"Megalópolis"

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El argumento: Una fábula épica romana ambientada en una América moderna imaginada. La ciudad de Nueva Roma debe cambiar, lo que provoca un conflicto entre César Catilina, un genio artista que busca saltar hacia un futuro utópico e idealista, y su opositor, el alcalde Franklyn Cicero, que sigue comprometido con un "statu quo" regresivo, perpetuando la codicia, los intereses particulares y la guerra partidista. Dividida entre ellos está la socialité Julia Cicero, la hija del alcalde, cuyo amor por César ha dividido su lealtad, obligándola a descubrir lo que realmente cree que la humanidad merece.

No conviene ver: Con "Megalópolis" Francis Ford Coppola no sólo vendió sus viñedos para obtener financiación para un presupuesto de 120 millones de dólares sino que confesó que tuvo que reescribir más de 300 veces el guión de la película desde el origen de la idea hace cuatro décadas. "Megalópolis" cuenta la historia épica de ambición política, genio y amor en conflicto siguiendo en un futuro no muy lejano a un arquitecto que quiere reconstruir una versión utópica de la ciudad de Nueva York después de un desastre devastador en una libre adaptación de “La conjuración de Catilina” de Cicerón que le sirve para llevar a un Estados Unidos al borde del abismo asemejándolo al declive del imperio romano.

La ciudad de Nueva Roma debe cambiar, lo que provoca un conflicto entre César Catilina, un artista genio que busca saltar hacia un futuro utópico e idealista, y su oposición, el alcalde Franklyn Cicero, que sigue comprometido con un modelo regresivo. El "status quo", que perpetúa la codicia, los intereses especiales y la guerra partidista, tiene como elemento de unión a Julia Cicero, la hija del alcalde, cuyo amor por César ha dividido sus lealtades, obligándola a descubrir lo que realmente cree que la humanidad merece.

“Megalópolis” es una mirada desoladora a un Nueva York en ruinas impregnado por la decadencia del Imperio Romano en el que entre dorados, fastos y egos sólo hay descomposición por un capitalismo que ha erosionado toda moralidad pasando del imperialismo a la más absoluta deriva. Algo de lo que Coppola ya dio buena fe en su filmografía a la hora tanto de hablar como la de la familia como de América, conceptos presentes en un ejercicio libre, irregular, desaforado, caótico y patético pero, no por ello, exento de valentía siendo lo que más se ha alabado de una cinta condenada a recibir los palos necesarios que la pueden engrandecer en un futuro como película de culto por su acumulación sobrecargada de ideas pero en la que no se puede evitar ver a un señor que durante dos horas y cuarto está intentando llamar la atención y demostrar (sin conseguirlo) lo bueno que es (o mejor dicho que fue) aunando todos los intereses que han formado parte de su obra así como referencias que nos llevan al "Metrópolis" (1927) de Fritz Lang o "El manantial" (1949) de King Vidor.

“Megalópolis” evoca a los clásicos griegos (de Marco Aurelio a Cicerón), y especialmente a la venganza del patricio Caitilina frente a la República, en una especie de gran novela americana que habla de corrupción y sed de poder entre bacanales, “fake news”, populismos y la lucha abnegada de un visionario contra todos, la de un arquitecto contra un sistema, la de un Coppola frente a un cine aborregado y tendente a historias mascadas potenciando con esta cinta el juego de formatos e incluso el hacer partícipes los espectadores en un determinado momento potenciando como muchos de su generación la experiencia en salas cuando un espontáneo espolea a la pantalla dirigiéndose al personaje de Adam Driver, un arquitecto utópico que busca un mundo marcado por la tecnología y el bien común frente al carácter adocenado de los que mandan henchidos de corrupción que no disimulan su deseo de que la aparente democracia de la República derive en una tiranía sin contemplaciones.

Francis Ford Coppola azota a la América cada vez más envilecida y extremista negándose a dejarse tragar por una espiral que arrasa todo dejando en la lucha de determinados hombres y en la unión con los suyos la capacidad de hacer cambiar las cosas. Un intento ilusorio de creer todavía en un mundo mejor a pesar del artificio pero sufriendo ser un grotesco disparate con mucho de pomposidad guiñolesca y también de pretenciosidad caduca, embrollada e indigesta ante semejante circo de tres pistas alucinógeno en la que los personajes son un mero esbozo surrealista con el que cada uno va a su aire.

Un salto sin red con todas las consecuencias aunando la desbordante creatividad de un genio que nunca ha querido demostrar nada a nadie (ahora menos) con los excesos más desatinados fruto de la excentricidad de un desbordante revoltijo de ideas mal definidas y propuestas visuales (más efectivas que cuando se ponen las luces largas) que dinamitan todo un legado y que, en el caso de no estar ante Coppola, todavía hubiera encendido seguro mayores iras. Un capricho inclasificable, descontrolado y único tanto para bien como para mal que queda resumido en una de las frases de la película cuando se dice que se lucha por lo que se ama pero que eso no siempre implica ganar. Es el caso del delirio de un Coppola que, incluso pretendiendo que la película gane con el tiempo como cinta a redescubrir, emborrona el recuerdo de un nombre que siempre se ha manejado con el riesgo pero que ahora se estrella con todo el equipo con la historia de ese hombre del futuro condicionado por su pasado.

Conviene saber: A competición en el Festival de Cannes 2024 y presente en el Festival de Toronto 2024 y en la sección Perlas del Festival de San Sebastián 2024.

La crítica le da un TRES

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