"La conversación", la paranoia social según Francis Ford Coppola
Querido primo Teo:
Uno de los grandes alicientes de la temporada es “Megalópolis” de Francis Ford Coppola, una obra mastodóntica, gestada durante décadas, que se ha financiado de manera independiente, los 120 millones de presupuesto han salido en su mayoría de lo producido por las bodegas del cineasta, y que pocos se atreven a distribuir porque es una ida de olla que arruinaría al más osado. Las últimas obras experimentales del director apenas tuvieron recorrido, ni siquiera tirando del poder de convocatoria que sigue teniendo su nombre. Hace medio siglo el director no se encontraba mendigando la atención de la industria porque era uno de los símbolos del nuevo Hollywood. Había alcanzado lo más alto con “El padrino” (1972) e inmediatamente después rodó una producción mucho más modesta, “La conversación” (1974), una película adelantada a su tiempo y que era el reflejo de una sociedad paranoica como lo era la estadounidense tras el estallido del caso Watergate.
Cuando se estrenó “La conversación”, el 7 de abril de 1974, la administración Nixon estaba metida en el fango debido al escándalo Watergate, consistente en el espionaje al Partido Demócrata. Semanas después, el presidente Richard Nixon reconoció la responsabilidad de su Gobierno y terminaría presentando su dimisión el 9 de agosto del mismo año.
El mayor escándalo de la historia de los Estados Unidos llevó al ciudadano medio a perder su inocencia y a que cualquiera podía ser un objetivo de espionaje. Además no se necesitaba de la sofisticación de los agentes secretos retratados por la literatura y el cine. El vecino del quinto podía ser un cliente habitual de “La tienda del espía” y convertirse en un comisario Villarejo de andar por casa para tener controlados a los de su bloque.
Realmente “La conversación” no fue la reacción de Coppola ante la crispación política y social ya que tenemos que remontarnos a 1966 para encontrar el germen de la película. En ese momento, Francis Ford Coppola mantuvo una conversación con su amigo Irvin Keshner, que posteriormente dirigió “Star Wars: El imperio contraataca” (1980), sobre los micrófonos direccionales que son capaces de grabar un diálogo a una gran distancia, incluso en un espacio abierto.
Inmediatamente después vio “Blow-Up” (1966) de Michelangelo Antonioni, basada en el relato “Las babas del diablo” de Julio Cortázar, sobre un fotógrafo que revelando una de sus sesiones rutinarias descubre un asesinato. Coppola encontró la inspiración y un año después comenzó a escribir “La conversación”, influido también por “El lobo estepario” de Herman Hesse aunque, a diferencia de lo que le sucede al fotógrafo de la película de Antonioni, a su protagonista sí se le presenta un dilema moral.
El éxito de “El padrino”, una gran producción de Paramount Pictures que recaudó 285 millones de dólares en todo el mundo, una locura entonces, y que ganó 3 Oscar, entre ellos el de mejor película, situó a Francis Ford Coppola en la cumbre de Hollywood, en un momento dulce para la libertad creativa que estaba consentida por los Estudios. Coppola, respaldado por Paramount Pictures, fundó junto a William Friedkin y Peter Bogdanovich la productora The Director’s Company que otorgaba carta blanca a cada uno de ellos para hacer la película que quisieran con una sola condición; que fuera barata.
Con la limitación de presupuesto de 3 millones de dólares a Peter Bogdanovich le salió una jugada redonda con “Luna de papel” (1973) y Francis Ford Coppola pondría en marcha “La conversación” con Gene Hackman como protagonista, un rólex que ya contaba con un Oscar por "The French Connection. Contra el imperio de la droga" (1971) de William Friedkin.
“La conversación” nos presenta a Harry Caul un espía profesional que por encargo se dedica a grabar a la gente. Es un mercenario que está al servicio de quien le pague, sin importarle si es un cliente privado o un cargo público, y jamás se ha planteado qué podía pasar con lo capturado, hasta que un día tiene la tentación de escuchar lo que hablan dos personas a las que tiene que espiar y la información que dan es tan comprometedora que le llevan al abismo. Harry se ve con la obligación de impedir que se cometa un crimen y el vigilante se convierte en vigilado.
A nivel profesional Harry Caul es una autoridad, un tipo que es un invasor de la propiedad. Está especializado en violar la intimidad de otros y para ello, además de metódico, tiene que ser alguien solitario, asocial, para que nadie se dé cuenta de su existencia. Descubrir una información le lleva a tener un enorme complejo de culpa, porque no puede detener lo que va a suceder y su vida corre peligro. Iba a ser Marlon Brando el protagonista de “La conversación”, algo que iba disparar el limitado presupuesto de la película debido a que volvía a gozar de una situación privilegiada en Hollywood.
Finalmente fue Gene Hackman el encargado de interpretar a Caul, logrando una de las mejores actuaciones de su carrera. Hackman resulta perfecto como un tipo hermético, teóricamente curtido hasta que se ve metido en una trampa de la que no puede salir aunque conozca todos los trucos para ello. Paradójicamente no fue nominado al Oscar y curiosamente retomó el personaje, aunque con otro nombre, en “Enemigo público” (1998) de Tony Scott en el que es Will Smith quien es perseguido por lo que sabe.
Francis Ford Coppola estaba comprometido con el rodaje de “El Padrino II” cuando “La conversación” inició su fase de montaje. Coppola confió plenamente en Walter Murch, el mejor sonidista de Hollywood para que también se encargara del montaje. Le había dado unas ideas, sabiendo que Murch iba a mejorarlas. El sonido de “La conversación”, en el que cuesta descifrar a veces, resultó realmente avanzado para la época. Más de un espectador se quejó pensando que los equipos de sonido de las salas estaban mal y se tuvo que explicar que las alteraciones del sonido eran deliberadas.
“La conversación” se llevó la Palma de Oro a la mejor película en el Festival de Cannes de 1974, la primera para Coppola, la segunda la consiguió cinco años después con “Apocalypse Now”. La obra más pegada a su propia personalidad, hay bastante de Harry Caul en el propio director, fue engullida por “El padrino II” que se estrenó a finales del mismo año y que arrasó en la edición de los Oscar, ganando 6 de los 11 premios a los que aspiraba y materializando los de mejor película y dirección para Coppola.
El director compitió contra sí mismo como productor ya que “La conversación” también estaba en el quinteto de finalistas al Oscar a la mejor película y aspiró además a los premios al mejor guión original y mejor sonido.
La huella dejada por “La conversación” es indiscutible. Su influencia es clara en “Impacto” (1981) de Brian De Palma, sobre un ingeniero de sonido que registra un disparo contra un político, en la mencionada “Enemigo público” y en numerosos thrillers en los que el poderoso trata de aniquilar al más pequeño.
Mary Carmen Rodríguez