Lincoln Rhyme, el criminalista tetrapléjico: “El mono de piedra”
Querido diario:
Jeffery Deaver había asentado entre el público aficionado a los thriller la pareja formada por Lincoln y Amalia, gracias a sus tres primeros libros: “El coleccionista de huesos”, "El bailarín de la muerte" y "La silla vacía". La clave para continuar interesando eran dos: el escenario de los casos y la situación física del criminalista (Unpocomejor.txt). Para su cuarto libro, “El mono de piedra”, eligió uno de los barrios más populares de Nueva York, Chinatown, y el problema de la inmigración ilegal desde China.
Los traficantes de inmigrantes ilegales chinos son conocidos como “cabezas de serpiente”, mientras que los propios inmigrantes son llamados por los traficantes ju-jia, “cochinillos”, apodo que expresan a la perfección la opinión que merecen. Los inmigrantes reúnen y pagan en China un tanto por ciento del precio que cobra por persona un “cabeza de serpiente” por la travesía en barco hasta las costas americanas, el resto lo van pagando una vez instalados en los Estados Unidos. A los ilegales chinos se les llama los “desaparecidos”: si tratan de engañar a un cabeza de serpiente, los matan. Si se quejan, los matan. De pronto desaparecen para siempre. Muchos inmigrantes trabajan directamente para los que los introducen en el país, por lo general, los hombres en los restaurantes de Chinatown y sus mujeres en fábricas de confección. En el barrio chino se refugiarán los inmigrantes que logran escapar del “cabeza de serpiente” llamado El Fantasma, cuya vida y honor dependerá de exterminarlos, y al que nadie conoce, lo que dificulta tanto la situación que obliga a intervenir a diversas organizaciones de investigación que terminan en casa de Lincoln (PorqueLincoln.txt).
En este caso, al equipo formado por Amalia en los escenarios del crimen y Tom junto a “La silla y la cama” de Lincoln, se incorporará un policía chino bastante peculiar, muy alejado de las posibilidades de investigación de las que dispone la rica policía de Nueva York, pero capaz de compensarlas con otras capacidades más personales (SellamabaSonnyLi.txt). El Camaleón será también una ayuda eficaz en su condición de agente especial del FBI (ElCamaleon.txt).
En la actualidad es el barrio de Queens, no la isla de Manhattan, quien acoge la Asociación de comerciantes chinos más grande y poderosa. Ahí está el nuevo Chinatown de Nueva York, en la zona conocida como Flushing, pero el viejo barrio situado en lo que fue la antigua confluencia llamada five points, que tan dramáticamente se refleja en la película “Gangs de Nueva York, mantiene todo su atractivo y parte de su influencia. En 1999 se comenzaron excavaciones arqueológicas en la zona y pronto encontraron un yacimiento de huesos humanos mezclados con loza y pedazos de pipa de arcilla; según un experto se trataba del sótano de un prostíbulo del siglo XIX. Los abortos y los hijos de las pupilas que nacían muertos eran arrojados a un pozo. Al pozo iban también los niños que morían de enfermedad. El periodista Enric González descendió al subsuelo de Chinatown, y lo escribe en su libro “Historias de Nueva York”: “Según mi experiencia, un restaurador chino está dispuesto a mostrarte cualquier cosa menos el sótano. Cuando al fin, tras mucho rogar y mucho esperar a que el personal preparara el almacén para la visita, uno baja la escalera y examina el sótano en cuestión, toma de forma automática dos decisiones firmes: una, renunciar a la comida china por una temporada; dos, renunciar a descubrir lo que el pelotón asiático residente en el subsuelo ha escondido antes de la visita del curioso. Vi un muro del siglo XVIII y algunos restos ya clasificados por los arqueólogos: monedas, trozos de pipas de arcilla, botones, objetos de vidrio. Vi también montones de sustancia orgánica, supuestamente comestible, en subterráneos llenos de ratas; cientos de patos lacados; mozos de almacén chinos probablemente provistos de pasaportes emitidos 80 años atrás (nunca muere nadie en Chinatown: la documentación pasa a manos de otro, en una suerte de reencarnación civil), y mucha oscuridad.”
Aunque Deaver no oculta que no pretende escribir la realidad sino divertir a sus lectores, se documenta e informa lo suficiente para asegurar una buena imagen, bien aproximada, a un mundo inaccesible para los muchos que disfrutan una visita a Nueva York.