"Rifkin´s Festival"

La web oficial.

El argumento: El film narra la historia de un matrimonio estadounidense que acude al Zinemaldia de San Sebastián. La pareja queda prendada del festival, así como de la belleza y encanto de España y la fantasía del mundo del cine. Ella tiene un affaire con un brillante director de cine francés y él se enamora de una residente en la ciudad.

Conviene ver: "Rifkin´s Festival" es la cita anual de Woody Allen que en este caso vuelve a España, concretamente a toda la magia que rodea la burbuja del Festival de San Sebastián y tras el éxito de su autobiografía. Sin las colas y las prisas que muchas veces allí ocurren, un tono ensoñador inunda a una película que vuelve a adoptar ese sello de “menor” dentro de su filmografía pero una cinta altamente agradable, no sólo por lo que cuenta sino cómo refleja un mundo que no supimos aprovechar cuando existía, con el encanto de una ciudad luminosa, acogedora y al lado del mar y sin mascarillas y distancia social luciendo de maravilla gracias a ese colaborador de lujo que está teniendo en este momento de su carrera como es Vittorio Storaro en la fotografía dejando para el recuerdo una ciudad bucólica y embriagadora que va más allá de la mera postal y con una luz más propia de la jocosidad del sur que de la inestabilidad del norte. Un enredo romántico que se centra en un historiador cinematográfico y su mujer, publicista de un joven director de cine francés tan atractivo como petulante que presenta película en el Festival de San Sebastián y con el que Woody Allen se permite parodiar a todos esos directores que en su juventud se creen más visionarios y trascendentales de lo que son pretendiendo terminar, en este caso, con el conflicto entre israelíes y palestinos, así como a la prensa cinematográfica y todo lo que rodea un evento cinematográfico de tal calibre con agentes, entrevistas, ruedas de prensa, cenas y fiestas. Wallace Shawn, habitual secundario del cine del director en películas como “Manhattan” (1979), “Días de radio” (1987), “Sombras y niebla” (1991), “La maldición del escorpión de Jade” (2001) y “Melinda y Melinda” (2004), pasa a ser el alter-ego más veterano de la filmografía del director con sus problemas amorosos, hipocondrías, inseguridades, miedo a la muerte y un gran amor por el cine y los clásicos del cine europeo ya que la cinta se permite homenajear en pequeños detalles, simbolismos y referencias a tótems como Fellini, Bergman, Welles, Truffaut, Godard, Lelouch, o Buñuel que sirven de ensoñación al protagonista durante su estancia en una ciudad que respira cine. Una cinta más amable y tierna que caústica e inteligente ya que, aunque Woody Allen siempre te hace estar como en casa, la cinta no sorprende ni aporta nada especialmente novedoso, incluso repitiendo la relación volcánica que tenían Javier Bardem y Penélope Cruz en “Vicky Cristina Barcelona” (2008) con la subtrama con Sergi López y Elena Anaya, mucho menos inspirada que en aquella. Woody Allen habla de su devoción por los clásicos del cine, de los caprichos de la atracción y las contradicciones del amor no correspondido, en un ejercicio tan entrañable como melancólico que sin ser especialmente inspirado ni profundo se ve con una sonrisa con un Woody Allen alejado de los postureos de los tiempos actuales que permite desde homenajearse a sí mismo a ser fiel a sus ideas y a su forma de hacer cine que hace ya tiempo se mueve, más que en la calidad y en la originalidad de sus guiones, por la nostalgia reparadora casi llevando al espectador a una burbuja de idealismo con amor, cultura y pequeños placeres que nos alejen de las oscuridades del presente dejando al cine como el mejor refugio posible.

Conviene saber: La 51ª película de Woody Allen se encargó de inaugurar el Festival de San Sebastián 2020.

La crítica le da un SEIS