“The tender bar”, una enseñanza vital
Querido Teo:
"The tender bar" ha llegado directamente a Amazon Prime en un momento en el que se demuestra que el sistema de distribución ha cambiado. Hace unos años la nueva película como director de George Clooney hubiera sido muy promocionada pero su octava película como realizador ha llegado sin mucho ruido, el mismo que una carrera en este campo que ahora está muy lejos de sus prometedores primeros trabajos, destacando “Confesiones de una mente peligrosa” (2002), “Buenas noches y buena suerte” (2005) y “Los idus de Marzo” (2011). Es curioso, además, que haya saltado de Netflix a Amazon Prime en sólo un año después de estrenar la mucho más ambiciosa "Cielo de medianoche".
Lo que sí que ha demostrado George Clooney en su carrera como realizador es la capacidad para probar distintos géneros y salir de ellos relativamente airoso, aunque en ellos haya habido mucho más de homenaje que de una personalidad que no ha terminado de explotar. Apuestas muy correctas y solventes pero, en su mayoría, poco trascedentes salvo ese mensaje en pro de la libertad de expresión en plena Caza de Brujas que le llevó a tocar de cerca los Oscar consiguiendo 6 nominaciones al Oscar en la edición de 2006 en el momento de mayor popularidad de su carrera en el cine.
La historia es una adaptación de las memorias de J.R. Moehringer que relata los años de adolescencia del escritor creciendo en Long Island en busca de una figura paterna entre los clientes del bar de su tío. Un drama con vocación popular y poder emotivo abordado con modestia y honestidad y que explora ese subgénero del “coming of age”, o dicho más coloquialmente “hacerse un hombre”, que lleva al protagonista a descubrir que ese padre que tiene idealizado no es tal, los sacrificios que ha tenido que hacer su madre para intentar sacarlo adelante, el apoyo siempre cómplice de su tío, la pasión por la literatura y las complejidades del amor y el sexo.
“The tender bar” se sostiene en una sucesión de situaciones desde que J.R. (Daniel Ranieri) y su madre (Lily Rabe) tienen que ser acogidos por los abuelos, los padres de ella, después de que ya no puedan permitirse pagar el alquiler. La madre de J.R. trabaja como secretaria y vive separada del padre del crío, un cantamañanas al que J.R. sólo conoce por su voz pinchando canciones en la radio, lo cual le lleva a buscarle en el dial para tener algún contacto con su padre. En esa casa también vive el tío Charly (Ben Affleck), hermano de su madre, un hombre hecho a sí mismo que desde la barra de bar, junto a sus amigotes, o el Cadillac 1968 que conduce, y junto a sus libros de Charles Dickens no ha necesitado más para aprender sobre la vida y dar lecciones a su sobrino de cómo encararla.
La cinta tiene mucho encanto en su primera parte, más bañada por la nostalgia y los recuerdos de la infancia, entre primos ruidosos, la bonita relación entre madre e hijo, amenazada por una enfermedad, y la presencia de un abuelo gruñón y pedorro incapaz de mostrar afecto, un Christopher Lloyd demasiado desaprovechado, pero pierde fuelle cuando nos lleva al J.R. que ha recibido la posibilidad de estudiar en la Universidad de Yale, lo que siempre quiso su madre, y le vemos con sus compañeros de estudios y, especialmente, con una chica, Sidney (Briana Middleton), con la que descubrirá el sexo pero también el desamor y la dificultad para dejar atrás la influencia que en él le provoca y no ser un pelele en sus manos.
Tye Sheridan encarna al joven J.R. en una parte de la cinta que es irregular y reiterativa perdiendo la frescura de una primera que, también inconexa, se aprovecha de la sucesión de recuerdos como la visita al psicólogo escolar, la escena de la bolera o cuando abuelo y nieto tienen que compartir un desayuno con los padres organizado por el colegio. Más adelante es cuando la cinta se pierde en el viaje de aceptación de J.R. hacia su identidad, soltando amarras del pasado, enfrentándose a su vida como estudiante en Yale (eficaz el momento en el que recibe la carta de aceptación) y centrándose en su futura carrera de escritor, tras probar suerte como periodista en The New York Times, de la que surgiría las memorias que componen la novela que da origen a la película.
Ben Affleck lleva a cabo una de sus mejores interpretaciones (junto a “Hollywoodland” y “The way back”) como un tío carismático y algo canalla, pero también noble y sin dobleces. Un ideal especialmente para la infancia que conforme pasa el tiempo se reconvierte en intenso agradecimiento por haber estado siempre ahí, como un padre no de sangre pero sí de espíritu que sabe dar en cada momento el consejo exacto mientras sirve por primera vez esa bebida que será la que definirá al que la toma por siempre y que inculca que bajo ningún concepto un hombre puede pegar a una mujer.
“The tender bar” muestra también a una clase obrera que intenta motivarse como puede, sabiendo que ellos son los únicos dueños de un destino en el que nadie les va a regalar nada. William Monahan se hace cargo de un guión que mantiene un tono costumbrista y esperanzador sin sobrecargar el drama como hacia “Hillbilly, una elegía rural” (2020) con la que comparte similitudes, la de una USA abandonada de la que uno de sus miembros intenta escapar a través de la universidad con el fin de convertirse escritor, ganando el Pulitzer en 2000, y que dedicará una de sus obras a sus orígenes, publicada en 2005 y en la que el protagonista no deja de ser un Dickens contemporáneo cuya similitud no se esconde en ningún momento en la cinta.
El problema de “The tender bar” es de ir más a menos en una historia muchas veces vista y que no tiene mucho de especial, sólo ganando enteros cuando está en escena ese tío Charly con el que Ben Affleck (que ha conseguido la nominación al Globo de Oro) y George Clooney vuelven a congeniar cinematográficamente después de que ambos levantaran la oscarizada “Argo” (2012). Lamentablemente no es suficiente para que la carrera de un George Clooney, cuya estrella ha dejado de brillar como antaño, se confirme como un director a tener en cuenta más allá de cubrir el expediente con cintas como ésta.
Nacho Gonzalo