Las versiones cinematográficas de "Pinocho"

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Querido primo Teo: 

Gracias a Netflix, en su papel de defensora de causas nobles pero imposibles, Guillermo del Toro pudo materializar una nueva versión del cuento de Carlo Collodi “Pinocho” tomando como referente la ilustración creada por Gris Grimli y que ya ha cumplido los 20 años. Esta adaptación en animación stop motion y musical desarrollada en la Italia fascista no ha sido la única que nos ha llegado en 2022. Recientemente Disney hizo llegar a su plataforma la versión dirigida por Robert Zemeckis que a su vez pretendía una aproximación al siglo XXI de una de los mayores clásicos de la compañía del ratón y que no convenció prácticamente a nadie. 

La obra de Carlo Collodi “Las aventuras de Pinocho”, que vio la luz a finales del siglo XIX, entre los años 1882 y 1883, tuvo un enorme calado popular debido a su naturaleza contradictoria, la historia de un muñeco de madera, tendente a liarla y que soñaba con convertirse en un niño de carne, fue adoptada por el público infantil, pese a que Collodi no la concibió para tal fin y el relato no prescindía de los pasajes oscuros e incluso de un final trágico, en el que a Pinocho se le terminaba castigando por sus travesuras, y que fue cambiado por uno en el que el muñeco de madera lograba cumplir su objetivo. 

Dos décadas después de la publicación de “Las aventuras de Pinocho” tuvo su primera adaptación cinematográfica. En 1911 se estrenó el mediometraje italiano “Piñoncito, aventuras de un títere” que estaba protagonizado por el cómico Polidor y que respetaba ese final inicialmente concebido por Collodi en el que Pinocho moría ahorcado, algo que también se ha reproducido en futuras versiones que han querido ser más fieles a la oscuridad y a la idea de que quien es desobediente no puede ser premiado. 

Indudablemente la versión más icónica aunque no la más canónica ha sido la película de animación de Disney. Dirigida por Hamilton Luske y Ben Shapsteen tuvo la mala fortuna de estrenarse recién estallada la Segunda Guerra Mundial pero los sucesivos reestrenos la llevaron al éxito y a ser considerada una de las mejores obras de la factoría Disney, toda una hazaña en sus técnicas de animación, y también uno de sus clásicos más tenebrosos pese a que en ella se potenciaba su tono infantil y también gamberro, dejando bien claro su moraleja que no es otra que para que el muñeco de madera pueda convertirse en un niño de verdad ha de aprender a tomar buenas decisiones, tiene que ser bueno, valiente, generoso y honesto. Ganó el Oscar a la mejor canción original y 82 años después de su estreno la pieza musical sigue siendo la sintonía de cabecera de las producciones de Disney. 

Disney, en su empeño de explotar su propio material para poder seguir viviendo de las rentas asumió un remake a imagen real de su versión de “Pinocho” encomendándole la tarea al oscarizado Robert Zemeckis. Una visión políticamente correcta, prescindiendo de cualquier elemento subversivo, aquí Pinocho no fuma en la Isla del Placer ni Gepetto duerme con una escopeta, y adaptada a la cultura "woke", ya que Pinocho no sufre las consecuencias de sus malas decisiones sino que se convierte en una víctima de la sociedad por ser diferente y la clave radica en que el muñeco ha de aprender a asumir su verdadera naturaleza.

Donde ha tenido un profundo calado “Pinocho” ha sido en la antigua Unión Soviética, en donde la obra de Collodi tuvo una reescritura llevada a cabo por Alekséi Nikoláyevich Tolstói y el personaje fue bautizado como Buratino. Presentado como una marioneta inconformista que lucha contra la injusticia y la explotación, representada por el empresario circense, y que se libera a sí mismo y a los de su grupo. Esta interpretación de la historia la ha recuperado en parte Guillermo del Toro que hace que el dueño del circo sea un admirador de Benito Mussolini y se cuestiona la cultura del esfuerzo, apuntando que la disciplina no es una virtud, algo bastante acorde a estos tiempos en los que se trata de derribar a la meritocracia. 

Aparte de las versiones llevadas a cabo por Disney en los Estados Unidos se han rodado más adaptaciones del cuento como la dirigida por Steve Barron en 1996 en donde se profundizaba más en la figura de Geppetto, un anciano que cubre sus carencias con la compañía de las marionetas que fabrica y que estaba protagonizada por Martin Landau.

Aunque la traslación más célebre del cuento, y la más libre, fue la llevada a cabo por Steven Spielberg en “Inteligencia artificial” (2001), partiendo de una idea de Stanley Kubrick de presentar a una versión moderna del Pinocho convertido en un robot adoptado por una familia que le termina abandonando. Una trama que la hace emparentar con la española “P3K: Pinocho 3000” que se llevó el Goya a la mejor película de animación en el año 2005.

Ha sido Italia el país que más ha apostado por ceñirse al espíritu de la obra de Carlo Collodi. En 1972 se estrenó “Las aventuras de Pinocho” una miniserie dirigida por Luigi Comencini, con Nino Manfredi encarnando a Gepetto y Gina Lollobrigida como el hada azul. La miniserie tuvo éxito e incluso fue editada para tener estreno cinematográfico. No le sucedió lo mismo a Roberto Benigni que en 2002 se inmoló con la ambiciosa adaptación de “Pinocho” tras el enorme éxito cosechado con “La vida es bella”. La película que costó 45 millones de Euros, una cifra que sigue sin superarse en el cine italiano, cosechó unas críticas terribles y su carrera comercial murió al poco de nacer.

Casi dos décadas después del desastre Roberto Benigni tuvo una oportunidad de redención de la mano de Matteo Garrone que le convirtió en el Gepetto en la que probablemente sea la versión más oscura de todas las realizadas hasta la fecha, dejando a un lado gamberradas  como “La venganza de Pinocho”, “Pinocho en el espacio” o la aproximación al "cyberpunk" japonés, y en donde el cineasta italiano daba rienda suelta a la extravagancia y la fantasía tan bien explotada en “El cuento de los cuentos” (2015) todo con tal de incentivar la imaginación. 

Mary Carmen Rodríguez

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