Venecia 2022: Brendan Fraser evita que la ballena de Darren Aronofsky quede varada y Colin Farrell conquista como un hombre que quiere recuperar a su mejor amigo
Querido primo Teo:
En estos tiempos dominados por las redes sociales la cosa va de medir las ovaciones o de destacar los abucheos tras un pase de prensa, desde el descalabro en Cannes de “Diré tu nombre” (2016) de Sean Penn se exigen embargos para tapar ese tipo de cuestiones. Si por el aplausómetro del antiguo programa “El semáforo” podemos intuir algo diríamos que Colin Farrell es caballo ganador por “Almas en pena de Inisherin”. Brendan Fraser lloró ante la ovación de seis minutos que le dedicaron tras la proyección de “La ballena (The whale)”, un vídeo que hemos visto hasta la saciedad en los mundos de Yupi de internet, pero al día siguiente Colin Farrell superó la marca al recibir aplausos durante trece minutos hasta el punto de que los acomodadores tuvieron que avisar varias veces para desalojar la sala que ya estaba comprometida a otro estreno.
Desde que ganara el León de Oro con “El luchador” (2008) el director Darren Aronofsky ha sido fiel a la cita veneciana. Hace cinco años el director presentó “Madre!” (2017) que pese a tener fervorosos defensores resultó un sonoro fracaso y que más de un ejecutivo de Hollywood le retirara el saludo al cineasta que cosechó un enorme éxito con “Cisne negro” (2010). Tras casi un lustro en barbecho Aronofsky ha regresado con “La ballena (The whale)”, en donde ha contado con el respaldo de A24, que adapta la obra de Samuel D. Hunter centrándose en un recluso de más de 250 kilos que ha querido ocultarse de los demás comiendo hasta que su cuerpo quede K.O. y justo cuando parece que no quiere seguir viviendo encuentra algo que pueda darle un significado a su existencia.
Si con “El luchador” Darren Aronofsky rescató a Mickey Rourke, en “La ballena (The whale)” ha hecho lo mismo con Brendan Fraser. El actor ha estado varios años retirado del primer plano debido a sus problemas de salud, que se derivan de las lesiones provocadas durante el rodaje de “La momia 3” (2008) y emocionales, tras las burlas por haber denunciado hace casi una década a quien fuera presidente de la Asociación de prensa extranjera en Hollywood por haberle tocado el trasero durante una entrega de premios, fue antes del #MeToo y o no había conciencia sobre el tema o solamente se admite el testimonio de quienes se consideran más débiles.
“La ballena (The whale)” ha sido una de las películas más esperadas de esta edición, por el factor Aronofsky que siempre promete no dejar indiferente al espectador y también por el regreso de alguien que ha demostrado su eficacia y versatilidad a lo largo de su carrera pero que era mirado por encima del hombro por el sector más elitista de la prensa y crítica por proceder de la comedia. “La ballena (The whale)” no ha defraudado pero tampoco ha entusiasmado mucho más allá de la interpretación cargada de humanidad realizada por Fraser, ya que se ve ahogada por el abuso de los efectos digitales, sus orígenes teatrales y el melodrama simplón.
Penélope Cruz ganó de una manera indiscutible la Copa Volpi por su interpretación en “Madres paralelas” de Pedro Almodóvar que también le supuso una candidatura al Oscar. La actriz madrileña regresa al Lido para defender como protagonista absoluta la italiana “L'immensità” de Emanuele Crialese. La cinta, ambientada en la Roma de la década de los 70, se centra en una madre de familia que sufre en silencio la violencia de su marido y que se refugia en sus tres hijos, especialmente en el mayor que le revelará que es transexual.
Emanuele Crialese, responsable de “Nuevo mundo” (2006) ha querido hablar de su propia historia familiar y la crítica la ha recibido de una manera desigual aunque sí ha habido consenso a la hora de elogiar la interpretación de Penélope Cruz, convertida en una “mamma italiana” que en absoluto desentona al lado de Magnani, Loren o Mangano y que está atrapada en la amargura matrimonial, que finge ante los demás, especialmente sus hijos y que encuentra su única válvula de escape en Raffaella Carrà, lo normal.
La directora francesa Rebecca Zlotowski presentó “Planetarium” (2016) fuera de concurso, ahora debuta en la competición con “Los hijos de otros”. La película está protagonizada por la cada vez más en alza Virginie Efira que da vida a una mujer de 40 años, profesora de secundaria, que inicia una relación con un hombre que tiene una hija de 4 años con la que se encariña como si fuera propia, aunque es consciente de que eso puede tener su fin.
Zlotowski, que también dirigió la muy bien recibida “Una chica fácil” (2019), habla de la maternidad desde el punto de vista de una mujer que no ha tenido hijos y su propuesta ha tenido una excelente recepción, siendo de la las que ha tenido una acogida más unánime de lo que llevamos de edición, porque está hecha desde la sinceridad, no cae en el postureo ni en el discurso fácil para hablar de las mujeres, y cuenta con una Virginie Efira haciendo el mejor trabajo de su carrera.
La que ha sido la joya de estos primeros días ha sido “Almas en pena de Inisherin” de Martin McDonagh. El director, dramaturgo y guionista ya fue galardonado con el guión de “Tres anuncios a las afueras” (2017) que posteriormente dio el Oscar a Frances McDormand y Sam Rockwell. McDonagh cuenta con el dúo protagonista de su primer largometraje “Escondidos en Brujas” (2008), Colin Farrell y Brendan Gleeson, para presentarnos a un par de amigos de toda la vida cuya relación se va a pique cuando uno de ellos, el personaje encarnado por Gleeson, decide romper la amistad y el otro, con la ayuda de un par de aliados, tratará de recuperar la complicidad que tenían.
Una tragicomedia, austera que se convierte en un canto a la amistad y que en las manos equivocadas podría resultar cursi pero que McDonagh lo convierte en una reflexión cargada de ironía, melancolía y amargura. El director siempre ha demostrado que sabe extraer petróleo de los actores, es fácil entregando muy buenos personajes, y la crítica se ha rendido ante el reparto de “Almas en pena de Inisherin”, especialmente con un Colin Farrell que jamás ha estado tan portentoso como haciendo de un pueblerino gris que no entiendo por qué su mejor amigo ya no quiere saber más de él.
Laura Poitras fue la documentalista que logró el testimonio del antiguo analista de la CIA Edward Snowden en “Citizenfour” (2014) y por ello ganó el Oscar. En Venecia ha presentado otro documental, “La belleza y el dolor”, que gira en torno a algo que se ha convertido en una tragedia en los Estados Unidos y es la epidemia de los opioides que ha provocado más de 105.000 muertes por sobredosis e indudablemente el pico no se ha alcanzado porque la crisis se ha agravado en estos últimos dos años.
El hilo conductor es la fotógrafa Nan Goldin que durante años ha luchado contra la adicción a la oxicodona. Se ha cuestionado que Poitras esté tan enfocada en mostrar el activismo de Goldin a través de su fundación que no profundiza demasiado en una cuestión que está siendo imposible gestionar.
Hace unos meses Ti West estrenó “X” (2022) que tenía la gracia de introducir el "slasher" dentro del porno a través del rodaje de una película X en un lugar que parecía la granja escenario de “La matanza de Texas” (1974) y algo muy similar le sucedía a sus habitantes.
La cinta tuvo cierta gracia y el director junto a su protagonista, la actriz Mia Goth, han preparado una secuela titulada “Pearl” en donde se presentan los orígenes de la joven perteneciente a la familia de perturbados. Podrá verse dentro de unos días en el Festival de Toronto, en su sección dedicada al fantástico, y ha encandilado bastante a los devotos del gore más gamberro.
Indudablemente la película que más polvareda ha levantado en las últimas semanas es “No te preocupes querida” de Olivia Wilde, uno de esos títulos que los autoproclamados analistas de la carrera, porque leen muchísimos tweets, habían situado en la carrera al Oscar porque “Olivia Wilde hizo ‘Súper empollonas’ que era muy cool”. “No te preocupes querida” ha sido uno de los dolores de cabeza de la Warner Bros. en este año horrible para la compañía, primero porque las impresiones en los tests no habían sido nada buenas y segundo porque los conflictos en el set de rodaje entre Olivia Wilde y la actriz Florence Pugh no tardaron demasiado en llegar a la prensa y que podemos resumirlo en que Florence Pugh ha considerado que Olivia Wilde ha sido una pésima profesional por haber puesto por encima de la dirección de la película su relación con el coprotagonista del film, Harry Styles, y la explotación de su romance y el conflicto por la custodia de sus hijos con Jason Sudeikis en los medios de comunicación.
Inicialmente la película iba a estar protagonizada por Shia LaBeouf que en el otoño de 2020 salió del proyecto. Olivia Wilde, consciente de que estaba quedando muy mal parada con toda esta situación, comentó en una entrevista concedida a Variety que despidió al actor Shia LaBeouf porque en aquel momento había sido acusado de malos tratos por una pareja suya, algo que él ha admitido, y por sororidad quería proteger a Florence Pugh de un compañero de reparto considerado tóxico.
Con estas declaraciones Wilde se ganó los aplausos de la prensa pero Shia LaBeouf no tardó demasiado en desmentirla en el mismo medio de comunicación, asegurando que fue él quien renunció a estar en “No te preocupes querida” porque no se le había dado tiempo para ensayar en las condiciones que él había pedido y aportó correos electrónicos, mensajes telefónicos e incluso grabaciones de vídeos enviados por Wilde en donde le mostraba su apoyo. Fue peor el remedio que la enfermedad y lo que es más terrible es que la cuestión LaBeouf ha sido vetada en las entrevistas y la rueda de prensa celebrada en Venecia. Por otro lado, Florence Pugh se ha negado a promocionar la película, solamente hizo acto de presencia en la premiere, y ni de manera escueta y porque la obliga el contrato ha hecho mención de “No te preocupes querida” en sus redes sociales.
Dejando a un lado la polémica “No te preocupes querida”, segunda película dirigida por la actriz Olivia Wilde, es una distopía que a través de un proyecto nos presenta a una sociedad idealizada calcada de los barrios residenciales de la década de los 50. Florence Pugh y Harry Styles encarnan a un matrimonio que se ajusta al canon exigido mientras que Chris Pine encarna al director general del Proyecto Victoria que ejerce como líder de una secta "new age", pronunciando una serie de mantras motivacionales. Toda esa perfección es una fachada y la protagonista comenzará a plantearse qué hay detrás de la vida que lleva.
“No te preocupes, querida” ha llegado a Venecia inmediatamente después de presentarse en Telluride, en donde no ha sido especialmente bien acogida, y en el certamen italiano su recepción no ha sido mejor, con algunas honrosas excepciones que sí la aplauden como una distopía sobre el placer femenino, pero a la película se la ha considerado que tiene un concepto demasiado elevado de sí misma y que cae en una imitación bastante mala del peor episodio de “Black mirror”. Sí ha habido consenso a la hora de elogiar a Florence Pugh como salvadora del desastre que, por si fuera poco, también ha tenido comentarios maliciosos sobre la tensión palpada en la alfombra roja así como un presunto escupitajo de Harry Styles a Chris Pine. Puro Hollywood.
Mary Carmen Rodríguez