In Memoriam: Hugh Hudson, el director de "Carros de fuego"
Querido Teo:
A los 86 años ha fallecido el director Hugh Hudson, el cual siempre vivió de las rentas del éxito de "Carros de fuego" (1981) como ejemplo de épica de superación personal y del oficio del cine británico más clasicista. La cinta se llevó 4 Oscar (película, guión original, música y vestuario) siendo él también candidato a la mejor dirección.
Nacido en Londres en 1936, lugar en el que también ha fallecido, comenzó en la publicidad y como director de segunda unidad, colaborando con nombres como Ridley Scott o Alan Parker, siendo el elegido por el productor David Puttnam para ponerse detrás de las cámaras de una historia con la que se pretendía mostrar todo el orgullo que suponía el tributo a Harold Abrahams y Eric Lidell, dos estupendos atletas británicos que alcanzaron la gloria demostrando que el provenir de clases diferentes no era óbice para poder llegar a cruzar la meta siendo el primero cristiano escocés y el segundo judío inglés.
Aun así Hugh Hudson no tuvo la carrera que se esperaba de él moviéndose entre la irregularidad y la intrascendencia. Tras presentar “Carros de fuego” (1981) en el Festival de Cannes volvió a competir por la Palma de Oro con “Nuevos rebeldes” (1989), sustentada en la relación entre un joven desnortado y su psiquiatra. Antes había estrenado la aventurera “Greystoke, la leyenda de Tarzán” (1984), nominada al César a la mejor película extranjera, y la fallida mirada colonial de “Revolución” (1989), con Al Pacino, que se llevó varias nominaciones a los Razzie.
Una carrera que languideció rápido con el documental colectivo “Lumière y compañía” (1995), “Los secretos de la inocencia” (1999) o “Soñé con África” (2000), sustentada especialmente en la presencia de Kim Basinger en un melodrama raquítico y soporífero sobre nuevas oportunidades y destinos tras una tragedia. La cinta estuvo en la sección Una cierta mirada del Festival de Cannes.
La carrera de Hugh Hudson terminó con "Altamira" (2016), concebida como una producción internacional en la que Antonio Banderas daba vida al arqueólogo que junto a su hija de 8 años hizo uno de los mayores descubrimientos en este campo, tal como fueron las pinturas de las cuevas de Altamira en 1879. Una cinta en la que volvió a ahondar en un estilo caduco a la hora de mostrar a un hombre que en vez de ser alabado por su descubrimiento fue rechazado y vejado por la comunidad científica y los estamentos religiosos de la época.
Un incomprendido tal y como seguramente se sentía un Hugh Hudson destinado a mayores glorias de las que se hizo merecedor en una carrera que queda resumida en la que fue su ópera prima con la imperecedera iconografía de esos atletas corriendo por la playa a cámara lenta y al ritmo de los sintetizadores de Vangelis.
Nacho Gonzalo