"Marcello mio"
La web oficial.
El argumento: Chiara Mastroianni, presionada por todas partes por la figura de su padre, decide devolverle a la vida a través de sí misma. Se hace llamar Marcello, se viste como él y pide que la consideren ahora un actor, no una actriz. La gente que la rodea cree que se trata de una broma pasajera, pero Chiara está decidida a no renunciar a su nueva identidad...
Conviene ver: El director Christophe Honoré se mueve entre el melodrama impostado y conmovedor y una sensibilidad dramática característica a la hora de hablar de relaciones. Su nuevo trabajo, “Marcello mio” se adentra en el campo del homenaje en una cinta sobre el dolor de la pérdida y una añoranza que convive tanto en la vida como en el arte cuando la sombra de una figura ha sido demasiado grande como para dejarla ir definitivamente.
Es lo que ocurre con Marcello Mastroianni invocado en una cinta en la que su espíritu es devuelto a la vida por su propia hija, Chiara Mastroianni, en un ejercicio juguetón de metaficción que habla sobre los límites de la identidad o el peso de la fama. Un homenaje cinematográfico que, para muchos, no es más que un entretenimiento pasajero para fans del icono italiano y, especialmente, concebido como un tributo familiar al estar también envuelta la propia Catherine Deneuve (pareja de Marcello y madre de Chiara).
Un proyecto evocador pero lastrado por una premisa que no parece dar más de sí que ver a Chiara Mastroianni con el inconfundible look del actor en “Fellini, ocho y medio (8 y ½)” (1963). Una crisis creativa y personal que lleva a la actriz a abrazar a un padre al que redescubre y con el que se funde casi tres décadas después de su muerte hablando con él y queriendo que todos se refieran a ella como Marcello. Acompañada también de la directora Nicole Garcia (interpretándose a sí misma), de Fabrice Luchini como fan incondicional y de las ex parejas de Chiara (Melvil Poupaud y Benjamin Biolay) que se prestan a formar parte de una sesión de espiritismo hecha cine.
Hay pullas personales, critica al amarillismo de los medios y también el papel que juega el cine en nuestras vidas tanto desde un punto de vista aspiracional como a la hora de fundirse con esas imágenes que permanecen con nosotros por siempre y que hacen que la Fontana di Trevi siempre evoque a Anita Eckberg reclamando a su Marcello. Es por ello que la ensoñación adopta un tono cómplice entre números musicales y referencias a algunas de esas películas por las que Marcello quedó siempre inmortalizado.
Un viaje fantasmal en el que hay mucho de reencuentro, admiración y también de heridas que todavía quedan abiertas en una catarsis familiar y artística que no parece ir más allá más allá de la anécdota haciendo sentir al espectador por un momento cerca del artista, desde lo que representa hasta lo que evoca, y sobre todo de la mundanidad que como persona, padre o pareja hay detrás del icono. Un homenaje en forma de comedia ligera y existencialista sobre el conflicto de identidad a lo largo de una vida, salpicado de añoranza personal y el cine como catalizador de memoria y recuerdos, y que no es más que una curiosidad en la que los artífices han pretendido darse un capricho bajo la sombra de una de esas figuras con las que el cine contribuyó a desplegar su magia.
Conviene saber: A competición en el Festival de Cannes 2024.
La crítica le da un CINCO