San Sebastián 2021: Doble ración oriental de género y Manuel Martín Cuenca explora la maldad del hombre corriente

San Sebastián 2021: Doble ración oriental de género y Manuel Martín Cuenca explora la maldad del hombre corriente

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Querido Teo:

El Festival de San Sebastián ha estado muy marcado este año por el cine francófono y el oriental que han sido los dos pilares fundamentales de la programación junto a la habitual cosecha española y latinoamericana. Ello se evidencia en una jornada lejos de la rotundidad de la anterior pero con algunos trabajos estimables que tienen valores para convencer al público más allá de críticos eruditos, precisamente en un momento de necesidad por la precariedad de la situación del cine en salas.

“Fire on the plain” (Zhang Ji), un policiaco efectivo // Sección Oficial

“Fire on the plain” es la ópera prima de Zhang Ji ofreciendo un policiaco efectivo pero poco memorable más teniendo en cuenta ilustres ejemplos como “Memories of murder” (2003) y “Zodiac” (2007), cintas tótems que ya han jugado con el mito del asesino en serie y los crímenes que quedan sin resolver y que obsesionan a determinados policías e investigadores por mucho que pasen los años.

Una cinta que cumple en lo técnico sobradamente a pesar de que queda algo coja en lo argumental, lo que no impide que vaya de menos a más y desemboque en un buen final partiendo de la China de 1997 en la que una serie de asesinatos golpean a la ciudad de Fentun hasta que éstos dejan de producirse de manera abrupta, siendo ocho años después cuando un joven policía relacionado con una de las víctimas decide reabrir el caso.

La cinta funciona bien como thriller pero mejor lo hace como retrato social de una China deprimida y en crisis, urbanita y oscura en la que deambulan una serie de personajes agotados sin suerte ni esperanza. Un retrato pesimista entre taxis y la industrialización que les rodea y que llena de decadencia un film centrado más en la atmósfera que en la acción de los hechos, los cuales son reavivados en alguna escena potente pero que se explayan en un conjunto demasiado lánguido y sin pulso a pesar de toda la tensión latente que sobre él se cierne.

“En un muelle de Normandía” (Emmanuel Carrère), Juliette Binoche y las historias anónimas // Perlas

En esta cinta de Emmanuel Carrère, a unas semanas de recibir en España el Premio Princesa de Asturias de las Letras, el escritor y ocasional director cuenta la historia real de la periodista Florence Aubenas que durante seis meses trabajó como limpiadora en un ferry con el fin de conocer cómo era vivir en la precariedad de cara a un libro que estaba preparando.

En este nuevo rol la escritora experimenta la inestabilidad económica y la invisibilidad social de primera mano. Pero también descubre la ayuda mutua y la solidaridad gracias a los fuertes vínculos creados dentro de este grupo de trabajadoras fuera de los márgenes con condiciones de trabajo leoninas pero que trabajan con pasión, valorando la importancia de lo que es poder llevar un sustento a casa en los tiempos que corren.

Juliette Binoche, alejada de todo glamour, es el principal aliciente de esta propuesta que habla de la soledad, la precariedad económica y la camaradería de los que se sienten desfavorecidos pero íntegros, un ecosistema en el que la propia escritora (sabiendo que está haciéndose pasar por alguien que no es con un estatus de vida inferior al que ella ostenta) terminará adaptándose y sintiéndose una más a riesgo de que sus nuevas compañeras, amigas y confidentes puedan sentirse traicionadas si es descubierto el motivo por el que realmente está ahí, bañado de cierta condescendencia de la clase burguesa pretendiendo poner el foco desde un punto de vista humano.

Un drama bienintencionado y algo forzado en su propósito y en el retrato buenista de sus personajes enarbolando la sororidad femenina en un drama obrero superficial mientras se ríe, se comparte momentos de vida y se lavan váteres y se hacen camas con una sonrisa caustica y desprejuiciada.

“La hija” (Manuel Martín Cuenca), una espiral autodestructiva fruto del dolor // Sección Oficial (Fuera de concurso)

Manuel Martín Cuenca vuelve al cine cuatro años después de “El autor” (2017) y nos ofrece un drama perturbador y asfixiante que juega con la perversión del hombre corriente cuando es pasto de las llamas del dolor y la rabia y con unos espacios naturales jienenses que también son, a pesar de su amplitud, una especie de celda opresiva para sus personajes.

Irene tiene 15 años y acaba de quedarse embarazada, vive en un centro de menores. Allí uno de sus cuidadores aprovechará para plantearle que se vaya con él y su mujer a la sierra para pasar allí su embarazo con el acuerdo de que cuando tenga al bebé se lo entreguen con la excusa de que ella no podrá ser capaz de mantenerlo y que ellos sí que tienen la madurez y los medios para ello llevando muchos años, sin éxito, intentando ser padres.

Una premisa que habla sobre el hecho de lo que es sentirse madre, y hasta que punto la biología marca esa condición o no, apoyándose en una atmósfera malsana que va acrecentándose durante el metraje apoyándose en ese estilo perturbador lleno de amoralidad de los personajes de Martín Cuenca abrazando el lado oscuro obsesionados por conseguir un fin cueste lo que cueste. En este caso el bebé que lleva en las entrañas una joven que, frente a su sumisión inicial, acabará rebelándose teniendo en cuenta que empieza a despertarse su instinto maternal comprendiendo que la propuesta bienintencionada que recibió puede estar llena de peligro siendo en realidad una prisionera para los intereses de sus benefactores, los cuales sólo la dejarán en paz cuando ya tengan a esa niña entre los brazos.

 “La hija” juega por momentos a ser “La noche del cazador” (1955) o "Furtivos" (1975) por una sensación de peligro siempre acechante en un entorno rústico, explotando en una violencia digna de Sam Peckinpah con un desenlace que sabe quemar todas las cartas prometiendo que lo que mal empieza peor acaba. La ambigüedad moral de una pareja común que revuelve al espectador y que rompe sus prejuicios iniciales conformando una apuesta entretenida, efectiva y con oficio que, a pesar de su convencionalidad en algunos momentos, crea tensión y suspense con aparente facilidad.

Todo se caldea de cara a una explosión final con unos estupendos Javier Gutiérrez y Patricia López Arnáiz abrazando tras su fachada de honestidad el lado más desquiciado de sus personajes mientras un policía enfermo de cáncer les pisa los talones y la actitud de la joven y una serie de imprevistos dificultan sus intereses.

“Are you lonesome tonight?” (Shipei Wen), el peso de la culpabilidad // Perlas

Una noche, Xueming atropella a un peatón con su coche y huye de la escena. Desesperado por quitarse la culpabilidad, decide acercarse a la esposa del fallecido. Mientras tanto, el detective Chen descubre el cuerpo, lleno de balas. Años más tarde, estas tres personas siguen envueltas en una red de recuerdos y mentiras, ansiosos por conocer la verdad.

Shipei Wen debuta en la dirección con una cinta que ha recalado en San Sebastián evocando a directores como Diao Yinan o Bi Gan pero también en su atmósfera a Wong Kar Wai y David Lynch, el primero por su preciosismo abigarrado en un juego de luces de neón y sombras y el segundo por ese tono alucinógeno y pesadillesco en el que suena como leitmotiv la canción que da título a la película.

Una buena propuesta de cine negro complementaria en sus dos tramas siendo mucho más satisfactoria en la segunda, ofreciendo un conjunto difuso al que le falta fuerza pero que profundiza en la singular relación que se establece entre los dos personajes tras el suceso criminal que vertebra la cinta y que entre robos y crímenes permite una sucesión de gore, colores saturados, giros imprevisibles e imágenes con fuerza y simbolismo. Un thriller genérico que funciona en su estética y destaca por el buen uso de sus recursos sonoros y visuales pero no por su contundencia siendo un cóctel de referentes más que una cinta con valor propio salvada por una estética cuidada, los golpes de humor negro y una banda sonora adictiva. Por todo ello, y contando a favor su sorprendente estructura narrativa, no deja de ser más que estimable para ser una primera película.

Nacho Gonzalo

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