Lee Marvin, el centenario del tipo duro de las películas
Querido primo Teo:
No es exagerado decir que sería bastante complicado concebir el éxito de Charles Bronson, Mel Gibson, Liam Neeson, Russell Crowe e incluso del mismísimo Clint Eastwood si no hubiera existido Lee Marvin. Fue la encarnación perfecta del tipo duro, alguien que podía escalofriar la sangre con su sola aparición en escena. Triunfó en el cine negro, el bélico y el western, casi siempre haciendo personajes que estaban en las antípodas del bien y se llevó el Oscar al mejor actor por encarnar un doble papel en “La ingenua explosiva” (1965). El pasado 19 de febrero se cumplió su centenario.
Nacido en Nueva York en el seno de una familia acomodada, su padre era ejecutivo de publicidad y su madre redactora de modas. Su mal carácter le llevó a ser un pésimo estudiante, algo que desesperó a sus padres, y con 18 años se alistó en el ejército, siendo enviado inmediatamente al frente ya que los Estados Unidos ya había entrado en la Segunda Guerra Mundial. Causó baja en 1944, en la batalla de Saipán, cuando recibió un disparo en el trasero que le destrozó el nervio ciático.
De regreso a los Estados Unidos comenzó a trabajar como fontanero y fue ahí cuando su vida cambió para siempre. Un día estaba haciendo una reparación en un teatro municipal y su presencia impactó tanto que se le pidió que sustituyera a un actor en un ensayo. La experiencia le resultó tan gratificante que decidió estudiar interpretación. Por primera vez se sintió realmente motivado por algo.
Hizo pequeños trabajos en la televisión y el teatro y en 1951 dio el salto a Hollywood participando en películas como extra o pronunciando una sola frase. Su primer papel relativamente relevante, o al menos lo suficiente para conseguir la acreditación, fue “Duelo en Silver Creek” (1952) de Don Siegel.
Poco a poco su imponente presencia hizo que fuera ganando peso gracias su físico tosco y una voz tabernaria, de esta manera trabajó en “Los sobornados” (1953) de Fritz Lang, en la que alcanzó inmediatamente la inmortalidad al lanzarle café hirviendo a la pobre Gloria Grahame, o en la icónica “Salvaje” (1953) rivalizando con Marlon Brando dentro y fuera de la pantalla.
Si hoy en día la sola presencia de Paul Dano nos puede garantizar que en algún momento dado le van a dar una buena paliza, Lee Marvin era la ejemplificación de la fuerza bruta, si aparecía en pantalla lo más probable era que fuera para ensañarse con alguien hasta el punto de que fue catalogado como el actor más sádico del Hollywood inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Vivió su época dorada durante la década de los 60 y fue en ese momento cuando realmente fue adquiriendo la notoriedad como intérprete. Lee Marvin ya sentía que no tenía nada que demostrar y Hollywood fue consciente de que el actor era mucho más que un mamporrero, que era alguien magnético capaz de eclipsar a lo que tenía alrededor.
Protagonizó la serie de televisión “Ballinger de Chicago” (1957-1960) que gozó de una gran popularidad y se convirtió en la pesadilla de James Stewart en “El hombre que mató a Liberty Valance” (1962) de John Ford por la que consiguió magníficas críticas.
El momento de su consagración llegó cuando estrenó “La ingenua explosiva” (1965) con la que Marvin sorprendió al público en una comedia musical, ya había demostrado que poseía un excelente sentido del humor y que era el primero en reírse de sí mismo en las entrevistas en televisión, pero encontrarse a Lee Marvin encarnando un doble papel, el de pistolero alcohólico y torpón encargado de proteger el rancho de la hija de un ranchero asesinado y el del criminal que lo mató, fue una delicia muy agradecida por los espectadores.
“La ingenua explosiva”, que poco tenía que ver con la novela de la que partía, se convirtió en una de las películas más taquilleras de su año, gozando de excelentes críticas además, y Lee Marvin se llevó el Oso de Plata en el Festival de Berlín, el Bafta (que fue extensivo a su trabajo en “Código del hampa” (1964) de Don Siegel) y finalmente el Oscar al mejor actor, enfrentándose al Richard Burton de “El espía que surgió del frío” o el Rog Steiger de “El prestamista”.
Marvin estaba en la cumbre de su carrera y siguió demostrando su excelente forma con otro de sus trabajos más icónicos, el del coronel que lideraba “Doce del patíbulo” (1967) de Robert Aldrich.
También es memorable su colaboración con el cineasta John Boorman quien le convirtió en un delincuente que busca venganza en “A quemarropa” (1967), que le haría competir con Steve McQueen como el actor más "cool" del Hollywood de los 60, e "Infierno en el pacífico" (1968) que le enfrentó a Toshiro Mifune.
Otro de los papeles más icónicos de su carrera lo hizo en el terreno musical en “La leyenda de la ciudad sin nombre” (1969) de Joshua Logan, en la que su alumno más aventajado Clint Eastwood le levantaba a la mujer interpretada por la lánguida Jean Seberg y cuyo tema principal Estrella errante se convirtió en todo un éxito de ventas, superando nada más y nada menos que al Let it be de The Beatles.
Lee Marvin estaba viviendo su momento de esplendor con la explosión del nuevo Hollywood. Tenía 45 años, muy vividos, eso sí, debido a que era un fumador inagotable y bebía muchísimo, y parecía estar por encima de la nueva generación de estrellas de la siempre pacífica comunidad de Tinseltown, una de las mejores de su historia, pero a partir de la década de los 70 dejó de ser tan prolífico.
Siguió dando en la diana con películas como “Los indeseables” (1972), junto a Paul Newman, “Carne viva” (1972), protagonizada por Gene Hackman, “El emperador del norte” (1973) de Robert Aldrich, “Gorky Park” (1983) de Michael Apted, “Día de perros” (1984), e incluso le vimos codearse con Chuck Norris en “Delta Force” (1986) que supuso su testamento cinematográfico. Marvin fue tan conocido por sus aciertos como por sus errores, el principal fue haber rechazado el papel que hizo Robert Shaw en “Tiburón” de Steven Spielberg.
Motero, concienciado demócrata, fue una de las primeras personalidades de Hollywood que apoyó los derechos de la comunidad homosexual, lo hizo en 1969 cuando no era un acto de postureo manifestarse a favor. Casado en dos ocasiones, padre de cuatro hijos, su tabaquismo le llevó a la tumba de manera prematura con tan solo 63 años. Marvin falleció de un infarto en 1987 y pidió ser enterrado en el cementerio de Arlington, junto a los veteranos de guerra.
Mary Carmen Rodríguez