CAPÍTULO CUATRO
Amor, muerte y demonios
Quizás Johnny Depp pensara que los actores no sienten más dolor que otras personas, pero lo cierto es que a finales del año 1993 el actor se disponía a pasar por un amargo trance cuando una de las estrellas emergentes de Hollywood, el célebre River Phoenix, perdería la vida a causa de una sobredosis a las puertas de su local, The Viper Room.
A los veintitrés años de edad, River Phoenix parecía el candidato menos probable para morir víctima del síndrome «vive rápido, muere joven, y deja un bonito cadáver». A lo largo de toda su vida, desde su inusual infancia en Sudamérica con sus padres hippies hasta su ascenso al firmamento de Hollywood, River Phoenix había acumulado méritos suficientes para convertirse en icono de toda una generación. Paradójicamente, esta figura inspirada en el mítico James Dean y que alcanzó mucha fama durante los años 1980s y 1990s, había predicado un estilo de vida vegetariano, respetuoso con la vida y los animales, y siempre contrario a las drogas. Era una estrella del celuloide políticamente correcta, digno representante de la llamada Generación X, portavoz de las inquietudes de sus muy numerosos admiradores. Con todo, el 31 de octubre de 1993 River Phoenix entró en crisis y finalmente falleció por sobredosis en el suelo de The Viper Room, un club situado en la no menos famosa Sunset Strip de Los Angeles.
Localizado en la confluencia de Larrabee Street y Sunset Boulevard, The Viper Room era un club con dos propietarios, Johnny Depp y la estrella del rock Chuck E. Weiss. Depp remodeló el interior de este pequeño local decorado en estilo art déco, oscuro y bastante lóbrego, que en los años 1920s había sido un bar clandestino en tiempos de la ley seca. Es más, llegó a contratar a cigarreras para recrear la vieja atmósfera de Hollywood. Ahora bien, los precios, 5 dólares por copa, tenían poco en común, ciertamente, con los del antiguo Hollywood. The Viper Room era tan pequeño que sólo contaba cinco cabinas, una de las cuales estaba permanentemente reservada para Tracey Jacobs, la representante de Depp en ICM, y claramente indicada con una placa dorada donde podía leerse: «Ni se te ocurra meterte aquí». El local venía a ser un lugar de recreo para el actor. Presentaba un escenario construido en un rincón donde Johnny Depp y sus amigos músicos podían improvisar y jugar a las estrellas del rock, rememorando así sus raíces musicales, un sueño que compartía con el malogrado River Phoenix.
Con un aforo de sólo 200 personas y una exigua pista de baile, cuando The Viper Room abrió sus puertas en agosto de 1993 no tardó en convertirse en uno de los locales de moda del circuito nocturno de la ciudad de Los Angeles. Llegado el mes de octubre, el local se había consolidado y tenía ya una clientela fiel, integrada principalmente por jóvenes de Hollywood. Según palabras del propio Depp, «Mi idea era interpretar primero a Louis Jordan y continuar con Velvet Underground.»
Aunque no eran amigos íntimos, Johnny Depp y River Phoenix se conocían y habían coincidido en varias ocasiones. Además, los dos tenían mucho en común: siendo Depp algo mayor que Phoenix, ambos habían evitado su inclusión entre los actores del Brat Pack en los años 1980s. Y ambos optaron por seguir caminos alternativos para hacer carrera en Hollywood, alejándose de las producciones más comerciales.
El 30 de octubre Phoenix llegó al club para pasar un rato de relajo y esparcimiento, acompañado por un séquito de amigos entre los que se encontraban Samantha Mathis, que por entonces era su novia y compañera de reparto en Esa cosa llamada amor (The Thing Called Love), su hermano Leaf y su hermana Rain, así como Flea (Michael Balzary), bajista del grupo The Red Hot Chili Peppers. Phoenix estaba rodando la que sería su última película, Dark Blood de George Sluzier, que quedó inacabada. Su adicción a las drogas era uno de los secretos mejor guardados de todo Hollywood, una situación que sólo conocían, en diferentes grados, sus amigos íntimos, pero que todavía no había dado el salto a las páginas de la prensa sensacionalista.
Aunque tenía que actuar sobre el escenario del local aquella misma noche, River Phoenix no tuvo opción. Justo después de la medianoche, ante sus evidentes muestras de dolor, el actor fue sacado del local a toda prisa y colocado sobre la acera. Tras una breve discusión protagonizada por el grupo que lo acompañaba y el portero de The Viper Room, su hermano Leaf llamó al 911 para que los servicios de urgencia acudieran a socorrerle. Cuando llegaron lo médicos, ya era demasiado tarde. La muerte de Phoenix fue certificada allí mismo a causa de un cóctel letal de drogas, a las 1:51 horas de la madrugada del día de Halloween, el 31 de octubre de 1993.
Tuvo que pasar algún tiempo antes de que Johnny Depp pudiera hablar abiertamente y en profundidad sobre este incidente aciago. «El hecho es que llegó al club con su guitarra. Fue fantástico. Apareció agarrado de la mano de su chica y con la guitarra en la otra mano. Venía para tocar y en ningún caso pensaba que fuera a morir esa noche –nadie lo piensa-», recordaba Depp con amargura. «Sólo quería pasárselo bien. Pero es peligroso. Eso es precisamente lo que me desgarra el corazón: primero que muriera, pero también que se presentase allí con su guitarra. Porque eso no es propio de un chaval infeliz, en absoluto.»
A juicio de Depp, la incursión de Phoenix en el mundo de las drogas no fue más que un terrible y estrepitoso error, un error que podía comprender. «Era un gran actor y una gran persona, un gran ser humano. Tenía una gran familia, una visión equilibrada de la vida y le aguardaba un futuro ciertamente prometedor. De ahí mi enfado con la prensa. Y es que podrían haber dicho: ‘Miren, era un chico completamente normal, al que confundían algunas cosas, y que en un momento dado se equivocó. Cualquiera podría cometer ese mismo error fatal, cualquiera de nosotros. Así que ¡mucho cuidado!’ Pero nadie dijo eso.»
Dadas las circunstancias, Johnny Depp se erigió en el objetivo de la cruzada mediática subsecuente. Los medios le acusaron de haber contribuido a la desgracia de Phoenix como resultado de dirigir un local como The Viper Room en primer lugar, y luego por permitir el consumo de drogas ilegales, un hecho que, según argumetaron los periódicos, él conocía perfectamente. «Se especuló mucho sobre el asunto», afirmó Depp. «Muchos dieron rienda suelta a sus aficiones detectivescas y explotaron esta situación lamentable para espolear los índices de audiencia, vender más periódicos y revistas. Los titulares sensacionalistas eran pura ficción. Todo es muy trágico y triste. ¿Cuántas veces necesitamos escuchar la grabación del 911? ¿Cuántas veces tienen que publicar su contenido? ¿Durante cuánto tiempo tendrá que soportar Leaf el rebobinado de aquella cinta? Nos hemos convertido en una sociedad que persigue a las ambulancias. Todo el mundo centra su atención sobre lo malo; lo bueno no interesa a nadie... He trabajado en este negocio durante diez años. Decir que si yo decidí abrir un local fue para permitir el consumo de drogas, aun en los aseos, me parece totalmente absurdo. ¿Acaso estoy loco? ¿Acaso piensan que voy a tirarlo todo por la borda –el futuro de mis hijos-, sólo para que la gente pueda colocarse en un club? Es ridículo.»
«La prensa intentaba empañar su memoria ante todas las personas que le querían», razonó Depp en referencia a las informaciones vertidas sobre la muerte de River Phoenix. «A fin de cuentas, nos encontramos ante un chico muy tierno que cometió un fatídico error. Un error que todos podríamos cometer. Lo que ocurrió fue tan duro que ni tan siquiera quise refutar las acusaciones que se formularon sobre mi persona. El hecho es que yo estaba allí aquella noche. El hecho es que sucedió en mi club. Ante tanta barbaridad reaccioné abruptamente: ‘Me niego a formar parte de ese circo morboso protagonizado por perseguidores de ambulancias. ¡Que se jodan!’»
Sal Jenko, el gran amigo de la infancia de Johnny Depp, gestionaba diariamente The Viper Room. Tanto él como Depp tuvieron que lidiar con un segundo escándalo de drogas cuando el cantante y estrella de telenovelas Jason Donovan también sufrió un colapso frente a la entrada del club, en repetición del suceso que derivó en la muerte de Phoenix. El problema de Donovan con las drogas no tuvo consecuencias fatales, pero sirvió para que Depp se encaramase de nuevo a los titulares de prensa. Al hilo de lo anterior, la publicación amarillista británica News of the World informó de la historia protagonizada por Donovan bajo un titular contundente: «Ese tugurio de sexo, drogas y muerte que dirige Depp».
«Soy propietario de un local lleno de drogas donde la gente fornica encima de las mesas», apostilló el actor caricaturizando los titulares de prensa. «Esto es un club nocturno, un lugar decente. ¡Por el amor de Dios, pero si hasta la alcaldesa de West Hollywood celebra sus recepciones allí! ¿Por qué no escriben sobre eso? Porque eso no sirve para vender más revistas. No las vende salvo que la noticia vaya acompañada de una foto de la alcaldesa con una jeringuilla clavada en la yugular...»
La notoriedad que se granjeó The Viper Room no respondía en modo alguno a las intenciones que abrigaba el actor cuando decidió abrir su establecimiento. «Cuando abrió sus puertas, el local consiguió gran popularidad de forma casi instantánea. Nunca sospeché que podría ocurrir algo así. En realidad, pensaba que sería un local pequeño y atractivo, integrado en la escena underground. Casi no puedes ver el local. Es más, en Sunset no hay un solo indicio de su existencia. Sólo hay un edificio de color negro y la única señal está en Larrabee, una señal pequeña, muy sutil. Por ello imaginé que el nuestro sería un local sin repercusión. Lo que más me molestaba era todo lo que había sucedido después de los incidentes de Halloween, la infortunada muerte de River. Si lo cerré durante dos semanas fue por respeto, para que los chicos pudieran escribir sus mensajes de condolencia y llevarle flores. Creo que fue un gesto muy tierno por su parte. Sabía que durante un mes o quizá más aquello iba a convertirse en un festín para los moscones, que la zona iba a llenarse de curiosos y turistas sin escrúpulos, recorridos a pie de tumba y toda esa mierda. Durante algún tiempo me abstuve de aparecer por allí. Así conseguimos espantar a los moscones. Y ahora vuelve a ser un buen local.»
En público, Johnny Depp se tomaba a mal cualquier insinuación sobre el sentimiento de culpa derivado de su hipotética responsabilidad en la muerte de River Phoenix. En privado, sus actos revelaban lo contrario: desde aquel sórdido día de octubre el actor llevaba una pesada carga sobre sus espaldas. Corrieron rumores de que había sido visto deambulando por Sunset Strip, en las inmediaciones del local a las cuatro o cinco de la madrugada, entregando billetes de 50 y 100 dólares a los grupos de indigentes que se apiñaban en torno a él sobre la acera. Todo indicaba que, en efecto, Johnny Depp estaba intentando limpiar su atribulada conciencia.
Fue en marzo de 1994, pocos meses después de la desaparición de River Phoenix, cuando el mundo descubrió que en la vida del popular actor Johnny Depp había una nueva mujer. Me refiero a la supermodelo londinense Kate Moss. Desde el local nocturno Smash Box de los Angeles, y ante una audiencia de ochocientas personas, Depp presentó su surrealista película de ocho minutos y medio de duración sobre los peligros de las drogas, durante la gala benéfica que celebró Vogue en pro del programa Drug Abuse Resistance Education (programa educativo contra el consumo de drogas). El filme, titulado Banter, seguía los pasos de los cortos promocionales de carácter social que había protagonizado durante su época en Nuevos policías (21 Jump Street). Ahora tenía la oportunidad de trocar su propia experiencia en una cinta explicativa de los peligros del consumo de estupefacientes dirigida a los jóvenes.
Calificada por Esquire como «una espantosa y provocadora excursión por el mundo de las drogas duras», Banter suscitó no pocas preguntas sobre el reconocido consumo de drogas por parte del actor, habida cuenta la reciente muerte de Phoenix. «Es cosa del pasado» aseguró Depp. «La prensa se ha burlado de mí y me ha puesto en tesitura de defenderme. No he hecho nada malo. Además, he hecho una película contra las drogas, y espero que los chicos aprendan mucho de ella, que las drogas no son escapatoria. Hay otras maneras para escaparse de los problemas, como los libros, la pintura y la escritura.» Fue en el transcurso de este acto promocional cuando el actor y la modelo hicieron pública su hasta entonces desconocida relación, aunque eran pareja desde hacía algunas semanas. En el plazo de pocas semanas se les vio juntos en público disfrutando de unas vacaciones en St. Barts y en un concierto de Johnny Cash al que asistieron en el club Fez de Manhattan. Depp estaba exultante y le entusiasmaba la idea de acompañar a Moss en su viaje a París, donde tenía que participar en algunos desfiles de moda. Con todo, todavía sentía una cierta paranoia ante la posibilidad de que la prensa se inmiscuyera en su relación y terminara por destruirla. Después de todo, Kate Moss era un personaje tanto o más público que la propia Winona Ryder. Ella no era actriz, pero al igual que otras supermodelos de la talla de Claudia Schiffer, Linda Evangelista y Naomi Campbell, era considerada como una de las nuevas estrellas mediáticas, la quintaesencia del glamour que había perdido Hollywood.
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Cuando se acercaba a la treintena, Johnny Depp rechazó adoptar la imagen del treintañero típico, conservando su camiseta y sus cadenas.
(texto)
Kate Moss nació el 16 de enero de 1974 en la localidad inglesa de Addiscombe, Surrey. Creció en Croydon, otro suburbio de la ciudad de Londres, y su lanzamiento como supermodelo de fama internacional tuvo lugar en agosto de 1988 cuando sólo contaba catorce años de edad. Moss fue «descubierta» en el aeropuerto Kennedy por Sarah Doukas, de la agencia de modelos británica Storm, que convenció a aquella muchacha de aspecto frágil para que empezara a trabajar como modelo durante sus vacaciones veraniegas al término del curso escolar. En 1989 Kate Moss apareció en una película británica de escasa repercusión sobre la explotación sexual titulada The Inferno.
Pero no fue hasta el año 1990 cuando Kate Moss decidió dedicarse en cuerpo y alma a la profesión de modelo, con su aparición en la portada de la revista The Face, que vino a definir esa imagen débil y vulnerable que muy pronto habrían de popularizar los medios de comunicación de masas. En el plazo de sólo tres años la modelo se aseguró un contrato de 1 millón de dólares con la firma Calvin Klein. Su disposición a aparecer desnuda en la campaña publicitaria de la marca, así como en otra de Yves Saint Laurent y la del perfume Obsession de Calvin Klein, fue un factor determinante para su reconocimiento a escala internacional.
Kate Moss no tardó en descubrir que este súbito ascenso a la cúspide de la fama había precipitado la ruptura de su anterior relación con el fotógrafo Mario Sorrenti. Consecuentemente, para los medios de comunicación el romance entre Johnny Depp y Kate Moss fue poco menos que un regalo caído del cielo, aún mejor que la relación entre Depp y Ryder con toda su escenografía hollywoodiense. Los temores del actor se centraban sobretodo en la prensa sensacionalista. El hecho de que la modelo fuese de origen británico proporcionaba a la prensa amarilla británica una excusa inmejorable para informar pormenorizadamente de todos los movimientos de la feliz pareja. «A estas alturas la prensa había dicho tantas barbaridades que todo aquello no me importaba un carajo», espetó Depp cándidamente. «Siempre y cuando no hagan daño a mi familia o a alguien querido, por lo que a mí respecta pueden llamarme fetichista y decir que mis fetiches son los enanos mutilados...»
Después de su tempestuosa relación con Winona Ryder, Johnny Depp había aprendido la lección. Aunque estaba dispuesto a comentar su vida con Kate Moss, su comentario no abundaría en detalles. «Yo no hablo del tema y ella no habla del tema, porque eso no incumbe a nadie», declaró con firmeza. «Vivimos en una sociedad infestada de rumores. Si la gente quiere sentarse a debatir mis relaciones amorosas, entonces yo les diría que si están ociosos y tienen tanto tiempo libre, deberían buscar otros temas de conversación. O masturbarse.»
Su primer encuentro con la modelo en febrero de 1994 fue, según su propia descripción, muy normal. «Lamento decepcionarle, pero no fue en absoluto romántico. Entré en un restaurante neoyorquino para tomar una taza de café [el bistro Cafe Tabac de Manhattan]. Ella estaba sentada en una mesa acompañada por unas amigas y yo conocía a una de ellas. Al verla me dirigí a las chicas para decirles: ‘Venid aquí y tomaremos café juntos’. De modo que así fue como nos conocimos y desde entonces no nos hemos separado. Sólo nos estamos divirtiendo. Nos estamos divirtiendo mucho. Ella es una muchacha inglesa muy práctica y realista que no permite que me llene la cabeza de pájaros.»
La diferencia de edad entre Kate Moss y Johnny Depp era incluso mayor que la que había entre el actor y Winona Ryder; aunque la modelo era una mujer madura para su edad, una madurez forjada en su adolescencia y derivada de su precoz carrera en las pasarelas. Sus rasgos infantiles resultaban muy atractivos para el actor, cuyo juvenil sentido del humor era conocido por todos. Al poco tiempo, la pareja descubrió su mutua pasión por los parques de atracciones, una afición muy alejada de la fascinación que él y Ryder sentían por la poesía y la literatura de la generación Beat. «Nos encanta ir a Magic Mountain [un parque temático situado en las afueras de Los Angeles] y subirnos a las atracciones más trepidantes, pero tenemos que ir a primera hora de la mañana, porque de otro modo nos pasamos el día firmando autógrafos.»
Moss se negó a hablar de su relación con Depp, probablemente aconsejada por él y a resultas de las historias horribles que había protagonizado Ryder. Pero esto no le impidió explayarse sobre su nuevo romance en el Daily Mail, en unos términos que seguramente resonaron, y no para bien, en la cabeza del actor. «No me lo puedo creer», había dicho Moss. «No se parecía a ninguna otra de mis experiencias. Era diferente. Lo supe al instante. Desde el principio supe que era diferente. Nunca había sentido algo así. Sabía que era él.»
El vertiginoso romance sorprendió a ambas estrellas y a los medios de comunicación con la guardia baja. En cuestión de meses la modelo se había convertido en la última entre las muchas «prometidas» de Johnny Depp, la nueva aspirante a Sra. Depp. Depp se negó a confirmar el compromiso: «No sé qué significa eso. Sólo es algo que se dice por ahí.» Además, la pareja prefirió no confirmar ni desmentir algunas informaciones que apuntaban la posibilidad de que Depp hubiese pedido la mano de la modelo en el transcurso de unas vacaciones en el Caribe a principios de 1995. «¿Casarme con Kate?», replicó el actor. «Yo no me opondría, pero es un asunto que ambos tenemos que discutir en privado.»
En 1995 la fama de Kate Moss ya superaba a la de su novio actor. La publicación de un libro con más de un centenar de fotografías de la modelo, y titulado Kate en un alarde de imaginación, vino a certificar su condición de celebridad. En la ronda de entrevistas programadas para promocionar el libro, de la actitud de Moss se deducía que había aprendido bien las lecciones que impartía su pareja sobre el odio hacia la prensa. «Todos esos comentarios sobre la anorexia me molestaron mucho. Soy consciente de que siempre me van a llamar frágil. Y lo detesto.» Tal vez lo detestase, pero lo cierto es que con sólo veintidós años la modelo inglesa ganaba 2,2 millones de libras al año.
Faye Dunaway, protagonista junto a Depp de las cintas El sueño de Arizona (Arizona Dream) y Don Juan de Marco, interpretaba la relación del actor y la modelo como la ratificación de la naturaleza romántica del primero tras el duro golpe que supuso para él la ruptura con Winona Ryder. «Es incorruptible», explicó la actriz. «Siempre ha creído en la pureza del amor. Es su sistema de valores y así lo siente instintivamente. No se trata de algo que haya razonado o trabajado a lo largo de los años. Me encanta que siga creyendo en el amor.»
«Es un hombre salvaje», admitió Moss ante las cámaras de la televisión británica, «pero salvaje en el mejor sentido de la palabra. Y yo no pretendo domesticarle. Siempre me sorprende. Johnny es un romántico empedernido, un hombre realmente original. Una vez me dijo que tenía algo en el culo, pero que no sabía qué era. Así que metí la mano dentro de sus pantalones y, para mi sorpresa, saqué un collar [de diamantes valorado en 10.000 libras].»
Pese a la buena marcha de su relación con Kate Moss y su estado general mucho más sosegado, algunos pensaban que Johnny Depp seguía inmerso en una senda autodestructiva similar a la que había segado la vida de River Phoenix. Aunque ya no tomaba drogas de forma habitual, Depp reconocía convivir con sus propios demonios y tener sus propias soluciones. «He pasado por épocas bastante malas», explicaba. «No era capaz de comprender lo que sucedía a mi alrededor, y me limitaba a emborracharme. Eso está bien durante algún tiempo. Ahora bien, cuando invade tu cotidianidad y se convierte en tu vida, entonces tienes un problema. La cosa se ha torcido. Y luego te pasas la vida intentando reproducir aquella sensación de máxima euforia, como cuando tienes trece o catorce años y te emborrachas y te fumas un porro por primera vez y todo es fantástico. Pero eso nunca vuelve a suceder. Nunca lograrás sentir lo mismo.» Depp se había estudiado objetivamente, y en su interior había detectado rasgos de una personalidad adictiva. Aunque Depp abandonó la bebida tras conocer a Moss, hasta entonces bebía con fruición y sin medida, una o dos botellas sin problemas. «Durante años ahogué mis problemas en alcohol. Pero nunca conseguí resolverlos, ni tan siquiera una vez. Tengo mis propios demonios. El alcohol y las drogas –algunas drogas- pueden desatar mis demonios o abrir las puertas para que salgan volando.»
Quienes conocían a Depp y se preocupaban por él percibían este estilo de vida más propio de las estrellas del rock’n’roll como un factor peligroso capaz de agravar sus problemas. Al igual que River Phoenix, Depp frecuentaba a los tipos más duros de la escena del rock grunge y tocaba en su propia banda llamada Pee. Otras veces tocaba con P. Shane MacGowan, antiguo componente de The Pogues, así como con Gibby Haynes de The Butthole Surfers, el ex guitarrista de Sex Pistols Steve Jones, Flea de The Red Hot Chili Peppers y Sal Jenko, su amigo de la infancia y baterista de la banda. Depp y su banda firmaron un contrato con el sello Capitol Records de EMI a mediados del año 1995, si bien este acuerdo no produjo resultados significativos. «La gente suele olvidar que antes de trabajar en Nuevos policías (21 Jump Street) era músico y estaba en la brecha», declaró su colaborador y guitarrista Bill Carter.
Depp había compartido el escenario de su club The Viper Room con Michael Hutchence del grupo INXS, con ocasión de la fiesta del 21 cumpleaños de Kate Moss. En esta fiesta organizada por el propio Depp, también participó en calidad de estrella invitada la cantante Gloria Gaynor, que interpretó su célebre «I Will Survive», un regalo muy especial para la modelo. Depp era otra joven y exitosa estrella de Hollywood que deseaba ser una estrella del rock. En todo caso, Depp ya intentaba labrarse una carrera musical antes de obtener popularidad como actor. «En realidad, lo considero una nadería y no una segunda carrera. Un pasatiempo que compartir con mis amigos. Es bueno tener actividades paralelas. No me gustaría sólo ser actor por lo que me resta de vida.»
Comparado con algunas de sus amistades, Depp no era más que un aficionado confeso a las actividades autodestructivas. «Aparte de Shane y Gibby, no conozco a nadie capaz de sobrevivir a lo que ellos han experimentado. Esos tipos se han metido en el culo del diablo y han consiguido salir vivos por su boca –y eso no es cosa fácil». Las circunstancias de las muertes de Kurt Cobain, River Phoenix y Michael Hutchence eran del dominio público, ejemplos que sirvieron para que el actor meditara sobre su propio estilo de vida. Los que le conocían y habían trabajado con Depp no apreciaban en él ninguna tendencia autodestructiva –al menos ninguna que no fuera capaz de controlar. «No estoy preocupado en absoluto», afirmó el director John Waters en referencia al comportamiento revoltoso de Johnny Depp. «Johnny no se está autodestruyendo. Creo que es muy consciente de esa trampa. La ha visto con sus propios ojos.»
Desde el momento en que Johnny Depp se instaló en el hotel The Mark de la ciudad de Nueva York en septiembre de 1994, el actor tuvo un mal presentimiento. Y esto no se debía a que la Suite Presidencial a razón de 2.200 dólares por noche no estuviese a la altura, sino que el hotel no era uno de sus alojamientos habituales. Su hotel de costumbre, The Carlyle, estaba completo; y ni que decir tiene que los mendigos no son los candidatos más aptos para ocupar la Suite Presidencial en el último minuto.
Depp había llegado a la ciudad para hacer una serie de apariciones públicas y entrevistas con el fin de promocionar su nueva película Ed Wood. Para hacerla había tenido que rechazar los papeles del vampiro Lestat (Tom Cruise se ciñó los colmillos) en la adaptación de la novela de Anne Rice que se distribuyó con el título Entrevista con el vampiro (Interview with the Vampire), y el que interpretó Keanu Reeves en Speed. Johnny Depp casi pontificaba sobre el proyecto de Tim Burton, y por una vez parecía feliz de presentarse ante la prensa y prestarse a todas sus exigencias. A este respecto el actor afirmó más tarde: «Digamos que mi estancia allí no fue precisamente confortable.» El problema se llamaba Jim Keegan, el guardia de seguridad del hotel que cubría el turno de noche.
Keegan trabajaba en el hotel todas las noches en turnos que comenzaban a la medianoche y finalizaban a las 8 de la mañana, y en esa franja horaria prácticamente dirigía aquel hotel de categoría superior. Keegan observaba las salidas y las entradas del actor a horas intempestivas. A causa de sus frecuentes ataques de insomnio, el actor había pasado varias noches fuera del hotel durante su estancia en Nueva York, siendo así que sus sonadas fiestas se solapaban con los turnos de Keegan. «Según parece, aquel tipo no soportaba a Johnny», declaraba Jonathan Shaw, artista del tatuaje y amigo del actor desde principios de los 1980s. Shaw había visitado al actor en su hotel varias veces, y era muy consciente de que Keegan les observaba. «Johnny vestía jeans y ropa de cuero, y no los atuendos elegantes acostumbrados en ese entorno.»
«Aquel tipo era como una pequeña rana», explicó Depp a David Blum de Esquire. «Y decidió que iba a ‘ponerle las cosas claras al famoso’. Eso no me parece demasiado bien.»
Kate Moss estuvo con Depp en su habitación la noche del lunes 12 de septiembre de 1994, y no abandonó el hotel hasta las primeras horas de la mañana del 13 de septiembre. Depp asegura que aquella noche no habían bebido, así como que tampoco habían consumido drogas, ni tan siquiera se habían peleado, tal como informaron algunos periódicos.
Alrededor de las 5 de la madrugada un estruendo procedente de la habitación 1410 alertó a Jim Keegan, que decidió abandonar su puesto y acercarse para investigar. Posteriormente, el guardia de seguridad declaró a la policía que había oído un gran alboroto y una serie de fuertes golpes que procedían del interior de la suite, y que vio un marco roto en el corredor frente a la habitación. Ni Keegan ni Raymond Bickson, director general del hotel The Mark, comentarían después el suceso ante los medios de comunicación. Sí trascendió, en todo caso, que fue el ocupante de la habitación contigua a la 1410 quien se quejó del jaleo que procedía de la suite del popular actor. Según informó la prensa, el ocupante quejoso no era otro que Roger Daltrey, integrantre del grupo The Who, cuya fama de destructor de habitaciones de hotel en aquella época superaba con creces a la del propio Depp. «La diferencia», justificó Depp, «es que The Who lo habría hecho mucho mejor y habría sido vitoreado por ello. En cambio, yo fui arrestado y encarcelado. La veteranía es un grado, ¿no le parece? Estoy seguro de que Keith Moon se habría sentido muy avergonzado..., aunque probablemente ya estaba acostumbrado a esas cosas...»
Depp aseguró que Keegan parecía muy nervioso desde el principio del enfrentamiento. «Es probable que a esas alturas de la noche ya se hubiera tomado unos cuantos cafés. Se mostraba especialmente combativo y con ganas de pelea. Así que decidió llamarnos al orden con unas maneras que no me parecieron en absoluto oportunas. Mire usted, si entro en una tienda de antigüedades y me inclino para examinar una pieza, y si accidentalmente provoco la caía de una vasija y se hace añicos, vale, entonces son 3.000 dólares, los pago y punto, por supuesto. De modo que si quiebro una pieza de cristal, si rompo un espejo o cualquier otra cosa, sin duda pagaré los destrozos. Seguramente podré pagar la factura. Eso es todo.»
Probablemente la actitud despreocupada del actor envalentonó a Keegan. A juicio de éste último, el abono posterior de cualquier importe no serviría para pagar las molestias causadas a los demás huéspedes. Por la razón que fuese, Keegan hizo una excepción tras lo sucedido en la habitación 1410 e invitó a Depp a abandonar el hotel The Mark en el acto, amenazándole con llamar a la policía. El actor ofreció pagar todos los destrozos que había causado, aunque no pensaba que hubiera razones suficientes para forzar su salida del establecimiento. Cumpliendo su amenaza, Keegan llamó al departamento de policía de Nueva York. Pasados 30 minutos, Depp salía del hotel esposado y custodiado por tres agentes de la comisaría del distrito diecinueve.
Su estancia en prisión no fue larga, y fue puesto en libertad al día siguiente por la tarde. Pasó la noche en tres calabozos diferentes de la comisaría del distrito, en Central Booking y en las «tumbas» situadas detrás del cuartel general de la policía de Nueva York. Además, se dijo que el actor, andrajosamente vestido y muy desaseado, fue asediado por algunas mujeres policías en las tres ubicaciones. De hecho, tuvo un enfrentamiento con un miembro del cuerpo de policía neoyorquino, la oficial Eileen Pérez. «Tengo la impresión de que no le gusto», citó textualmente la revista People. «Pero apuesto a que si me viese en un centro comercial, me pediría un autógrafo.»
En el informe oficial de la policía Keegan enumeró diez objetos que presentaban daños: dos marcos rotos del siglo XVII y sus respectivas láminas, el pie de una lámpara de porcelana, un jarrón chino, el tablero de cristal de una mesa, que estaba completamente astillado, las patas de una mesita de café, unos estantes de madera rotos, una vasija hecha añicos, varias quemaduras de cigarrillo en la moqueta y una silla de escritorio roja partida en dos. David Breitbart, el abogado criminalista neoyorquino que se hizo cargo del caso, optó por entretenerse con los periodistas con la venia de su cliente. «¿Acaso Johnny pudo hacer todo eso? Yo no lo sé. Y ellos tampoco lo saben. Con el importe descabellado que piden por los destrozos lo único que pretenden es cobrarse lo que les debe por las dos noches anteriores, las tres noches siguientes, o algo por el estilo. Aquello fue una jodida extorsión. Ojalá hubiéramos podido ir a juicio, porque nadie le vio hacer lo que ellos dicen que hizo. Se limitaron a redactar una lista de los destrozos mientras mi cliente estaba detenido. Cualquier cosa pudo haber ocurrido en la habitación de ese hotel.»
Depp nunca negó los hechos, explicando el incidente como un caso claro de debilidad humana: «No tuve una buena noche. Y con esto no trato de excusar mi comportamiento ni nada que se le parezca, porque estamos hablando de cosas que son propiedad de otro y eso debe respetarse. Lo que pasa es que entras en un lugar como ése, te ofuscas y eres humano.» Su arresto bajo dos cargos de imprudencia criminal desembocó en una condena por la que Johnny Depp tuvo que pagar 9.767,12 dólares en compensación por los destrozos causados. Aunque el juez desestimó los cargos, le ordenó que abonase el importe de los daños y no se metiera en problemas al menos durante seis meses.
Las fotografías de la detención de Johnny Depp coparon las primeras páginas de los periódicos de Nueva York y abrieron los noticiarios televisivos junto con la invasión norteamericana de Haití. «Sólo estaba estresado», argumentó. «Soy humano y me enfado como cualquier otra persona. Me frustro y pierdo los papeles. ¡Menuda cosa! Estamos hablando de un actor que presuntamente ha causado daños en un mueble. Aparecí en las portadas de todos los periódicos, como si este pequeño incidente fuese más importante que la invasión de Haití. En primer lugar, deberían permitirte ser un ser humano. En segundo lugar, deberían permitirte tener emociones. En tercer lugar, deberían permitirte tener vida privada.»
Como es natural, el encierro en prisión de su hijo no satisfizo a la madre del actor: «Lo ha superado», explicó Depp. «No le gustó verme esposado en la televisión, pero ella sabe que no soy una mala persona.» Más que las esposas, lo que causó una mayor desazón a Betty Sue Palmer (ahora casada con Robert Palmer, su tercer marido) al parecer fueron las ropas andrajosas que vestía su hijo, en particular su sombrero de punto verde y sus gafas de sol. «Ella pensaba que me había enseñado a vestirme mejor», esgrimió el actor con arrepentimiento. Otros parientes también acudieron a la mente del actor: «Tengo un sobrino y una sobrina en edad adolescente que tuvieron que soportar los comentarios hirientes de sus compañeros de instituto. ‘Vuestro tío Johnny es un jodido paranoico.’ Tienen que vivir con toda esa basura, y también...»
Pese a las dificultades vividas durante su adolescencia, Depp mantenía un contacto frecuente con su madre. De hecho, su condición de estrella cinematográfica le había permitido reconstruir parte de su entorno familiar. En este sentido cabe señalar que había dado trabajo a su hermana Christi Dembrowski y a su hermano Dan (o DP), para que superaran una mala racha y sus circunstancias personales adversas. La lealtad a su familia y sus compañeros de trabajo -tales como Buck Holland, que desde hacía años ejercía de chofer y factótum de su confianza-, era uno de los rasgos más destacados y comentados de su persona, si bien ésta era una lealtad corroborada por su búsqueda de una familia estable que le proporcione seguridad, un padre que no le abandone.
(pie de foto página 86)
Las primeras horas de una fría mañana de septiembre en 1994. Johnny Depp, custodiado por dos agentes de la policía de Nueva York, tras su detención por haber causado molestias y diversos destrozos en el hotel The Mark.
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Con la hecatombe del hotel The Mark, Depp se sumó a la creciente lista de personajes famosos que habían destrozado habitaciones de hotel, una lista seguramente encabezada por el compositor Ludwig van Beethoven, de quien se dice que arrojó una silla por la ventana de su habitación en un hotel de Viena. «¿Acaso Beethoven fue a la cárcel por ello?», inquirió Depp. Estaba convencido de que el suceso había sido magnificado y aireado por los periódicos como parte de una cínica estratagema encaminada a publicitar el hotel The Mark. «Esto es bueno para ellos», afirmó rotundamente. «Ahora pueden contar que sus paredes vivieron esta anécdota, un minúsculo fragmento de la historia, un ridículo bocado de la historia. Ahora pueden jactarse de haber arrestado a Johnny Depp. Los hoteles son mi casa. Paso más tiempo en los hoteles que en mi propia casa. De haber sido usted, no habría pasado nada. Habrían acudido a su habitación para preguntarle: ‘¿Qué ocurre?’ Y usted habría contestado: ‘Pagaré los destrozos. Lo lamento mucho.’»
Faye Dunaway compartía la visión que defendía Depp sobre este incidente. «A veces parece que tengas romperto todo. The Mark se aprovechó de las circunstancias. Fue un escandaloso bombazo publicitario. Después de algo así, seguramente yo habría destrozado el vestíbulo. Es más, creo que deberían sentirse afortunados porque Depp deciera no hacerlo.»
«Aquello me pareció divertido», comentó Depp posteriormente. «¡Tuve que ir a la cárcel por haber agredido a una lámpara y un marco! Esos periodicuchos dijeron: ‘Estaba borracho y había tenido una pelea monumental con su novia.’ ¡Una mierda! Pero en estos casos ya se sabe... Por ejemplo: digamos que ese tipo del bar ha tenido un mal día, un día realmente duro. Finalmente –y para más inri- el tipo tiene que romper algo. Así que le pega un puñetazo a una pared, un puntapié o lo que sea. Joder, soy un tipo normal que sólo quiere ser normal. Ahora bien, por alguna razón no se me permite serlo. ¿Por qué no puedo comportarme como cualquier otro ser humano? En mi interior albergo mucho amor y mucha furia. Si siento amor por una persona, entonces la amo incondicionalmente. Si me enfado y me sacan de mis casillas, y entonces necesito golpear a alguien, voy a hacerlo y las consecuencias me importan un bledo.»
El incidente del hotel The Mark no fue el primer encontronazo que tuvo Depp con la ley a causa de su temperamento voluble. Su pasado estaba trufado de episodios similares. Se sabe que en varias ocasiones fue sorprendido colgado de la quinta planta del estacionamiento del Beverly Center de Los Angeles junto a su amigo Nicolas Cage; también es conocida su propensión a soplar gasolina contra una llama ardiendo; es más, había sido visto gritándole a Kate Moss en el comedor del hotel Royalton de Nueva York, un lugar frecuentado por periodistas. Si nos remontamos al año 1989, durante su época en la serie Nuevos policías (21 Jump Street), Johnny agredió a un guardia de seguridad en la ciudad canadiense de Vancouver, aunque en aquella ocasión los cargos también fueron retirados. En 1991 el actor fue demandado tras haber destruido un escaparate de Lone Star Roadhouse en la neoyorquina calle 52, un acto vandálico que cubrió a una mujer de esquirlas y cristales. Esto ocurrió a renglón seguido de una competición alcohólica en la que había participado junto Iggy Pop, el legendario cantante punk. Asimismo, se presentaron cargos contra Johnny Depp en 1991 por su conducta imprudente como peatón en Beverly Hills; además, se enzarzó en una pelea con un oficial de policía que le ordenó que tirara su cigarrillo. «Me he topado con algunos policías nazis que han visto demasiados episodios de Starsky y Hutch». Con esta contundencia se expresó el actor sobre aquella trifulca.
En los meses que siguieron a su «mala noche» en el hotel The Mark, Depp hizo gala de su malicioso y travieso sentido del humor en las entrevistas que concedió a varias revistas. Cada vez relataba una variación diferente sobre los hechos.
Según la publicada en The Sunday Times, había ocurrido lo siguiente: «Estaba en el hotel, sentado en el sofá de mi habitación, cuando de repente un perro salchicha salió del armario. Entonces pensé que mi deber era atrapar al animal, y estuve persiguiéndolo durante unos veinte minutos, pero aquella bestia no estaba dispuesta a cooperar. Finalmente, el perro saltó por la ventana... Y allí me quedé yo, atrapado en mi habitación con todas aquellas pruebas.» La versión que obsequió a la revista Empire tampoco tiene desperdicio: «Me parece que era un armadillo. Al menos a mí me lo parecía, un armadillo. Podría haber sido un elefante.» Y según la revista Sky: «Kate no tuvo nada que ver en el asunto. ¿Quiere saber toda la verdad sobre lo que sucedió en ese hotel? Había una cucaracha en la habitación, del tamaño de una pelota de béisbol. Yo la perseguía por todas partes tratando de aplastarla y acabar con ella, pero no lo conseguí.»
«En algunas ocasiones su comportamiento no ha sido el más adecuado», confirmó su representante en ICM Tracey Jacobs, cuyo rol traspasa los límites de su carrera profesional, teniendo que suavizar los desastres que deja tras de sí el ídolo de Kentucky. A la sazón fue Jacobs la persona a quien llamó el actor por teléfono desde la cárcel tras ser detenido. «Tratándose de estas cosas, soy muy dura con él», explicaba Jacobs. Pero de sus continuos roces con la ley podemos deducir que la «dureza» de Jacobs no ha surtido el efecto deseado, toda vez que él la consideraba, no sin cierto desdén, uno más entre los muchos que intentan decirle cómo debe vivir su vida. Esta situación también afectó a su popularidad. Así, un mes después Johnny Depp aparecía en la portada de la revista People; seguidamente, se publicaron artículos sobre el actor en Premiere y en la revista The Advocate, dirigida al público homosexual. Igualmente, su nombre fue incluido en la lista de las citas más deseadas según la revista Your Prom, siendo nominado a los Globos de Oro por la pelícua Ed Wood [un galardón que finalmente obtuvo Hugh Grant por Cuatro bodas y un funeral (Four Weddings and a Funeral)].
«El suceso del hotel no ha dañado su carrera», concluyó John Waters en una entrevista concedida a la revista Esquire. «Cuando lo arrestaron tenía un aspecto fantástico. Me encantaban las esposas –siempre funcionan-. En el caso de Johnny la imagen de estrella de cine convicta le va muy bien. El éxito del incidente ocurrido en aquella habitación resulta de calcular el valor de los destrozos y dividirlo por la extensión, expresada en centímetros, de las entrevistas y los artículos publicados.» Al margen de esto, Waters apuntó una posible razón para la trastada que protagonizó Depp en aquel hotel: quizás el servicio de habitaciones fuese malo.
Pocos días después del altercado, Depp recuperó las pertenencias que había dejado en el hotel The Mark, que le entregó la policía, y fue alojado en otro hotel neoyorquino. Mientras deshacía su equipaje en la nueva habitación, el actor descubrió que alguien había pintarrajeado la autobiografía de Marlon Brando que estaba leyendo. Esto debió suceder, muy probablemnte, durante el tiempo que estuvo bajo custodia policial. «Johnny Depp, que te jodan» fue el primer comentario hostil con el que se topó el actor cuando hojeaba aquel libro de 468 páginas. Había otros muchos comentarios similares escritos en diferentes páginas. «Eres un cabrón», decía uno; «Te odio», espetaba otro. Los insultos se sucedían a lo largo de todo libro. Depp culpó de ello al personal del hotel The Mark. «Hay dos tipos de admiradores», explicó a Esquire, que informó del incidente con todo lujo de detalles. «Los que sólo quieren tu autógrafo o que les digas algo agradable; y otros que desprecian los autógrafos porque van sobrados por la vida. Esa gente trata de joderte. Sólo buscan llamar tu atención.»
Así y todo, con esto no terminaron sus problemas en el viaje a Nueva York. Todo indicaba que cada vez que se veía envuelto en un incidente que conseguía saltar a los medios, se sucedían otros cuantos. Esa misma semana el actor acudió con unos amigos a un céntrico bar llamado Babyland. Pues bien, a la mañana siguiente su nombre figuraba en otro titular del New York Post: «Depp y sus colegas protagonistas de una pelea en el East Village», vociferaba el periódico. «No ha tenido que pasar mucho tiempo antes de que Johnny Depp (lorable) nos muestre de nuevo su cara más salvaje, luego de la jarana que protagonizó la otra noche en el hotel», podía leerse en el reportaje de la página seis, que señalaba al actor como el presunto instigador de la reyerta. El diario citaba a un sufrido parroquiano que aseguraba que «Depp me empujó y me dijo ‘¡Que te jodan!’»
Como ocurre con todos los incidentes en los que se ha visto envuelto, su relato de los hechos difiere mucho de lo publicado en los medios sensacionalistas del mundo entero. «Un tipo pasó junto a mí en el bar», explicó Depp como preámbulo a otra de sus historias del tipo armadillo-perro salchicha. «De repente, sacó una cosa que parecía un pene –aunque tuve la ligera sospecha de que podía tratarse de un dedal-, aquel jodido baboso. Luego me dijo algo como ‘Chúpame la polla’. Yo acababa de salir de la cárcel. Además, me habían ordenado que no me metiera en líos durante seis meses. Mi primer impulso fue lanzarme a su yugular, por puro instinto. Todos tenemos ese instinto animal...» Sin embargo, y siempre según la versión de Johnny Depp, consiguió resistir su furia e ignorar el instinto que tantos problemas le había acarreado en el pasado. No deseaba volver a la cárcel por algo así.
Incidentes como éste acompañaban a Depp allí donde iba. En The Globe, un club underground situado en pleno barrio de Notting Hill en Londres, Depp tuvo un rifirrafe con un miembro de la aristocracia británica, el joven de veintisiete años Jonathan Walpole, descendiente directo de Sir Robert Walpole y fotógrafo de profesión, que también se encontraba en el local. Sucedió que Walpole cogió por equivocación un vaso de la barra del bar. Que resultó ser la copa de Johnny Depp. «Me agarró por las orejas», se lamentaba Walpole ante los periodistas del londinense Evening Standard. «Y tiró de ellas con fuerza. Le informé que aquélla no era manera de saludar a la gente, al menos no en Inglaterra. De improviso algún energúmeno saltó a mis espaldas, rodeo mi cuello con su brazo e intentó golpear mi cabeza contra el suelo.»
Según parece, las salvajadas de Johnny Depp y sus actos vandálicos en hoteles catalizaron una serie de comportamientos casi calcados aunque protagonizados por otras celebridades. Dos meses más tarde, otro chico malo de Hollywood, el inefable Mickey Rourke, cuya carrera estaba en declive, destrozó una suite entera del hotel Plaza. Según informó el New York Post, el actor Nicolas Cage, al ser preguntado por la hazaña de su colega Rourke, respondió: «¿A quién intenta imitar? ¿A Johnny Depp?»
1 Nota del traductor: «Blowfish» significa literalmente «pez soplador».
2 Nota del traductor: una denominación contracultural que podría traducirse como «el grupo de la tierra soñada».
3 Nota del traductor: «No puedo soportarlo».
4 Nota del traductor: La expresión inglesa Show and Tell hace referencia a una actividad escolar de carácter lúdico e infantil, en la que cada uno de los participantes fabrica un objeto interesante y expone sus principales características.
5 Nota del traductor: freak y freakish en el original.