"La imagen permanente"
La web oficial.
El argumento: En un pueblo del sur, Antonia, una madre adolescente, desaparece en medio de la noche. Cincuenta años más tarde y muchos kilómetros al norte, Carmen, una directora de casting algo introvertida, debe encontrar personas que cuenten sus recuerdos tras cambiar de ciudad. Durante su búsqueda, Carmen conoce a Antonia, una mujer impulsiva que invade su soledad. ¿Quién dijo que el tiempo cura todas las heridas?
Conviene ver: “La imagen permanente” es una ópera prima en clave de docuficción que con sutilidad e intimismo habla del paso del tiempo y la soledad a partir de la desaparición de una joven en un pueblo del sur de España, tras ser madre soltera, y su encuentro en Cataluña, 50 años después, con una directora de casting para publicidad, Carmen, que se nutre de la naturalidad de actrices no profesionales. Una apuesta atrevida por el naturalismo sostenida por actores no profesionales que se nutre de lo espontáneo y no de lo planificado previamente. Laura Ferrés se pasa al largometraje tras el alabado corto “Los desheredados” (2017) centrado en el fin del negocio familiar dirigido por su padre y vuelve a tirar de una experiencia personal, propia de la generación de sus abuelos que emigraron de Andalucía a Cataluña, para contar en clave de docuficción la diatriba de una mujer que huyó de su lugar de origen de la España oscura de hace 50 años para empezar una nueva vida en la que poder dar rienda suelta a su personalidad sin miedo al qué dirán. Una cinta que habla de soledades, del paso del tiempo, de cómo marcan los orígenes, de hasta qué punto los acontecimientos de nuestra vida están preestablecidos y condenados a repetirse y de la imagen que se proyecta a los demás lo que hace conectar la profesión de esa directora de casting con lo que queda de esa mujer que se reconstruyó a sí misma pero cuyo pasado nunca podrá borrar. Un trabajo arriesgado y singular a nivel formal, que nutre realismo cotidiano con recursos fantásticos, a través de dos mujeres que se encuentran en el que también es una reivindicación de esa clase obrera a la que se le ha despojado de todo salvo la dignidad que emana desde su interior lo que sustenta esa autenticidad, la de los héroes anónimos que lo son por su resiliencia y empuje frente al clasismo, la marginación y la precariedad. Un film que se abraza a ese estilo cine que se sale de los márgenes y que reinventa, reivindica y redimensiona historias y la forma de contarlas a través de la baza de dos personas que no necesitan ser actrices para captar la esencia de sus personajes porque emerge de las experiencias de ellas mismas tal es el caso de unas estupendas María Luengo y Rosario Ortega.
Conviene saber: Espiga de Oro a la mejor película en el Festival de Valladolid 2023.
La crítica le da un CINCO