Stephen Frears y el éxito del artesano británico

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Querido primo Teo:

Probablemente el nombre de Stephen Frears no esté situado en las listas de mejores directores británicos de la historia porque el hecho de que sea un artesano ha causado que la élite cultural le mire por encima del hombro. No tendrá dos Palmas de Oro del festival de Cannes como su compatriota Ken Loach, ni los grandes festivales se han peleado por sus películas, pero tras estrenar “The lost king”, y a sus 83 años, puede presumir de una exitosa carrera desarrollada a lo largo de cuatro décadas, en donde ha demostrado su eficacia en cualquier terreno, desde las comedias urbanas hasta el cine negro, pasando por el western y las intrigas palaciegas.

Stephen Frears está detrás de películas tan diferentes como “Mi hermosa lavandería”, “Café irlandés”, “Los timadores”, “Las amistades peligrosas”, “Alta fidelidad”, “Philomena”, “The Queen”, “Negocios ocultos” y “Florence Foster Jenkins” y a lo mejor alguna de las mencionadas se encuentra entre las cintas favoritas de muchos espectadores que tal vez no sean conscientes de que pertenecen a un artesano llamado Stephen Frears.

Nacido en Leicester en 1941 en el seno de una familia de clase media, no fue hasta que se licenció en Derecho cuando comenzó a interesarse por el teatro. Se inició como asistente de director de escena antes de dirigir obras como “Esperando a Godot” para el Royal Court Theatre. Hizo callo en el teatro y sobre todo en la televisión en donde se responsabilizó de muchas antologías y teatro filmado para la BBC.

En el cine trabajó como asistente de dirección y finalmente pudo rodar su primera película con “Detective sin licencia” (1971) protagonizada por Albert Finney. Tuvo que esperar catorce años y rodar su cuarta película para lograr el reconocimiento de la crítica. “Mi hermosa lavandería” (1985) se convirtió en un éxito modesto y era un drama gay e interracial que supuso además el descubrimiento de Daniel Day-Lewis y que fue nominada al Oscar al mejor guión original. 

Con “Ábrete de orejas” (1987) habló de la represión vivida por los homosexuales en el Reino Unido de la década de los 60 para narrar la historia del dramaturgo Joe Orton que fue asesinado por su amante que posteriormente se suicidó. La película fue un éxito al igual que la satírica “Sammy y Rosie se lo montan” (1987). Frears estaba llamado a jugar en ligas superiores. 

Con su siguiente proyecto, “Las amistades peligrosas” (1988), demostró que es un artesano capaz de amoldarse a las exigencias de un proyecto y también dotado para extraer petróleo de los recursos que tiene a su alcance. Abandonó la crónica hecha por un urbanita para adentrarse en la alta sociedad de la Francia previa a la Revolución y se pudo comprobar que estaba tan cómodo desentrañando los líos de alcoba y las intrigas palaciegas como retratando a lo más marginal del Londres de la década de los 80.

La adaptación de la novela de Pierre Chordelos de Laclos resultó ejemplar, una de esas películas hechas en estado de gracia en la que absolutamente nada desentona. Glenn Close, John Malkovich y Michelle Pfeiffer están superlativos y fueron nominados al Oscar, estatuilla que logró Christopher Hampton por escribir el guión. Lo sorprendente fue que Frears, que fue premiado por la crítica, no resultara nominado por los académicos. 

“Las amistades peligrosas” fue una producción británica con todos los mimbres de Hollywood. Su éxito hizo que la meca del cine reclutara a Frears. Cayó de pie con “Los timadores” (1990), avalada por la producción de Martin Scorsese y que adaptaba la novela de Jim Thompson.

Todo un ejemplo de cine negro con estafadores y adictos a las apuestas de poca monta que contaba con un John Cusack dando lo mejor de sí y viéndose devorado por unas portentosas Anjelica Huston y Annette Bening, las dos nominadas al Oscar al igual que Stephen Frears que se vio compensado por haberse quedado fuera por “Las amistades peligrosas”. 

Tras el buen rendimiento de “Los timadores”, en donde supo trasladar el lenguaje del cine negro al público de los 90, rodó la comedia “Héroe por accidente” (1992) y ahí pudo comprobar que su luna de miel con Hollywood había finalizado. El rodaje de esta comedia, que homenajeaba al cine de Preston Sturges y Frank Capra, fue complicado y por encima de los problemas técnicos tuvo que lidiar con el Dustin Hoffman más puñetero y Frears estuvo al borde sufrir un infarto. “Héroe por accidente” tuvo buenas críticas pero la taquilla no le acompañó.

Stephen Frears fue consciente de que su centro estaba en Gran Bretaña. Tras “Héroe por accidente” cambió radicalmente con dos proyectos modestos, “Café irlandés” (1993) y “La camioneta” (1996), en donde miraba de frente a Ken Loach, aunque de una manera mucho más ligera y menos discursiva, y mostraba los apuros para salir adelante de la clase obrera irlandesa. Con la primera se llevó el premio del Público en el Festival de Toronto de 1993 y con la segunda compitió en el Festival de Cannes de 1996.

No dejó a Hollywood a un lado y sus siguientes proyectos tuvieron el sello de la meca del cine aunque con destino inversamente proporcional a su ambición. “Mary Reilly” (1996), la historia del doctor Jekyll narrada desde el punto de vista de su criada, se confeccionó con las pretensiones de ser un gran éxito, contaba con un reparto encabezado por Julia Roberts y John Malkovich, más la intervención de Glenn Close, pero no funcionó como se esperaba.

“Hi-Lo country” (1998) era un western romántico, que suponía el primer trabajo en Hollywood de Penélope Cruz, y aunque no fuera ningún gran éxito sí que gustó a la crítica y le proporcionó a Frears el premio a la mejor dirección en el Festival de Berlín.

La que mejor funcionó, y que de paso se convirtió en una obra generacional, fue “Alta fidelidad” (2000), adaptación de la novela de Nick Hornby, en donde John Cusack hizo la interpretación más memorable de su carrera en la piel del propietario de una tienda de discos al borde de la quiebra tanto económica como emocional y que combate todo ello recurriendo a la nostalgia. 

Frears sorprendió al adentrarse en la inmigración ilegal con “Negocios ocultos” (2002), un thriller escrito por Steven Knight, que fue nominado al Oscar y posteriormente fue el guionista de “Promesas del este”. Supuso además el lanzamiento de Chiwetel Ejiofor que fue galardonado con el BIFA del cine independiente británico. 

Cuatro años después Frears cosechó un enorme éxito con "The Queen" (2006) en donde junto a Peter Morgan, con quien venía de colaborar en la televisiva “The deal” (2003) sobre el ascenso de Tony Blair en el partido Laborista, se adentró en la que probablemente fue la peor semana para la reina Isabel II, cuando falleció Diana de Gales en un accidente de tráfico y tuvo que ceder ante las presiones populares y del primer ministro Tony Blair y unirse al duelo nacional.

Helen Mirren se llevó todos los premios del 2006, incluido el Oscar a la mejor actriz, y la película le proporcionó a Frears la segunda y hasta ahora última candidatura al premio de la Academia como mejor director.

La carrera de Frears, desarrollada en el último medio siglo, se ha caracterizado por su constancia y solvencia. No ha tenido una película mediocre, habrá tenido algún bajón en cuanto al éxito pero no con respecto a la calidad. Volvió a trabajar con Michelle Pfeiffer en “Chéri” (2009), llevó a Gemma Arterton a otro nivel en “Tamara Drewe” (2010) y alcanzó la perfección formando dupla junto a Judi Dench en “Mrs. Henderson presenta” (2005), "Philomena" (2013) y “La reina Victoria y Abdul” (2017).

Culminó su recorrido rodando con ilustres actrices de las últimas décadas convirtiendo a Meryl Streep en la peor cantante lírica del mundo en “Florence Foster Jenkins” (2016) desbordando inocencia, ternura y patetismo. No exagero si digo que Hugh Grant estaba de Oscar. 

Frears también ha gozado del éxito en la televisión, medio que no ha abandonado pese a sus múltiples proyectos cinematográficos. Su firma está detrás de éxitos como "A very english scandal" (2018), que le valió a Ben Whishaw el Globo de Oro, el Critics'Choice, el Bafta y el Emmy, "La voz más alta" (2019), con un superlativo Russell Crowe como el magnate televisivo Roger Ailes, la austera terapia de pareja "State of the union" (2019-2022) y la adictiva "Quiz" (2020) sobre las miserias de la condición humana cuando entra en juego la fama propiciada por el concurso televisivo más popular en Reino Unido.

Lo último ha sido dirigir a Kate Winslet en la sátira política “El régimen" (2024) adentrándose en la historia de un año dentro de los muros del palacio de un régimen europeo moderno que empieza a desmoronarse. Una mordaz extravagancia en la que Stephen Frears es, como ha demostrado a lo largo de los años, tan efectivo como ilustrativo a la hora de interesarse por el público y superando siempre con creces el mínimo de calidad exigible.

Mary Carmen Rodríguez 

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