre. Luciano propuso una reunión entre ambas partes para resolver las diferencias. Una noche, después de que el Harvard Inn hubiese cerrado, Capone, Gallucio, Luciano y Yale se sentaron para determinar qué debería pasar a continuación. Yale le dijo a Capone que debía disculparse con Gallucio. Matarían a Capone si intentaba exigir venganza. Uno puede imaginarse cómo le sentó esto a Capone. Sin embargo, Luciano ya tenía fama de ser alguien temible, mientras que Capone era un don nadie, un tío que fregaba en un bar de Coney Island.

Alphonse Capone nació en Nueva York el 17 de enero de 1899, hijo de Gabriele y Teresina «Theresa» Capone. Sus padres habían escapado de los barrios bajos de Nápoles para ir a parar a los barrios bajos de Nueva York. Entre 1901 y 1903, más de un millón de sicilianos emigraron a los Estados Unidos, poco menos que el 25 por ciento de la población de la isla. Al llegar a Manhattan, los italianos se espabilaron para encontrar trabajo. Algunos hacían dinero rápido ayudando a criminales callejeros. Los inmigrantes descubrieron que la política del gueto era parecida a la política de su hogar de origen. La organización del Partido Demócrata, conocido como Tammany Hall, conseguía votos a cambio de favores, una práctica conocida como «política maccheroni». Esta mentalidad de «favor por favor» era la manera

en que funcionaban las cosas en Nápoles o Sicilia. En el sur de Italia, el crimen organizado tenía diferentes nombres. En Nápoles, de donde provenían los Capone, se llamaba la Camorra. En Sicilia, era la mafia. Los mafiosos se denominaban a sí mismos «hombres respetables», o simplemente «la Organización». En Norteamérica, los grupos del crimen organizado tenían una variedad de nombres: en Chicago, la Organización; en Nueva York, el Sindicato, pero el más corriente era la mafia o la Cosa Nostra.

 

10. «Scarface» puede traducirse como «cara marcada» o «cara cortada». (N. del T.)  

 

Los Capone vivían en un barrio marginal en la calle Navy, en Brooklyn, el centro del gueto italiano más grande de Nueva York. Gabriele Capone era barbero y, como tal, ligeramente más capacitado que la mayoría de los inmigrantes, por lo general analfabetos. Capone empezó a ir a la escuela cuando tenía cinco años. Tanto Capone como Luciano tuvieron la misma profesora, una tal señora Mulvaney, en la Public School 7, en la calle Adams, en Brooklyn. Es posible que se pelearan juntos en el patio del colegio, dada la enemistad entre sicilianos y napolitanos. Por entonces, los Capone se habían trasladado al número 38 de Garfield Place, en Brooklyn. En la escuela, Capone conseguía buenas notas hasta que tuvo doce años. Sin embargo, cuando empezó a hacer novillos, sus notas ya no fueron tan buenas. Un día, durante su segundo año en el sexto curso y contando con trece años de edad, Capone le propinó un puñetazo a un profesor. El director del colegio castigó físicamente a Capone por su insubordinación. Capone dejó la escuela y nunca regresó.


Decidió entrar a trabajar en una tienda de caramelos y luego consiguió un empleo colocando bolos en una bolera. Después de eso, trabajó cortando papel para un encuadernador. Sin embargo, por entonces, Capone había empezado a amenazar a los niños del colegio para que le dieran su dinero para la comida.

También entonces conoció a Johnny Torrio, el hombre que acabaría organizando el crimen en Chicago y, más tarde, en Nueva York y, por extensión, en Los Ángeles. Torrio había nacido en Orsara, al sur de Italia, en 1882; sus padres emigraron al Lower East Side de Nueva York cuando él tenía dos años. Torrio tenía su propia banda cuando era adolescente. Cuando Capone lo conoció, también dirigía un club juvenil, la John Torrio Association, que realmente era una oficina de reclutamiento para bandas adolescentes. Torrio presentó a Capone a los Five Pointers, una de las muchas bandas que recorrían el Lower East Side de Manhattan, al otro extremo del puente de Brooklyn. Los Five Pointers sacaron el nombre de una intersección entre Broadway y el Bowery. Su líder era un antiguo boxeador llamado Paolo

Antonini Vacarelli. Al igual que muchos boxeadores italianos, Vacarelli había adoptado un nombre irlandés, Paul Kelly, para no tener que aguantar los prejuicios contra los italianos. La banda tenía su lugar de encuentro en el New Brighton Dance Hall, cuyo propietario era Kelly, en la calle Great Jones. Kelly dirigía a unos 1.500 matones Five Pointers y ofrecía una serie de servicios: dos dólares por pegar puñetazos; 4 dólares por dejar ambos ojos morados; 10 dólares por romper la nariz y la mandíbula; 15 dólares por dar una paliza a alguien hasta dejarlo inconsciente; 19 dólares por un brazo o una pierna rota; 25 dólares por un disparo en la pierna; 25 dólares por apuñalamiento; y 100 dólares por asesinato. Tammany Hall protegía a Kelly a cambio de sus votos en época de elecciones. Más tarde, Luciano recordaría a Capone como «un gran hombretón... pero era fuerte y útil, y Johnny Torrio sin duda lo espabiló rápidamente».

En el gueto, las comunidades italiana e irlandesa iban a la suya. Sin embargo, los chicos italianos esperaban poder casarse pronto, mientras que los chicos irlandeses preferían esperar hasta estar más establecidos. Por lo tanto, las chicas irlandesas ansiosas por casarse se sentían atraídas por los chicos italianos. En la primavera de 1918, Capone —que por entonces se hacía llamar Al Brown— conoció a una chica irlandesa llamada Mae Coughlin en un club juvenil. Capone se casó con Coughlin a las pocas semanas de conocerse, el 18 de mayo de 1918. Mae dio luz a su primer e único hijo, Albert Francis Capone, con el apodo de Sonny, un año más tarde.

Johnny Torrio fue el padrino del niño.

Ese mismo año, en 1919, también tuvo lugar la aprobación por parte del Congreso de la ley que prohibía la venta de alcohol. El Congreso cedió ante el grupo de presión por la abstinencia, que había hecho campaña a favor de la prohibición. La ley Volstead se aprobó el 27 de octubre de 1919, y la enmienda de la prohibición se convirtió en ley el 20 de enero de 1920. La prohibición tuvo un efecto estimulante en el crimen organizado. En el momento álgido de la prohibición, los norteamericanos se llegaron a gastar alrededor de 5.000 millones de dólares al año en alcohol, el equivalente a 56.000 millones de dólares de hoy en día. Gánsters como Capone y Luciano ayudaron a saciar la sed de la nación. La mafia llegó a generar el equivalente de más o menos el 5 por ciento del producto nacional bruto a través del contrabando. El gansterismo también adquirió un cierto grado de respetabilidad cuando burlarse de la prohibición se puso de moda. Incluso el presidente Harding servía whisky de contrabando en la Casa Blanca. Sin embargo, al principio, los gánsters tardaron en percatarse de las implicaciones de la prohibición del alcohol.

En Chicago, ciudad descrita por H. G. Wells como una «oscura mancha bajo el cielo», los chantajistas extorsionaban a «Big Jim» Colosimo, el jefe del crimen de la ciudad. Querían que Colosimo, que ganaba alrededor de 600.000 dólares al año (el equivalente a 10 millones de dólares actuales) gracias a unos doscientos burdeles de su propiedad y recogiendo sobornos para los políticos locales, les entregara unos 50.000 dólares —una suma desproporcionada para la época—. Vittoria, la mujer de Colosimo, era la prima de Johnny Torrio. Ella sugirió a su marido que llamara a su primo para que lo ayudara. Después de todo, Nueva York estaba a tan sólo veinte horas en tren. Torrio hizo venir a algunos extorsionadores rivales para asesinar a los chantajistas. En 1920, llamó a Capone, además de a dos supuestos primos de Capone —Charlie y Rocco Fischetti, que más tarde le presentarían a Luciano a Frank Sinatra—.

Durante un breve tiempo, los cuatro vivieron en la misma dirección en South Wabash Avenue, en Chicago. Torrio se convirtió en el segundo al mando de Colosimo, mientras Capone se convirtió en la persona encargada de las tareas violentas para Torrio. Las bandas de Chicago luchaban entre sí, distrito a distrito, por el control del contrabando. Colosimo, sin embargo, distraído por una relación amorosa con una joven cantante, parecía ignorar la amenaza que se cernía sobre su negocio. Presumiblemente, Torrio decidió que Colosimo era un freno a sus ambiciones. El 11 de mayo de 1922, Torrio telefoneó a Colosimo. Según parece, le dijo a su jefe que dos cargamentos de alcohol llegaban esa tarde al café de Colosimo. Colosimo se presentó en el restaurante vacío a las cuatro de la tarde, donde sólo había gente limpiando el local para poder abrirlo por la noche. Colosimo esperó durante media hora antes de volver al vestíbulo. Allí mismo, apareció un asesino y le disparó con un revólver del 38. La bala destrozó la oreja derecha de Colosimo y entró en su cerebro. La policía interrogó a treinta personas, incluyendo a Torrio, pero nunca llevó a cabo ningún arresto. Sin embargo, el principal sospechoso para las autoridades era el antiguo jefe de Capone, Frankie Yale. Según parece, Torrio pagó a Yale, o a alguien, 10.000 dólares para asesinar a Colosimo. El asesinato fue escenificado más tarde en la película de Howard Hawks, Scarface, en 1932. Sin embargo, un testigo, Frank Camilla, secretario de Colosimo, describió al asesino como un hombre corpulento con cicatrices en el lado izquierdo de su rostro.

Johnny Torrio era ahora el nuevo jefe de jefes de Chicago. Al Capone era su mano derecha. Torrio empezó a resolver las diferencias entre las bandas. Pensaba que la mejor manera de hacerlo era repartirse la ciudad entre ellos. Una banda, sin embargo, dirigida por Dion O’Banion, le buscó las cosquillas a un Torrio que intentaba limar asperezas. O’Banion empezó a secuestrar los camiones de bebidas alcohólicas de Torrio e incluso hizo que arrestaran al jefe de la banda en una redada en una fábrica de cerveza de propiedad conjunta. El 10 de noviembre de 1924, un coche aparcó delante de la floristería Schofield, desde donde O’Banion dirigía su organización. O’Banion estaba en la tienda cuando tres hombres bajaron de un Cadillac.

O’Banion tendió su mano para saludar a uno de ellos. El asesino agarró al irlandés con un abrazo muy fuerte. Su compañero disparó a O’Banion varias

veces en la parte trasera de la cabeza. (Una vez más, Scarface hace referencia al asesinato fuera de la pantalla.) El asesinato de O’Banion desató una guerra en las calles de toda la ciudad. Lo que alarmó a Torrio fue que él no había ordenado el asesinato de O’Banion —que había sido tramado por Capone—. Torrio intentó establecer la paz pero la guerra se cobró más de quinientas vidas. El 25 de enero de 1925, Torrio estaba ayudando a su mujer y al chófer a llevar paquetes de su

coche a su casa cuando otro coche se detuvo al lado. Dos hombres salieron de dentro con ametralladoras. Los asesinos acribillaron a Torrio a balazos

en la cara, pecho, ingle y brazos. Sin embargo, Torrio sobrevivió. Es de suponer que ahora se percataba de que su intento de racionalizar el crimen organizado en Chicago había sido un fracaso. Después de tres semanas en el hospital, Torrio se fue a Nueva York, donde fusionaría todo el gansterismo de la Costa Este en una sola organización: el Sindicato.

Con esto, estableció dos organizaciones rivales con intereses en conflicto. Sin darse cuenta, también hizo que Nueva York y Chicago entraran en directa competencia, como dos líneas de una gráfica que iban a converger en años venideros —una batalla por el control de los sindicatos en Hollywood. Con Torrio fuera de juego, las milicias asumieron que Capone estaba al mando. Empezaron a hacerle preguntas. Por defecto, Capone se había convertido en el jefe del crimen de Chicago. Según un testigo ocular, Luis Kutner, el antiguo guardaespaldas nunca había tenido ambiciones de liderazgo. Y tampoco tenía la habilidad de saber manejar el dinero —llegaría a

despilfarrar millones de dólares y acabaría muriendo sin un céntimo—. Sin embargo, la vida a menudo tiene que ver con estar en el lugar y el momento oportunos, y Capone tuvo la suerte de estar en Chicago en 1925. La ciudad se había convertido en un rompecabezas tridimensional de intereses personales. Los gánsters patrullaron por los barrios el día de las elecciones, asegurando que resultaban elegidos los políticos adecuados; estos políticos designaron a capitanes de la policía, que a su vez aseguraron que sus hombres dejarían en paz a las bandas; y los gánsters extorsionaron a los trabajadores —la fuerza bruta que hacía funcionar la maquinaria— llevándose su tajada antes de darles dinero a los políticos. Capone pagaba más de 30 millones de dólares al año a la policía de Chicago, la mitad de la cual recibía sobornos. Hacían cola para recoger dinero en los almacenes.

En total, las operaciones de Capone suponían unos gastos generales de 300.000 dólares a la semana —dedicados, fundamentalmente, a pagar las nóminas de un

millar de hombres—. Por otro lado, unos 10 millones de dólares a la semana iban a parar a las arcas de Capone derivados del alcohol, el juego y la prostitución. Uno de los empleados en nómina de Capone era su chófer, Filippo Sacco. El propio Capone le sugirió a Sacco que se cambiara el nombre por el de Johnny Rosselli, que sonaba más norteamericano. Después de un invierno en Chicago particularmente crudo, a Rosselli le diagnosticaron una incipiente tuberculosis. Capone envió a su chófer a California para que buscara «oportunidades» en la floreciente industria cinematográfica. Una vez en Los Ángeles, Rosselli frecuentó los estudios trabajando como extra en las películas. Con el tiempo, Rosselli se convertiría en el capo regime, o jefe callejero, de la Organización en Hollywood. Capone instaló su oficina central en el hotel Lexington de Chicago, donde se apropió de entre cincuenta y sesenta habitaciones de dos pisos. La banda tenía su propio ascensor privado, su bar y su bodega, gastando unos 1.500 dólares al día en el hotel. En palabras de un periodista de la época, para conseguir una audiencia con Capone, uno tenía que sortear una serie de guardaespaldas con «ojos tan inexpresivos como una caballa muerta».

Capone presidía desde un trono elevado de estilo italiano —un accesorio sacado de un cine local— reposando las manos sobre unas cabezas de leones que sobresalían de cada brazo. Detrás de él había fotografías de sus estrellas de cine favoritas, Fatty Arbuckle y Theda Bara.