"Una pastelería en Tokio"
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El argumento: Sentaro tiene una pequeña pastelería en Tokio en la que sirve dorayakis (pastelitos rellenos de una salsa llamada "An"). Cuando una simpática anciana se ofrece a ayudarle, él accede de mala gana, pero ella le demuestra que tiene un don especial para hacer "An". Gracias a su receta secreta, el pequeño negocio comienza a prosperar. Con el paso del tiempo, Sentaro y la anciana abrirán sus corazones para confiarse sus viejas heridas.
Conviene ver: En "Una pastelería en Tokio" Naomi Kawase presenta una historia mucho más accesible en apariencia que su anterior cinta, “Aguas tranquilas”, pero, por otro lado, explota un tema bastante sobado en el cine y que tira de la lágrima fácil como es la historia de una hacendosa anciana que pasa a formar parte como ayudante de un modesto local alimenticio regentado por un tendero en crisis personal y profesional con una deuda que le agobia y una joven solitaria hija de madre soltera, revelándose como una experta en judías y tortitas rellenas. Una mezcla entre “Paseando a Miss Daisy” y “Philomena” que se hace larga y reiterativa, la media hora final se hace realmente innecesaria y estirada, ya que la historia es demasiado simple y plana para sacarle más partido más allá de subrayar que el paso de esa anciana, enérgica e ingenua, es lo mejor que le ha podido pasar en la vida a una serie de personas que se cruzan con ella. Corta en emoción a pesar de que las intenciones de la directora son las de conmover y ofrecer una cinta que llegue a más público que su acostumbrado cine especialmente filosófico y sensorial. En realidad es una fábula sobre el paso del tiempo y el valor de las pequeñas cosas siendo esa pastelería el refugio de tres almas errantes en las que su dolor navega de manera subterránea. La sobriedad y la corta trama le acaba pesando. Eso sí, guste más o menos la actriz Kirin Kiki está soberbia.
Conviene saber: En la sección Una cierta mirada del Festival de Cannes 2015 y premio a Naomi Kawase como mejor directora en el Festival de Valladolid 2015.
La crítica le da un SEIS