"Voy a pasármelo bien"

"Voy a pasármelo bien"

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El argumento: Valladolid, 1989. David y Layla acaban de empezar octavo de E.G.B. y a ambos les encanta el grupo Hombres G. También se gustan mucho entre ellos, pero como a David le aconsejan tan mal sus amigos, todas las cosas que hace para conquistarla terminan siempre siendo un fracaso. A pesar de todo, los dos se hacen inseparables y siempre se lo están pasando bien. Muy bien. Valladolid. Poco más de treinta años después. David y Layla no se han vuelto a ver desde finales de los ochenta, pero nunca se han olvidado el uno del otro. Layla es directora de cine y ha ganado un Oscar. La vida de David, en cambio, ha sido más normal sin fama ni premios. Cuando Layla vuelve a la ciudad para recibir un homenaje, ambos pasarán juntos una semana en la que se dan cuenta de que los niños que fueron no han desaparecido del todo.

Conviene ver: “Voy a pasármelo bien” es un disfrute musical y nostálgico en el que el cine español parece querer hacer algo parecido al éxito “El otro lado de la cama” (2002) y a la fallida “Explota explota” (2020), tirar de su patrimonio musical para hacer una cinta que conecte con el público y con ese espíritu ochentero del que han hecho marca en Estados Unidos y que aquí ha tenido algunos ejemplos con películas como “Héroes” (2010) o “Live is life. La gran aventura” (2021). Una historia iniciática, tierna y con valores como el amor, la amistad y el sacrificio a través de números y coreografías que irradian ganas de vivir y la capacidad de transmitir con unos personajes tiernos y empáticos. Hayas sido fan o no del grupo es imposible que esos temas pegadizos no acaben conectando con nuestra propia infancia y adolescencia en el grupo de amigos del barrio y viviendo los primeros amores conectando con un espectador amplio que va desde el cuarentón desencantado que sigue siendo el niño que fue hasta los críos que entrarán de lleno en la historia y, de paso, conocerán a uno de los grupos más definitorios de una época en España. Un reparto entregado y auténtico, destacando especialmente el infantil representado en su edad adulta por nombres como los de Raúl Arévalo o Dani Rovira, que eleva los tópicos en los que se pueda caer, provocando calidez y cercanía sin renuncia a momentos de humor, melancolía y ternura en los que en ningún momento se pasa de frenada transgresora acorde a estos tiempos ni tampoco sentimentaloide. Un disfrute que evoca a la generación de la E.G.B. entre juegos pandilleros en la calle, los coloquialismos y la ropa y peinado de aquellos años, las inocentes técnicas de ligoteo y cintas de cassette del grupo de David Summers adoptando el espíritu de "La la land" (2016) en las calles de Valladolid en una de esas historias de amor más allá del tiempo y en el que sobrevuela lo que es y lo que pudo ser. Una pena, no obstante, que no se decida por decantarse del todo por el musical (donde la cinta encuentra su esencia y razón de ser) y se vea lastrada por una tópica historia de amor y buenas intenciones. Mirando al pasado, y conectando con el presente, a través de la música pero también de las experiencias que uno atesora superando algunas irregularidades y también momentos reiterativos pero siendo un soplo de aire fresco sin activismos buenistas, cínicos cenizos o chistes de sal gruesa que combate fenomenal frente a la ola de calor dando alegría de vivir.

Conviene saber: El habitualmente guionista David Serrano vuelve a ponerse detrás de las cámaras tras “Días de fútbol” (2003), “Días de cine” (2007), “Una hora más en Canarias” (2010) y “Tenemos que hablar” (2016).

La crítica le da un SEIS

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