"Tick, tick... Boom!"

"Tick, tick... Boom!"

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El argumento: Basada en el musical autobiográfico de Jonathan Larson, es la historia de Jon, un aspirante a compositor de obras teatrales que trabaja de camarero en Nueva York mientras escribe “Superbia”, que espera que sea el próximo gran musical americano y lo que finalmente le dé su gran oportunidad. Jon también se ve presionado por su novia, Susan, cansada de poner las aspiraciones profesionales de Jon por delante de su propia vida. Mientras tanto, su mejor amigo y compañero de piso, Michael, ha renunciado a sus aspiraciones por un trabajo bien pagado en publicidad en Madison Avenue y está a punto de mudarse. A medida que se acerca el 30º cumpleaños de Jon, se siente abrumado por la ansiedad, preguntándose si su sueño merece la pena.

Conviene ver: "Tick... tick... Boom!" supone el debut en la dirección de Lin-Manuel Miranda, uno de los renovadores contemporáneos del teatro musical lo que le hace conectar mucho con el protagonista de esta historia, Jonathan Larson, el autor que a primeros de los 90 irrumpió en el panorama de la escena neoyorquina con juventud, muchas preguntas pero un innegable talento que le llevó a estar apadrinado por el mítico Stephen Sondheim y a alumbrar dos musicales como el autobiográfico “Tick, tick… Boom!” y el icónico “Rent”, estando éste último 12 años ininterrumpidos en Broadway (1996-2008) convirtiéndose pr´ácticamente en la voz de una generación para la juventud de la época tratando temas como los sueños y anhelos frustrados, la multiculturalidad y el azote del sida.

Andrew Garfield da vida, alma y rostro al propio Jonathan Larson, joven impetuoso, desorientado y soñador que lleva ocho años intentando levantar su musical distópico “Superbia”, siendo sólo él el que parece confiar en su éxito estando apoyado, a pesar de todo, por su novia y sus amigos, porque le quieren y son testigos de su talento pero lo que sí tienen claro es que el tiempo pasa y no pueden anclarse en ideas utópicas teniendo que seguir progresando en sus vidas, ante la necesidad de tener un trabajo que les mantenga más que les realice, mientras Jonathan sigue en su bucle y trabaja en una cafetería, intenta mover su obra entre productores y agentes y acumula facturas de la luz por pagar en el piso compartido en el que vive.

“Tick, tick… Boom!” tiene un comienzo eléctrico y revelador, no sólo por mostrar que Jonathan Larson nunca pudo disfrutar del éxito que alcanzaría sino porque pronto nos presenta a través del número 30/90 que se encuentra en el cambio de década, no sólo por abrazar la modernidad de los 90, sino porque está a pocos días de cumplir 30 años, una cifra redonda que le hace replantearse que hacer con su vida. Él tiene claro cual es su sueño pero, ante la falta de oportunidades, ve como los demás se ganan la vida de una manera mucho más pragmática siendo el caso de su novia Susan (Alexandra Shipp), la cual ha recibido una oferta de trabajo que le haría irse de la ciudad, o su amigo desde los 8 años y compañero de piso, Michael (Robin de Jesus), que si bien no levanta cabeza en su vida personal sí que ha logrado un trabajo estable como agente de publicidad que le hace poder tener una buena casa y dejar el cuchitril que ha compartido con Jonathan, así como un buen coche y un futuro laboral halagüeño.

A partir de ahí la cinta se mueve entre momentos más o menos afortunados pero siempre contagiando la energía de su protagonista, un Andrew Garfield pletórico, gracias también al dominio de la escena de un Lin-Manuel Miranda que conoce la obra (la representó en 2014) y que refleja de manera ilustrativa esos años en la Nueva York más bohemia con la efervescencia de la creatividad musical en reuniones, sesiones y fiestas en las que se conocía y compartía talento y en las que sobrevolaba el miedo de una comunidad como la homosexual, que no sólo vivía arrinconada sino también estigmatizada por el avance inexorable del sida que dejaba a muchos amigos y conocidos por el camino. Es por ello que Larson sabe que su vida es la música pero también padece el no poder dedicar el tiempo que merecen los suyos; decirle a su chica que no quiere que se vaya de la ciudad y no tener reparos en implorarle que se quede junto a él o visitar a uno de sus amigos que se encuentra en estado grave en el hospital.

“Tick, tick… Boom!” no puede esconder su deuda teatral y su reflexión algo ególatra ya que la obra pasó de ser un monólogo musical a una pieza con más personajes y cercana a los patrones del género, por lo que en muchas partes de la misma tenemos al personaje de Jonathan Larson al piano o frente al micrófono transmitiendo a la audiencia sus dudas y aspiraciones, lo que le lleva a ser una mezcla de la serie “Seinfeld” (1989-1998) o la cinta “Man on the moon” (1999) mientras conocemos las entretelas de la creación musical con el horizonte de Broadway como sol catalizador que lo mueve todo, prácticamente la definición que es para Larson la propia América, todo encontrando en este autor una versión contemporánea pero más luminosa del Bob Fosse que vimos en la reciente serie limitada “Fosse/Verdon” (2019).

Es ahí cuando la película tiene momentos realmente brillantes como la sesión en la empresa de publicidad de su amigo, en la que demuestra su poder imaginativo, el momento en el que se intercala la discusión y ruptura con su novia con un número musical casi guiñolesco Therapy, que recuerda al interpretado por Renée Zellweger y Richard Gere en “Chicago”, la fantástica decisión narrativa y visual por parte de Miranda desarrollada en una piscina, o cuando un grupo de invitados selectos asisten a la temida primera puesta de largo de “Superbia” en la que se descubrirá por primera vez ese bello tema principal para su protagonista femenina, Come to your senses, el cual gente como Sondheim o su productor Ira Weitzman echaban en falta en su partitura y que finalmente Larson compone en un arrebato de inspiración 12 horas antes del evento.

Al igual que los espectadores el protagonista irá aterrizando en su realidad con unos últimos 30 minutos magníficos en los que la película se deja de titubeos y pone toda la carne en el asador. Hasta ese momento hemos visto a un protagonista ilusionado y disperso, con más preguntas que respuestas y ambicioso pretendiendo ir más allá del presupuesto que tiene y que le lleva a tener que sacar dinero de debajo de las piedras, pero aunque eso no cambiará también tomará conciencia de por dónde tiene que enfocar su carrera (tras la reveladora llamada de su agente Rosa Stevens) y cómo valorar las cosas realmente importantes que tiene a su alrededor tras la confesión de su amigo Michael. Es ahí cuando la cinta termina arrebatando y todos los elementos se engrasan en una bella sinfonía de dolor, descubrimiento, aceptación y espíritu artístico.

La pasión que desborda Jonathan Larson, a lo que contribuye la interpretación de Garfield, se plasma en una película que capta muy bien esa esencia, siendo irregular e imperfecta, pero sacando lustre a un material de partida que es de nicho, muy para fans de los musicales y sin ningún número en la obra popular o realmente pegadizo, pero que sabe transmitir esa conexión universal del creador más que del artista, el hecho de tropezar muchas veces y levantarse otras tantas fruto del hecho de producir y producir, no sólo para sentirse lleno sino para ir en la búsqueda de que algún día, más tarde o más temprano, se consiga el reconocimiento que uno merece y que sólo es reservado para unos pocos.

Una lucha frente al tiempo que más de un personaje de la cinta siente que se le está escapando de las manos, más cuando tiene referentes a familiares o a genios que antes de los 30 o bien estaban casados, con hipoteca y con una vida ya definida, o bien habían podido crear ya obras que pasarían a la posteridad. Esa sensación de carrera contrarreloj se imprime de manera muy acertada en el propio ritmo de la película reflejando un listón (como presión persistente) que se ha arrastrado a los tiempos actuales y que lleva a que la juventud alargada y precaria que vivimos provoque que uno no pueda valerse solo por sus propios medios y que si pretende compararse con los de generaciones anteriores no podrá evitar deprimirse si no tiene en cuenta que la vida ha cambiado mucho en los últimos años y que hay que adaptarse a las nuevas reglas y a las cartas que nos pone el destino en el camino.

Una cinta que todavía se disfrutara más por los muy expertos en el teatro musical plasmándose ello en ese número llamado Sunday que, aunque llegue en la primera mitad de la película, crea un momento climático contando con el cameo de algunas de las mayores estrellas del musical norteamericano de ahora y de siempre y que no descubriremos en esta crónica para que sean los espectadores los que puedan percatarse de ello por sí mismos y que, en parte, es una especie de test para aficionados al género a la hora de averiguar quién son los que ahí aparecen, auténticas leyendas que Miranda ha tenido la pericia de reunir.

Andrew Garfield llena la pantalla, tanto física como espiritualmente, además de contar con una voz que le acompaña, siendo todo un “tour de forcé” que deja este como uno de los mayores retos de su carrera y, hasta ahora, su mejor trabajo de la misma brillando y logrando eso tan difícil que es que el histrionismo implícito en el personaje derive en pulsión empática hacia el espectador y que permita que junto a él, con mucha menos presencia, también haya momentos de lucimiento para Alexandra Shipp, Robin de Jesus, Vanessa Hudgens, Joshua Henry, Jonathan Marc Sherman, MJ Rodríguez, Ben Ross y unos sobresalientes Judith Light, como la agente Rosa Stevens, y Bradley Whitford, breve pero magníficamente caracterizado como el maestro Stephen Sondheim.

“Tick, tick… Boom!” es toda una delicia para los fans de los musicales, especialmente para los conocedores de “Rent” que si bien no gozaron en su momento, en 2005, de la mejor adaptación cinematográfica posible sí que podrán volver a conectar gracias a esta cinta con el espíritu de esa obra y ese autor contando con infinidad de guiños y recursos musicales que sirvieron de inspiración a la obra por la que Jonathan Larson pasó a la Historia. Para los demás queda como un retrato fascinante del Nueva York de la época, con sus sueños, preguntas y miedos, contando con la baza de buenas canciones y una de las mejores interpretaciones del año.

Conviene saber: "Tick, tick... Boom!" se estrenó limitadamente en el Off-Off-Broadway en 1990 y, tras la muerte de Larson y el gran éxito de “Rent”, ganadora del Tony y el Pulitzer, fue reconvertida manteniendo su esencia y recibiendo el encargo David Auburn por parte de la productora Victoria Leacock convirtiendo el monólogo rock inicial en un espectáculo con tres actores en escena que se estrenaría en 2001 y más adaptado a lo que se entiende por un musical. Miranda representó la obra en 2014 en el papel de Jonathan Larson junto a Leslie Odom Jr. y Karen Olivo.

La crítica le da un OCHO

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