Nanni Moretti, filias y fobias entre sarcasmo, emoción y compromiso político
Querido Teo:
Nanni Moretti es uno de esos directores que siempre parece haber estado allí y cuya presencia como actor también le ha convertido en una figura agradable, reconocible y cercana. Con sus filias y fobias, lo que a veces le ha hecho ser una réplica italiana de Woody Allen, su cine está marcado por el sarcasmo y por el compromiso político, lo cual demuestra en su nueva película, "El sol del futuro", la cual podría ser (si él quisiera) un perfecto colofón a una carrera que bien merece siempre ser repasada y reivindicada.
Este apasionado del waterpolo y del cine desde su juventud cumplió 70 años el pasado mes de agosto siendo portador de una lucidez y de un espíritu inconformista que ha nutrido una carrera que cumple 50 años desde que debutara con el cortometraje “La sconfitta” (1973) donde ya habla de la crisis de un militante de los movimientos sociales de 1968. Después vendría “Paté de bourgeois” (1973), otra sátira experimental, hasta que “Io sono un autarchico” (1976) se convierte en una declaración de intenciones y en su primer largometraje.
“Ecce bombo” (1978) se convierte en un éxito inesperado logrando retratar la juventud de la época al interpretar el propio Moretti a Michele, un estudiante universitario que se mueve entre las relaciones con sus padres, su hermana, sus novias y sus amigos, pasando el tiempo en interminables conversaciones en un bar. Todo hasta que llega el largo y lánguido verano en el que su vida social se para en seco hasta que vuelve a iniciarse la rutina que da a este joven su razón de ser para encontrar un sentido a su vida necesitando la energía que le dan los demás para poder sentirse realizado.
Su personaje de Michele Apicella fue su alter-ego, una especie de Antoine Doinel para François Truffaut, y de nuevo aparece en “Sueños dorados” (1981) como un joven director de cine obsesionado por repetir las tomas y poniendo de los nervios a sus actores. Ganó el Premio especial del Jurado del Festival de Venecia y con “La misa ha terminado” (1985) se puso en la piel de Don Giulio, un sacerdote en crisis profesional y personal con la que se hizo con el Premio especial del Jurado del Festival de Berlín.
“Vaselina roja” (1989) es un Nanni Moretti más asentado en el que con la excusa del waterpolo, su otra gran pasión, manda un aviso a navegantes en lo referente a un movimiento comunista que según él tiene que ser transversal y al que acusa de haber perdido el norte como partido mientras recupera a su Michele, en este caso como jugador de waterpolo que pierde la memoria. Un debate interno sobre la renovación del partido comunista que plantea de manera más honda en “La cosa” (1990).
En 1987 fundó con Angelo Barbagallo, Sacher Film, una productora cinematográfica con el objetivo de dar espacio a un cine comprometido realizado por nuevos autores. El nombre está inspirado en uno de sus postres favoritos, la tarta Sacher, y también sería el nombre que recibiría un antiguo cine en el barrio romano de Trastévere, el Cine Nuovo, que rehabilitó en 1991 con la intención de crear un nuevo tipo de espacio cultural.
Con su inconfundible vespa se lleva el premio a la mejor dirección en el Festival de Cannes con “Querido diario” (1993), tres episodios que suponen una aproximación a la vida cotidiana de Roma durante el mes de agosto. En “Abril” (1998) repasa en forma semidocumental sus obsesiones y manías, aunando sus experiencias vitales con la realidad social y política de la Italia de la época, y en “La habitación del hijo” (2001) toca el cielo virando su temática a un desgarrador drama paternofilial sobre la pérdida con el que gana la Palma de Oro del Festival de Cannes.
La edad y el auge de Silvio Berlusconi en la política italiana hizo que Nanni Moretti todavía acentuara más en su cine la carga política. Lo puso como foco del productor venido a menos de “El caimán” (2006) y no se cortó en mostrar las inseguridades del sumo pontífice de la Iglesia Católica en "Habemus Papam" (2011).
De su última etapa hay que destacar "Mia madre" (2015), un sólido retrato de la vida contemporánea que aúna humor, ternura y drama a través de una directora de cine políticamente comprometida que tiene que hacer malabarismos entre su vida profesional, con la llegada de un actor irritante que formará parte de su nueva película, y personal, la cual está marcada por la separación de su marido y la enfermedad de una madre que es el preámbulo de la futura pérdida. Un regalo interpretativo para Margherita Buy, actriz fetiche del director con la que ya ha rodado en siete ocasiones.
"Tres pisos" (2021) es un retrato caleidoscópico sobre tres familias que comparten edificio, con sus fricciones, ideales y contradicciones, mientras que "El sol del futuro" (2023), la cual se estrena ahora, es todo un regalo para fans del director entre el artificio y la melancolía tras cinco décadas de carrera en el que más que nunca Moretti alza su bandera irónica y humanista en un país en brazos políticos de la ultraderecha.
Una cinta que, en parte, suena a despedida pero que esperemos que sólo sea un episodio más de este director que sabe movilizar desde su comunismo, la falta de creencia en un Dios más allá del cine y la capacidad burlona para hacer crítica de una sociedad en eterno cambio que ha virado de los movimientos estudiantiles a los algoritmos de plataforma. Moretti ha tenido la inteligencia de no tomarse la vida demasiado en serio.
Nacho Gonzalo