He volado hasta el aeropuerto más próximo a Monument Valley, el de Salt
Lake City, procedente de Pórtland, la ciudad donde nació Ford. Deseaba ver los
restos que quedaran de su tiempo, como haría un auténtico “fordiano”. Apenas
nada, de hecho, hasta 1998 la ciudad no había honrado su paternidad dedicándole
un recuerdo público y tampoco fue el municipio quien tuvo la iniciativa
entonces. En ese año una anciana millonaria, amiga de Ford y su esposa, decidió
resolver por su cuenta lo que ella consideraba una injusticia. Corrió con los
gastos para levantarle la estatua que te adjunto en tarjeta postal.
El Ford de bronce sentado en una enorme silla de director, con una pipa
en la mano y vestido con su habitual atuendo informal, botas de trabajo,
pantalones de franela, chaqueta de color caqui de estilo militar, camisa
holgada, y sombrero flexible, mira a través de sus gafas de sol hacia el otro
lado de la calle, donde su padre regentaba el Feeney’s Saloon. No queda nada de
entonces, pero El artista o la vieja amiga rica de Ford pensaron que para que
no estuviera en un paisaje desconocido, lo mejor sería rodearle de su
preferido, y reprodujeron a su lado las formaciones rocosas de Monumet Valley.
Todavía hoy hay informaciones contradictorias sobre como Ford lo
descubrió. Según algunos fue en 1939, justo tres días antes de empezar a rodar
La diligencia. John Wayne aseguraba haberlo descubierto una década antes,
cuando trabajaba como auxiliar de decoración y especialista, y siempre insistió
en que había sido él quien se lo descubrió a Ford. Y también se ha afirmado que
el director de fotografía Bert Glennon había rodado una película allí años
antes.
El propio Ford dijo,
en uno de los ratos de descanso de rodaje, que se había tropezado con Monument
Valley cuando estaba sirviendo en el ejército. Pero afirmó también en otra
ocasión que conocía el lugar porque había pasado por allí durante un viaje en
coche a Santa Fe, Nuevo Méjico. La versión más aceptada atribuye la información
a un comerciante de la zona llamado Harry Goulding que tenía una pequeña tienda
y una posada. Necesitaba ingresos para su negocio y también para la tribu de
los navajos. Los indios habían sufrido unos recortes tan fuertes de las ayudas
del Gobierno durante la Depresión, que el comerciante llegó a ver como los
ancianos navajos ni siquiera podían comprarle café… ¡y eran unos consumidores
de café empedernidos! Entonces se fue a Hollywood con una colección de
fotografías de Monument Valley y se presentó en las oficinas de un productor.
Insistió en ver al director de localizaciones, que llamó a Ford para que viera
las fotos. La excitación de Ford fue tal que alquiló un avión y voló a Monument
Valley al día siguiente para ver el lugar.
Décadas más tarde la zona fue bautizada en el mundillo cinematográfico
con el nombre de Ford Country...