San Sebastián 2019: El lugar en el sol de James Franco, autoexigente audición, amor a contratiempo en el Tibet y los papeles de Panamá de Soderbergh
Querido Teo:
En la segunda jornada del Festival de San Sebastián todo estuvo marcado por la escasez de miras de James Franco que le hizo quedar descabalgado de la competición por la Concha de Oro al haberse estrenado su película en Rusia, lo que le imposibilita para competir al ya haber llegado a salas comerciales. Por tanto, “Zeroville” no podrá revalidar el premio que consiguió “The disaster artist” hace dos años.
“Zeroville” ha llegado como una nueva carta de amor al cine para un artista multidisciplinar y febril como es un James Franco que con esta cinta, en cierta manera, entronca con el “Érase una vez en… Hollywood” de Quentin Tarantino ambientando también la cinta en 1969. El hecho no es casual y es que la cinta ha salido del cajón cuatro años después de su rodaje gracias a myCinema que la ha recuperado tras la quiebra de Alchemy. Y es que si Tommy Wiseau era un soñador que se creía un visionario, y que logró hacer grande el colmo de una parodia involuntaria, aquí se centra en Ike Jerome, un estudiante que llega a Hollywood fascinado por una industria de la que queda fascinado desde que ve la película “Un lugar en el sol” (1951) tatuándose en su cabeza rapada a Elizabeth Taylor y Montgomery Clift, un actor con el que se siente identificado y que fruto de los olvidos con los que se condena a los que el foco del proyector deja de brillar es ya en ese momento alguien que nadie recuerda. Adentrándose en el mundo de la decoración de escenarios primero, y del montaje después, y con el sobrenombre de Vikar por su aire de vikingo a la hora de trabajar, este tipo acaba saltando de oportunidad en oportunidad hasta que llega la de montar una gran producción a cargo de un productor excesivo enamorándose de una actriz de serie B llamada Dolores.
"Zeroville" es James Franco intentando encontrar su lugar en el sol en un delirio casi alucinógeno sobre todo lo que evoca Hollywood adaptando la novela de Steve Erickson. Muchas referencias, que van desde rodajes de “Love story” o “Apocalypse Now”, a cintas como “El crepúsculo de los dioses” o “Casablanca”, hasta cameos con sorna (el impagable ladrón cinéfilo de Craig Robinson) y un retrato del juguete roto escupido por la industria a su interés pero que se disfruta por la manera de Franco de meterse de lleno en la historia arriesgando con todo para bien y para mal con personajes que son entre una burda parodia y un regalo para sus actores como es el caso de la actriz de deseo en busca de su oportunidad (Megan Fox), el productor esperpéntico y cantando en un entierro el tema The track of my tears (Will Ferrell), la montadora rata de biblioteca que enseña a Vikar todo lo que tiene que saber en el oficio (Jacki Weaver) o el director de segunda unidad de vuelta de todo pero con muchos contactos (Seth Rogen). Un delirio lleno de mala leche, austeridad y ningún sentido del ridículo para un entretenimiento disfrutable y presumiblemente tan egocéntrico por parte de James Franco que podría ser esta su particular “The Room” y ser el rodaje la trama de una próxima película como ocurrió con su anterior celebrada película. Guste o no, Franco pule un estilo gamberro y desmedido, moldeado como arcilla dejando lugar a una figura no muy agraciada, pero sí personal y con la viveza del que ama su profesión y el legado del que bebe. No obstante, y aunque lo que quede en la historia de este quijotesco personaje en Hollywood, es que las historias que perduran de verdad son las que están en pantallas y que hay películas que ya son eternas incluso antes de que se hicieran, no se puede evitar que tanto por referencias como por puesta en escena Franco no quede más como un alumno acomplejado respecto a alguien con el brío y la fuerza de Tarantino que logra con su capacidad y constancia que hasta lo más ridículo sea traducido en atisbos de genialidad.
“La audición” de Ina Weisse es un drama de autoexigencia, música de violin agobiante y una profesora abducida por el talento que encuentra en un joven alumno que le lleva a centrar toda su atención en él dejando incluso de lado a su hijo de 10 años. Una cinta que ya suena a más veces vista y que en su desarrollo es bastante obvia en una mezcla de "La pianista" y "La profesora de parvulario" demostrando también que la sombra de Michael Haneke es alargada con una estética fría y con algunas decisiones de guión que rompen con tremendismo el conjunto a la hora no sólo de dinamitar la relación del matrimonio sino también la rivalidad que se cierne entre hijo y alumno. Todo capitalizado por una mente obsesiva y enferma que es la que representa en este trabajo una sobresaliente Nina Hoss que logra que la película interese por ella ya que en su conjunto se queda en un viaje al desquicio de la protagonista, ahogada por la perfección en el mundo del arte, y los que le rodean en una cinta que no logra transmitir mucho ante su gelidez y el hecho de estar rodeado del peso del referente de otras cintas que han tratado historias similares y mucho mejor contadas siendo personajes que no sabemos si serán genios en el mundo de la cultura pero que desde luego no dejan traslucir ni un atisbo de humanidad o compasión. Todo por el arte aunque eso lleve a las peores consecuencias.
“Lhamo and Skalbe” es una cinta poco inspirada que se mueve en el trasiego de los personajes que dan nombre a la cinta entre secretos, matrimonios del pasado, dudas existenciales y juegos meta de realidad y ficción que despistan y se hacen reiterativos. Una pareja en el Tibet que acaba cansando no por luchar contra las circunstancias sino contra ellos mismos ante el peso de la tradición y de un matrimonio que llegaría como colofón de una relación en la que no se sabe realmente si están enamorados o no. Es verdad que las imágenes pretenden dar consistencia a la película pero no es suficiente al estar rodada la relación entre personajes de manera aséptica y con un interés difuso que desequilibra una propuesta que interesa más cuando tanto Lhamo como Skalbe están en contacto con otros personajes de su entorno que cuando están el uno contra el otro. Su amor no acaba interesando más allá de las circunstancias del complejo entorno en el que viven y en el que la burocracia, la ruralidad del mismo, la tradición de la ópera tibetana y el dictamen de lo preestablecido sobrevuela la cinta.
“The laundromat” ha llegado como una de las Perlas de este año y tras pasar por Venecia y Toronto hemos podido ver en el certamen donostiarra una de las apuestas de Netflix para la próxima temporada, el tan comentado proyecto de Steven Soderbergh sobre los papeles de Panamá que logra que todo el escándalo financiero orquestado por el despacho de abogados Mossack Fonseca, que no era más que una pantalla para una serie de empresas que o bien no existían siendo meras tapaderas o bien eran ayudadas a eludir las laxas leyes tributarias de algunos países destapándose todo por parte del diario Süddeutsche Zeitung en 2017 denunciando que se ayudaba a personalidades de todo el mundo a mover dinero y evadir impuestos de forma ilegal a través de sociedades y fideicomisos, incluso estando afectados importantes gobernantes de países como Siria o Arabia Saudí. La cinta se presenta como una comedia bufa coral que deja un preocupante mensaje sobre la codicia y sobre el que es en realidad el mayor paraíso fiscal del mundo que no es otro que Estados Unidos como refleja la moraleja del guión escrito por Scott Z. Burns.
“The laundromat” podría haber sido una patochada pero eso es solventado con inteligencia, ritmo y claridad a la hora de hacer didáctica e universal la historia. Un gran Steven Soderbergh con el pulso mejor que nunca rompiendo la cuarta pared y en un fresco tan bufonesco como crítico sobre los papeles de Panamá en una propuesta coral y adictiva de ver que tiene su gran baza en, a través de las declamaciones de la carismática pareja formada por Gary Oldman y Antonio Banderas como narradores maestros de ceremonias, dando su particular visión de los hechos y del mundo en la piel de estos abogados, no centraliza todo en un caso sino que parte de la lucha de una viuda (una Meryl Streep tan solvente como sorprendente) por no quedarse sin nada tras la muerte de su marido siguiendo el hilo que le lleva a la madeja de un fraude en el seguro para ir pivotando por otros asuntos como el de un padre negro ricachón que chantajea a su hija con una empresa de la que es propietario, al descubrir ella que ha sido infiel a su madre con su mejor amiga, un tipo que lleva el gran número de filiales en el extranjero del despacho de abogados, o un empresario que hace negocios con una poderosa familia en China. Un ejercicio interesante, bien medido, crítico sobre los desmanes económicos de nuestro tiempo capitalista y disfrutón gracias a un Soderbergh que con películas como esta demuestra que todavía tiene mucho que ofrecer habiendo recuperado la calidad de antaño.
Nacho Gonzalo