In Memoriam: Gene Hackman, el actor con la precisión de un Rolex
Querido primo Teo:
Con la partida de Gene Hackman se pierde a uno de los mejores actores que ha conocido el cine estadounidense a lo largo de su historia y esta afirmación no resulta exagerada. Contaba con un físico apabullante, alto y corpulento, de esos que cortaban la respiración, pero también poseedor de un rostro mundano y una calvicie que podía haberle condenado al encasillamiento o a ser sólo uno más, pero Hackman no tardó en demostrar que había nacido para encarnar personajes complejos y poder ser considerado (sin marketing o devaneos de estrella) como uno de los grandes.
A lo largo de más de medio siglo de carrera, Hackman se caracterizó por la versatilidad. Hizo de todo, desde dramas profundos hasta thrillers y comedias, incluso se atrevió a reírse de sí mismo, y siempre con la precisión interpretativa de un Rolex. Todo con un aspecto de hombre corriente pero que le permitía ser permeable para derivar en tipos duros, villanos de presencia e ira contenida, personajes llenos de vis cómica y energía, así como policías u hombres de ley marcados por la responsabilidad de su deber pero raídos por la culpa, el desencanto o el hecho de darse de bruces con los hilos del sistema o con tramas conspirativas que conducen a uno a ser sólo un peón en el tablero.
Se consagró como nueva estrella gracias a la emblemática “Bonnie y Clyde” (1967) de Arthur Penn, fue uno de los rostros del nuevo Hollywood, fue galardonado con el Oscar en dos ocasiones, por sus interpretaciones en “The french connection” (1971) y “Sin perdón” (1992), y llevaba más de veinte años apartado de la industria cinematográfica, volcándose en su carrera como escritor.
Eugene Allen Hackman cumplió los 95 años el pasado 30 de enero. Nació en San Bernardino (California) y, aunque descubrió a una edad muy temprana que le gustaba el mundo de la actuación, no fue hasta la treintena cuando tomó la decisión de convertirse en actor. Su infancia estuvo marcada por el abandono de su padre cuando él tenia 13 años durante un día en el que jugaba con otros chicos en la calle. Un adiós en forma de un pequeño gesto con la mano a Gene mientras se alejaba en el auto. “Dudo que me hubiera vuelto tan sensible al comportamiento humano si eso no me hubiera sucedido… si no me hubiera dado cuenta de lo mucho que puede significar un pequeño gesto”. Una vivencia que marcaría la forma de conectar con sus propios sentimientos a la hora de encarar la carrera de actor.
Antes de ingresar en la escuela de interpretación en Los Ángeles se alistó en los Marines, estando destinado durante cuatro años en China, Japón y Hawai, y estudió periodismo, profesión ejercida por su padre, lo que le permitió trabajar en varias emisoras de radio.
Se trasladó a Nueva York para completar su formación como intérprete y ahí le surgió la oportunidad de comenzar su carrera teatral, participando en varias producciones de Broadway, algo que le permitió pulir su habilidad para interpretar personajes con gran intensidad emocional.
Fue sobre las tablas donde el actor desarrolló la capacidad para hacer que incluso los personajes más complejos o marginales se sintieran humanos y accesibles, algo que terminó siendo un rasgo distintivo de su estilo actoral. El éxito que estaba cosechando en el teatro le abrió las puertas del cine. Trabajó en “Lillith” de Robert Rossen junto a Warren Beatty y Jean Seberg.
Warren Beatty quedó impresionado con Gene Hackman y le recomendó para interpretar el papel de Buck, el hermano mayor de Clyde Barrow en “Bonnie y Clyde” (1967) de Arthur Penn. Hackman resultó desbordante como un tipo carismático, visceral y arrastrado por la lealtad a su hermano hacia una espiral de violencia.
Con una actuación que equilibra momentos de humor y camaradería, con una creciente desesperación a medida que el grupo se enfrenta a la persecución de la ley, se metió a la crítica en el bolsillo, fue nominado al Oscar y, aunque no ganó, encontró en este trabajo su plataforma para ascender a una liga mayor. Se le pudo ver en "Motín" (1968) y "Atrapados en el espacio" (1969).
Volvió a ser nominado al Oscar por su trabajo en “Nunca canté para mi padre” (1970) mientras se consolidaba como uno de los actores más demandados de Hollywood. Su consagración llegó con el thriller “The french connection” (1971) donde Hackman interpretó a Jimmy “Popeye” Doyle, un policía duro, impulsivo, obsesionado con atrapar a los narcotraficantes que intentan introducir heroína en Nueva York. El suyo no es el comportamiento de un héroe típico, lo que le dio una dimensión realista y compleja a su personaje.
Su interpretación redefinió la figura del detective en el cine, alejándose del estereotipo elegante de los años 50 y acercándose a una representación más sucia y realista, influenciando a futuras generaciones de películas policíacas. “The french connection” fue un gran éxito que fue reconocido con el Oscar a la mejor película, dirección para William Friedkin, guión adaptado, montaje y actor principal para Gene Hackman. El actor protagonizó también la secuela cuatro años más tarde amparada en el éxito de una de esas cintas que definen toda una década y un género.
“La aventura del Poseidón” (1972), que seguía la moda del cine de catástrofes que triunfó en los años del nuevo Hollywood, “El espantapájaros” (1973), “La conversación” (1974), "La noche se mueve" (1975) y "Un puente lejano" (1977) consolidaron a Hackman como uno de los intérpretes más grandes de su generación. Uno de esos nombres que tiró de oficio y personalidad más que de efectismo y estrellato bien siendo el secundario de peso, un protagonista identificable, un villano robaescenas, un as con vis cómica, o un tipo silente que expresa con el saxo lo que no puede hacer con las palabras.
Demostró su versatilidad al adentrarse en la comedia más pura, haciendo una pequeña intervención de ermitaño ciego en “El jovencito Frankenstein” (1974) de Mel Brooks (se postuló el mismo a través de Gene Wilder con el que jugaba al tenis ante su interés por probarse en la comedia) y aceptando interpretar el papel de Lex Luthor en “Superman” (1978) de Richard Donner.
Gene Hackman robó la película, metiéndose en un personaje carismático y megalómano que es una mezcla de inteligencia, sarcasmo y un toque de comedia, representando a la némesis de “Superman” de una manera mucho más aguda, lo que le permitió calar profundamente en la cultura popular.
El prestigio alcanzado durante la década de los 70 le permitió sobrevivir cuando el nuevo Hollywood murió a inicios de los 80. Hackman se había convertido en un gran actor, profundamente respetado por la profesión y el público, y cuya presencia ya era vista como una garantía de calidad. Volvió a trabajar con Warren Beatty, haciendo un breve papel en “Rojos” (1981), y se puso bajo las órdenes de Sidney Lumet en "Power (Poder)" (1986), Woody Allen en “Otra mujer” (1988) y Alan Parker en “Arde Mississippi” (1988).
Su encarnación de un agente del FBI, al frente de la investigación de unos crímenes raciales, le permitió mostrar la profundidad emocional de un hombre que lucha contra sus propios prejuicios en un contexto de una gran tensión social. Hackman logró de esta manera una de las interpretaciones más memorables de su carrera, fue galardonado con el Oso de Plata en el Festival de Berlín de 1988 y obtuvo una nueva nominación (la cuarta de su carrera) al Oscar.
En esa década de los 80 se unieron tanto el prestigio como la popularidad gracias a un buen número de trabajos con los que se metió en el bolsillo a un público muy generacional. Es el caso del entrenador de "Hoosiers: Más que ídolos" (1986), una de esas cintas de enseñanzas vitales, rebeldía juvenil y compromiso de equipo ensalzando los buenos valores y la superación personal.
También era un padre que junto a su hijo intentaba escapar de una conspiración internacional en "Target: Agente doble en Berlín" (1985), se enfrentó a Kevin Costner en "No hay salida" (1987), era lo mejor del sucedáneo refrito de espíritu hitchcockiano que fue "Testigo accidental" (1990) y daba vida a un abogado que se enfrentaba a su propia hija en el juzgado en la apreciable "Acción judicial" (1991). Otros títulos en los que estuvo presente son "A la caza del lobo rojo" (1989) o "Postales desde el filo" (1990).
Tuvo un serio revés de salud cuando fue intervenido por una afección cardíaca en el año 1990, algo que le mantuvo apartado del trabajo durante dos años. Hackman regresaría por la puerta grande con “Sin perdón” (1992) de Clint Eastwood, donde encarnó a Little Bill Daggett, un despiadado sheriff del Viejo Oeste que está por encima de la ley.
Esta actuación marcó uno de los puntos culminantes en la carrera de Hackman, demostrando que estaba en las antípodas de ser un viverrentas, como algunos de sus compañeros más notorios de su generación, sino que seguía siendo un actor relevante y capaz de ofrecer interpretaciones que definían a la película. Hackman ganó el Oscar al mejor reparto en su quinta y última nominación a estos premios.
Posteriormente volvió a trabajar con Clint Eastwood, encarnando al presidente de los Estados Unidos en “Poder absoluto” (1997), y trabajó con el legendario Paul Newman en “Al caer el sol” (1998). Años antes se había codeado con Tom Cruise en “La tapadera” (1993) de Sydney Pollack, Kevin Costner en "Wyatt Earp" (1994) de Lawrence Kasdan, con Sharon Stone en “Rápida y mortal” (1995) de Sam Raimi y con Denzel Washington en “Marea roja” (1995) de Tony Scott.
Tony Scott le permitió la posibilidad de retomar su personaje de “La conversación” en "Enemigo público" (1998), concebida para el lucimiento de Will Smith. También lo vimos pasárselo en grande en “Una jaula de grillos” (1996), donde encarnó a un senador que promociona los valores tradicionales de la vida familiar cuyo yerno ha sido criado por una pareja homosexual y por la que se llevó, junto a todos los intérpretes, el premio SAG al mejor reparto.
En la década de los 90 se inició en el mundo literario, publicando cinco novelas que llegaron a ser muy bien recibidas por la crítica, algo que le permitió disfrutar de una libertad que no encontraba en el mundo del cine. De manera paulatina su carrera como actor fue quedando en un segundo plano, eso de rodar le resultaba muy estresante.
"Bajo sospecha" (2000), "The mexican" (2001) o "Las seductoras" (2001) no están en la zona alta de su carrera pero sí que tuvo la oportunidad de reinar en la trepidante "El último golpe" (2001) de David Mamet o regalarnos al patriarca de los Tenenbaum de Wes Anderson, por el que fue galardonado con su tercer Globo de Oro en 2002 (previamente lo recibió por "The french connection" en 1972 y "Sin perdón" en 1993). Al año siguiente se llevaría también el premio honorífico Cecil B. DeMille.
A partir de ahí sólo le veríamos en tres películas más. El thriller de acción "Tras la línea enemiga" (2001) y la más que solvente intriga de "El jurado" (2003). Allí coincidió con Dustin Hoffman permitiéndose el gusto de trabajar juntos. Nunca lo habían hecho pero además de compartir amistad también compartieron la anécdota de que ambos fueran votados como los estudiantes con “menores posibilidades de triunfar” en la escuela de artes escénicas a la que asistieron en su juventud. La simplona "Bienvenido a Mooseport" (2004) desde luego fue un cierre a su carrera nada acorde a su legado.
En su retirada pudo permitirse tener una vida tranquila en su casa de Santa Fe (Nuevo México), donde vivía desde la década de los 80, alejado del foco mediático y sabiendo que se había ganado el respeto de la industria teniendo tiempo para la literatura, la pintura, el buceo o los paseos en bicicleta. De su primera esposa, Faye Maltese, la madre de su tres hijos, se divorció en 1986 tras tres décadas de matrimonio. En 1991 contrajo matrimonio con la pianista Betsy Arakawa (32 años menor) junto a la que ha encontrado la muerte en su domicilio.
Mary Carmen Rodríguez