Sitges 2022: Una road movie caníbal y criticando a los modernos
Querido Teo:
Una road movie que revierte el subgénero por su tono caníbal y una película sorpresa que lanza un buen azote a las nuevas generaciones a través del hedonismo y el modernismo mal entendido.
"Hasta los huesos: Bones and all"
Luca Guadagnino siempre ha sido un cineasta que ha dado mucho que hablar, ya no únicamente con sus joyas como "Cegados por el deseo", si no desde que dio aquel bombazo que supuso "Call me by your name". Después abrazó el género con el remake del clásico de Dario Argento "Suspiria", y esta vez vuelve con "Hasta los huesos: Bones and all" siendo otra propuesta donde el género no es lo fundamental, es el envoltorio, pero que le sirve como artificio para construir una historia de "coming of age" en forma de "road movie".
Desde el primer minuto Guadagnino deja clara sus formas, una puesta en escena sobria pero resaltando ciertos formalismos de vez en cuando, y que sobre el papel muestran una variedad de mecanismos cinematográficos encomiables. El problema es que esto constituye la propia forma, y es el fondo el que se queda corto.
Evidentemente entendemos que cuando se produce un acto de sórdida violencia y el director italiano decido dejarla en fuera de plano para mostrarte, por poner un ejemplo, unos cuadros de la persona a la que se está agrediendo, está generando un intento de empatía además de cierto estilismo a la hora de retratar esa violencia. De hecho, de esa forma la suele retratar en el resto de la película, nunca hay un gore excesivo, sólo retazos de lo que supone ese canibalismo del que forman parte los protagonistas.
Unos protagonistas interpretados por Taylor Russell y Timothée Chalamet con los que tengo algunos problemas.
Ella está de forma muy contenida continuamente, pero Guadagnino tampoco utiliza esos momentos de canibalismo como forma de liberación, como forma de contrarrestar toda la internalización de las emociones de la protagonista, por lo que termina sucediendo que queda en una actuación demasiado pasiva.
Él, está continuamente repitiendo los maniqueísmos que utilizaba en "Call me by your name", con otras capas narrativas pero con el mismo rango de emociones, y se siente no como fuera de onda pero sí como algo por debajo de lo que el actor es capaz y ya ha demostrado en otras grandes interpretaciones como "The king" o la propia "Call me by your name".
Además, el resto de secundarios es un sinsentido constante, una sobreactuación imparable sobre todo por parte de Mark Rylance y Michael Stuhlbarg, que parece directamente que están en otra película.
Juntas todo esto a una narrativa superficial, que nunca termina de profundizar lo suficiente, no en esa historia de amor que no termina de conectar sino en los propios arcos de los personajes. Nunca terminan de evolucionar más allá de la relación que ambos construyen con el otro, nunca terminan de avanzar y dudo que el objetivo fuera ese, aunque evidentemente quedaría a objeción de Guadagnino, pero todo queda de una forma demasiado desdibujada donde nos quedamos con un final que, sin contar nada, te deja con la sensación de no haber ido a ninguna parte, ni narrativa ni emocionalmente.
Tampoco ayuda el uso incesante y bastante cargante de la música de Trent Reznor y Atticus Ross que, más allá de haber estado más inspirados a nivel puramente compositivo en otras ocasiones, creo que todas las decisiones de inclusión de la música en la película terminan perforando los oídos de una forma terrorífica.
Volveremos a intentarlo el año que viene con "Rivales", la película donde nada debería salir mal porque estará protagonizada por Mike Faist, Josh O'Connor y Zendaya.
"Muerte, muerte, muerte"
Había ganas de esta nueva propuesta de A24 (la tercera en este Sitges 2022 después de "Despidiendo a Yang" y "Pearl") y la verdad que fue la forma idónea de cerrar mi primer Sitges.
A pesar de tener lecturas sobre la sociedad moderna, la Generación "millennial" y "Z", y cierta crítica a ciertas moderneces de forma súper cañera, la película de Halina Reijn no busca trascendencia alguna, esto es un divertimento, un entretenimiento.
Aún así "Muerte, muerte, muerte" no dista de estar dirigida de forma excepcional, con un manejo de la tensión envidiable y que se mueve de forma súper natural entre el thriller y la comedia, en esa noche maldita en la que encuentran un cuerpo en una fiesta y deben encontrar al asesino.
Un uso de la oscuridad terrorífico por momentos que vuelve a abrazar esa modernidad y que usa sobre todo la linterna de los móviles de los protagonistas para iluminar prácticamente durante toda la película, dotándole no sólo de realismo si no de una personalidad moderna y actual, particular y única.
Pero más allá de tecnicismos, está película se sostiene por sus intérpretes. Hay una naturalidad no sólo en la forma de diálogo si no en la comedia que hace que todo fluya de manera excelente, destacando a una Rachel Sennott que ya nos alucinó con "Shiva baby" y que aquí vuelve a hacer un papel algo sobreactuado y desquiciado pero que funciona en todo momento; a Lee Pace en una búsqueda de la comedia de la mínima expresión, donde verle únicamente mirando al techo o meditando es realmente hilarante; y Pete Davidson, que cuanto menos contar mejor, pero que digamos que su particular uso de la comedia (muy de su paso por "Saturday Night Live") es clave y fundamental en el filme.
Una película que en el Auditori ha sido toda una fiesta, con risas y aplausos constantes y que, a pesar de que quizás el tiempo la deje en un lugar de entretenimiento y diversión, pues mira, qué más queremos.
Iker González Urresti