Lincoln Rhyme, el criminalista tetrapléjico: “El hombre evanescente”
Querido diario:
Jeffery Deaver valora éste como el mejor consejo que le han dado: "La gente no lee libros para llegar a la mitad. Leen para llegar al final". En lugar de buscar la inspiración en periódicos o revistas, el primer paso de cada uno de sus libros consiste en pasar gran parte del tiempo sentado en una habitación oscura y tratando de pensar en una historia que se ajuste a su personaje. Deaver tiene la edad necesaria para disfrutar de un recuerdo real del mundo de la magia que circulaba todavía por los pueblos norteamericanos cuando él era un niño y ese fue el tema elegido para el quinto libro de su serie, cuando ya tenía claro el aprovechamiento de su éxito: “voy a escribir la serie durante el tiempo que los lectores quieran leer”. Un crimen realizado ante dos policías de Nueva York, cuyo responsable desaparece de una habitación cerrada, conduce pronto a la inclusión de prácticas mágicas entre las cualidades del asesino (Elprimercadaver.txt).
Deaver se documentó extensamente sobre el mundo de la magia y el de los magos, que en Estados Unidos disponen de un sindicato y se atienen a normas de secreto profesional muy rigurosas, cuya ruptura ocasiona demandas millonarias. El museo de Houdini en Nueva Orleans es el templo de la magia norteamericana (Houdini.txt), pero Deaver mantiene la trama de su historia en Nueva York. Se enfrentará a un enemigo tan polifacético, tan inteligente y escurridizo como ninguno anterior, porque emplea la mente de sus contrarios para sus planes (Elmagomalvado.txt). El personaje incorporado para ayudar a Amalia y Lincoln en el caso es una joven aprendiz de mago que trabaja en una de esas tiendas neoyorkinas donde se mezclan máscaras para Halloween con objetos para trucos o química sencilla para efectos. (KaraLaMagabuena.txt)
Deaver añade en esta ocasión un elemento nuevo. El propio criminal es quien se dirige al lector en una actuación suprema, donde nos muestra la complejidad de su psicología y las razones de su locura. El mago es quien nos conduce y nos confunde, tanto cómo a Lincoln y a Amalia. Con estas palabras da comienzo el espectáculo de un thriller bien tramado: “Saludos, venerado público. Bienvenidos. Bienvenidos a nuestro espectáculo. Les tenemos reservadas unas cuantas emociones para los próximos dos días durante los cuales nuestros ilusionistas, nuestros magos, nuestros prestidigitadores irán entrelazando sus sortilegios para deleitarles y cautivarles. Nuestro primer número pertenece al repertorio de un artista que todo el mundo conoce: Harry Houdini, el mejor escapista de Norteamérica, por no decir del mundo entero; un hombre que actuó ante testas coronadas y presidentes de Estados Unidos. Algunos de sus actos de escapismo son tan difíciles que nadie se ha atrevido a repetirlos en todos los años transcurridos desde su prematura muerte. Hoy, vamos a volver a representar un número en el que Houdini corría el riesgo de asfixiarse, un número conocido como «El ahorcado perezoso». Es un truco en el que nuestro artista está tendido boca abajo, las manos sujetas a la espalda con las famosas esposas Darby, los tobillos atados, el cuello rodeado por otro trozo de cuerda, como si fuera una soga, y ésta a su vez atada a los tobillos... Como las piernas tienden a estirarse, la soga se tensa, y así da comienzo el terrible proceso de asfixia. ¿Que por qué se llama «El ahorcado perezoso»?. Porque el condenado se ejecuta a sí mismo. En muchos de los números del señor Houdini había ayudantes provistos de cuchillos y llaves, dispuestos a liberarle en caso de que él no fuera capaz; incluso solían tener un médico a mano. Hoy no tomaremos ninguna de estas precauciones. Si no logra escapar en cuatro minutos, el artista morirá. Empezaremos enseguida... pero, primero, permítanme un consejo: No olviden en ningún momento que al entrar en nuestro espectáculo abandonan la realidad. Aquello que creen estar viendo tal vez no exista en absoluto. Lo que les parece sólo ilusión puede convertirse en la más cruda realidad. Su acompañante puede volverse un completo desconocido. Es posible que haya un hombre o una mujer entre el público que les conozca demasiado bien. Lo que parece seguro puede ser mortal. Y los peligros de los que se protegen pueden no ser más que distracciones que les conduzcan a otros riesgos mayores. En nuestro espectáculo, se preguntarán, ¿en qué se puede creer?, ¿en quién pueden confiar?. Bien, venerado público, la respuesta es que no deberían ustedes creer nada. Y tampoco deberían confiar en nadie. En nadie en absoluto. Ahora, el telón se levanta, las luces van haciéndose más tenues, el volumen de la música baja poco a poco, y sólo queda el sublime sonido de los corazones latiendo expectantes. Y damos comienzo al espectáculo...”.