In Memoriam: Marisa Paredes, símbolo de la elegancia

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Querido primo Teo: 

Cuando en el año 1995 se estrenó “La flor de mi secreto” de Pedro Almodóvar, Guillermo Cabrera Infante equiparó a Marisa Paredes con Joan Crawford. El galardonado escritor cubano no exageró porque Marisa Paredes era ese tipo de actriz de extraordinaria elegancia y fortaleza cuyo talento convertía la ampulosidad en autenticidad. Con el fallecimiento repentino de Marisa Paredes a la edad de 78 años perdemos a una intérprete extraordinaria, capaz de asumir personajes complejos y que en su madurez fue elevada a la estratosfera al convertirse en "chica Almodóvar", el tándem nos regaló trabajos memorables como “Tacones lejanos” (1991), “La flor de mi secreto” (1995) y “Todo sobre mi madre” (1999).

Su unión con el cineasta manchego supuso su salto internacional; trabajó con Arturo Ripstein en “Profundo carmesí” (1996) y “El coronel no tiene quien le escriba” (1999) e incluso se convirtió en la suegra de Roberto Benigni en la oscarizada “La vida es bella” (1997). Candidata en dos ocasiones al Goya por sus trabajos en “Cara de acelga” y “La flor de mi secreto”, la Academia del cine español, de la que la actriz fue presidenta entre los años 2000 y 2003, le concedió el premio honorífico en el año 2018.

Nacida en Madrid en abril de 1946 en el seno de una familia muy humilde, su padre era empleado en una fábrica de cervezas y su madre trabajaba como portera en un edificio situado en la Plaza de Santa Ana. Con tan solo 11 años se vio obligada a contribuir a la economía familiar, trabajando como asistente y modelo en el taller de un modisto. Vivía cerca del Teatro Español y eso despertó su curiosidad por el mundo artístico, también había cultivado un gran gusto por lo estético.

Inició sus estudios en el Conservatorio y en la Escuela de Arte Dramático de Madrid, ocultándoselo inicialmente a su familia, pasando a formar parte de la compañía de Conchita Montes como meritoria, y a los 14 años ya realizó su primer trabajo profesional en el cine en “Esta noche tampoco” (1960) de José Osuna y “091, policía al habla” (1960) de José María Forqué.

Los inicios de Marisa Paredes en la televisión durante la década de los años 60 fueron clave para su formación como actriz y su entrada en el mundo interpretativo. En una TVE muy joven y en expansión, participó en formatos como el teatro televisado, como los emblemáticos “Estudio 1” y “Novela”, donde se adaptaban obras clásicas y literarias. Esta etapa le permitió ganar experiencia, perfeccionar su técnica y consolidarse gracias a su trabajo constante, destacando por su talento dramático y versatilidad. Durante sus inicios tuvo la oportunidad de trabajar con directores como Pilar Miró y Antonio Mercero, quienes empezaban a forjarse un nombre en el panorama audiovisual español, lo que le abrió las puertas al cine y el teatro, sentando las bases de su exitosa carrera futura. 

Estuvo presente en “El mundo sigue” (1965), una de las mejores películas de Fernando Fernán Gómez, donde interpretó a Nieves, la hija menor de una familia humilde que enfrenta conflictos emocionales y económicos en la sociedad española de la época. Era un personaje secundario pero le permitió ofrecer una actuación de una importante intensidad dramática, algo que terminó convirtiéndose en una de sus señas de identidad. 

Durante la década de los 70 el estatus de Marisa Paredes como intérprete se fue consolidando, tanto en la televisión como en el teatro en donde participó tanto en obras clásicas como contemporáneas. En estos años fue clave su unión artística y personal con el cineasta Antonio Isasi-Isasmendi a lo largo de siete años con quien tuvo, en 1975, a su única hija, la actriz María Isasi. Con él trabajó en “El perro” (1976) y la miniserie “Goya” (1985). 

Un punto de inflexión en su carrera fue “Ópera prima” (1980) de Fernando Trueba que se convirtió en una de las obras que marcaron el inicio de la nueva ola del cine español que se consolidó en la década de los 80y que capturaba el espíritu de la juventud en la recién estrenada democracia española. El papel de Marisa Paredes era secundario pero imposible de olvidar, el de una excéntrica directora de cine obsesionada con la pornografía y la zoofilia, y le ayudó a reafirmar su lugar en el cine durante un momento de cambio cultural en España. 

Eran los años de la Movida madrileña y la irreverencia de su personaje en “Ópera prima” le hizo entrar en el universo de Pedro Almodóvar, el gran "enfant terrible" del cine español gracias a “Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón” (1980) y “Laberinto de pasiones” (1982).

El director manchego estaba a punto de rodar “Entre tinieblas” (1983) y ofreció a Marisa Paredes el papel de Sor Estiércol, una monja adicta a las drogas y al pecado. Fue un trabajo que le brindó la posibilidad de demostrar su versatilidad y talento para personajes complejos y poco convencionales, alineándose con el estilo rompedor y único de Almodóvar, el cineasta que años después acabaría convirtiendo a la actriz en un icono de nuestro cine.

Marisa Paredes logró la nominación al Goya a la mejor actriz de reparto por su interpretación en “Cara de acelga” (1986) dirigida por José Sacristán, una comedia satírica que retrata las dificultades de un actor en una sociedad en plena transformación, reflejando con ironía las tensiones del mundo del espectáculo y de la cultura en la España de los 80. Otros trabajos destacados fueron “Las bicicletas son para el verano” (1984) de Jaime Chávarri, “Tata mía” (1986) de José Luis Borau y “Tras el cristal” (1986) de Agustí Villaronga.

Pedro Almodóvar le brindó el regalo del papel de Becky del Páramo en “Tacones lejanos” (1991), una afamada cantante y madre ausente que tiene un complicado reencuentro con su hija, a la que dio vida Victoria Abril. El personaje de Becky es complejo, con una mezcla de glamour, vulnerabilidad y orgullo, que refleja temas como la redención y las relaciones maternofiliales.

Uno de los momentos más destacados es su interpretación de la canción Piensa en mí, una escena cargada de melancolía. La actuación de Paredes fue aclamada por la crítica, consolidándola como una de las grandes actrices del cine español y una musa de Almodóvar, elevándose a la categoría de icono. 

Protagonizó junto a Carmen Maura “La reina anónima” (1992) de Gonzalo Suárez y volvió a estar a las órdenes de Jaime Chávarri en “Tierno verano de lujurias y azoteas” (1992). Almodóvar no tardaría en ofrecerle otro de los trabajos que fueron determinantes en su carrera; el de Leo Macías, una escritora de novela románticas que entra en una crisis existencial tras ser abandonada por su marido en "La flor de mi secreto" (1995).

Un personaje complejo y profundamente humano con el que Marisa Paredes realizó una interpretación sutil y poderosa, mostrando a una mujer vulnerable, pero también fuerte y decidida a encontrar su voz, tanto en la vida personal como en el terreno literario. Fue un trabajo que le permitió conectar de una manera profunda con el público, le proporcionó la que fue su segunda y última candidatura al Goya y reafirmó su relación con Almodóvar, que sabía que en ella había encontrado a una actriz inmensa y efectiva tanto en las composiciones más complejas como en los trabajos más livianos. 

El eco internacional de su colaboración con Almodóvar se tradujo en su participación en “Profundo carmesí” (1996) y “El coronel no tiene quien le escriba” (1999) del mexicano Arturo Ripstein y en “La vida es bella” (1997) de Roberto Benigni. Ambos directores ampliaron la proyección de Marisa Paredes más allá de España y le permitieron mostrar su talento en distintos contextos culturales. 

Nadie mejor que Marisa Paredes para encarnar a Huma Rojo en “Todo sobre mi madre” (1999) de Pedro Almodóvar, una gran actriz que, a pesar de su éxito y fama, enfrenta una serie de luchas personales y emocionales. Una mujer fuerte, pero también vulnerable, marcada por una vida llena de sacrificios y desilusiones. Mantiene una relación tormentosa con una joven actriz, enganchada a la heroína, y en su punto más bajo de dependencia se encuentra con Manuela, el personaje de Cecilia Roth, quien la busca tras la muerte de su hijo, atropellado tras asistir una representación de “Un tranvía llamado Deseo”.

Manuela quiere resolver una causa pendiente y ayuda a Huma a conectar con su lado más humano. “Todo sobre mi madre” fue un clamoroso éxito internacional, suponiendo uno de los puntos culminantes de la carrera de Marisa Paredes. 

El Deseo de los hermanos Almodóvar produjo “El espinazo del diablo” (2001), la primera de las películas que el mexicano Guillermo del Toro rodó en España. La historia de terror gótico sobre un tétrico orfanato para niños republicanos en 1939 convirtió a Marisa Paredes en Carmen, la autoritaria directora encargada del centro junto al doctor Casares, a quien dio vida Federico Luppi. “El espinazo del diablo” tuvo un gran calado internacional. 

Participó brevemente en “Hable con ella” (2002) y su último trabajo importante a las órdenes de Pedro Almodóvar lo hizo en “La piel que habito” (2011) donde dio vida a la ama de llaves y confidente, un personaje secundario pero con un gran peso emocional. 

Nunca dejó atrás el teatro trabajando en “Las criadas”, “La gata sobre el tejado de zinc”, “Hamlet” y “Sonata de otoño”. También estuvo presente en la televisión, por ejemplo en “Vestidas de azul”. Colaboró con Carlos Molinero en “Salvajes” (2001), Pablo Malo en “Frío sol de invierno” (2004), Manuel Gómez Pereira en “Reinas” (2005) y Jaime Rosales en “Petra” (2018).

Unida sentimentalmente desde 1983 al ex director de la Filmoteca Nacional, Chema Prado, al que conoció durante el Festival de Venecia en el que la actriz acudió a presentar "Entre tinieblas", fue presidenta de la Academia de cine español entre los años 2000 y 2003, convirtiéndose en una firme defensora de la importancia de la cinematografía, denunciando la falta de apoyo institucional en momentos difíciles para la industria. La Academia honró la trayectoria de Marisa Paredes en 2018, entregándole el Goya de Honor.

Siempre activa y comprometida persistente con causas y reivindicaciones sociales, también fue galardonada con el Fotogramas de Plata por su contribución al mundo del espectáculo en 2015 y fue reconocida tanto con el Premio Nacional de Cinematografía en 1996 como con la Medalla al Mérito en las Bellas Artes en 2007.

Mary Carmen Rodríguez

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