Hollywood canalla: La intolerancia nacida desde la bondad y el Código Hays del siglo XXI
Querido primo Teo:
“Dicen que la Historia se repite, lo cierto es que sus lecciones no se aprovechan”. Esta frase del político francés Camille Sée es perfecta para ilustrar una realidad que nos afecta en diferentes ámbitos. El excesivo proteccionismo nos ha llevado a la dictadura de lo políticamente correcto o, para ser más exactos, a la intolerancia nacida desde la bondad. Por un lado se defienden las libertades pero no se toleran las opiniones que están en las antípodas e, incluso, se es incapaz de comprender una obra en su contexto histórico, algo que nos está llevando a un clima de odio que es realmente insostenible. Indignados por una obra del siglo XVI expuesta en el Museo del Prado porque cosifica el cuerpo de la mujer, ofendidos por la reposición de “Lo que el viento se llevó” (estrenada en 1939) por su falta de sensibilidad a la hora de abordar la esclavitud, se mete en el cajón la última película de Woody Allen porque ahora se está recordando que hace un cuarto de siglo fue acusado de abusar sexualmente de su hija y no fue llevado a juicio. Con motivo del estreno de “Dolor y gloria”, Pedro Almodóvar comentó a diversos medios que él jamás se llegó a imaginar que hoy en día la libertad de expresión estaría más en peligro que en la década de los 80, y que si él rodase en la actualidad una película como “Kika”, en donde hay una escena cómica centrada en una violación, o “¡Átame!”, en la que una mujer se enamora de su secuestrador, distribuidores, exhibidores y medios de comunicación le iban a poner en más de un aprieto. La intolerancia nacida desde la bondad nos está llevando al establecimiento de manera no oficial de un nuevo Código Hays para erradicar cualquier expresión artística (incluso las pasadas) o a todo elemento que se salga de lo bueno establecido.
¿Qué fue el Código Hays?
En la comunidad de Tinseltown hubo un antes y un después de Septiembre de 1920 porque fue el momento en el que vivió su primer escándalo. Quien abrió la veda fue Olive Thomas. Era una belleza virginal del Ziegfeld Follies, una de las principales luminarias del estudio Selznick, propiedad de Lewis J. Selznick (el padre de David O. Selznick) y considerada la mujer más guapa del mundo en aquella época, pertenecía además a la realeza de Hollywood ya que estaba casada con el hermano de la reina Mary Pickford. Tenía tan solo 25 años cuando murió durante un viaje placentero a París víctima de una sobredosis de bicloruro de mercurio que se recetaba para tratar la sífilis crónica. Aunque la versión oficial dijera que su muerte fue accidental, la prensa no paraba de especular con lo sucedido durante aquel fatídico 10 de Septiembre: suicidio, asesinato para cobrar el seguro, y a su vez adicción a la heroína y cocaína y querencia por participar en orgías condimentadas con el polvo de los Andes y el champán. El escándalo de la temprana muerte de Olive Thomas palideció un año después cuando una de las estrellas más taquilleras del momento, Fatty Arbuckle, fue acusado de provocarle la muerte a Virginia Rappe durante una de sus conocidas fiestas. A partir de ahí fue un no parar: asesinatos, sobredosis, alcoholismo, líos de faldas, demasiado para una sociedad que aún tenía un marcado carácter victoriano y Hollywood era la máxima representación de los locos años veinte, es decir, diversión y despilfarro fuera de control.
Los Estudios estaban realmente alarmados entre los diversos escándalos y el auge de los sindicatos y había que hacer algo antes de que fuera demasiado tarde y pudieran perder no sólo el favor del público sino también la gestión del propio negocio, porque la industria cinematográfica podía ser intervenida por el gobierno.
Tomaron como ejemplo la maniobra llevada a cabo en el mundo del baseball que para lavar su imagen, después de verse seriamente amenazado tras destaparse el tongo durante el Campeonato Mundial del año 1919, contrató los servicios del juez Kenesaw Mountain Landis para asegurar que el juego estaba libre de artimañas. Los jefes de los principales Estudios: Adolph Zukor, Marcus Loew, Carl Laemmle, William Fox, Samuel Goldwyn, Lewis y Myron Selznick buscaron al ex presidente del Comité Nacional Republicano Will Hays, y aspirante a ocupar la Casa Blanca de no ser porque rechazó la nominación (supuestamente a cambio de unos petrodólares del magnate Harry Sinclair) a favor de Warren G. Harding (presidente de los Estados Unidos entre los años 1921-23), para que estuviera al frente de la Asociación de Productores y Distribuidores de Cine de América, la MPPDA. En Marzo de 1922 Hays se convirtió en el defensor de la moral y de las buenas costumbres de ese Hollywood que ya parecía el plató de un reality de la MTV. Su objetivo era apartar la inmoralidad no sólo de las películas que serían censuradas sino también de la comunidad. Se exigía la firma de unas cláusulas de moralidad y la gente de la industria era vigilada, se pinchaban los teléfonos, se tenían confidentes en las casas para sacar sus trapos sucios, se contrataban detectives y la oficina de Hays elaboró un Libro Negro en donde se llegó a incluir el historial de más de un centenar de nombres que no eran aptos para la industria por sus malas costumbres.
El conocido finalmente como Código Hays comenzó a elaborarse en el año 1929 con la ayuda del sacerdote jesuíta Daniel A. Lord y del editor católico Martin Quigley. Comenzó a aplicarse realmente en el año 1934, previamente los Estudios no quisieron ceder ya que estaban inmersos en la Gran Depresión y no quisieron arriesgarse a perder más dinero, pero finalmente entraron por el aro ante las amenazas de boicot por parte del sector católico y de la pérdida de inversores. El mecanismo de autocensura de la industria estuvo en activo hasta el año 1968, la sociedad había evolucionado y exigía más realismo en el cine. El fin del Código Hays dio pie al actual sistema de calificación por edades.
Tres eran los principios generales del Código Hays:
1. No se producirá una película que reduzca los estándares morales de quienes la vean. Por lo tanto, la simpatía de la audiencia nunca debe ponerse del lado del crimen, del mal o el pecado.
2. Se deben presentar los estándares de vida correctos, sujetos únicamente a los requisitos de drama y entretenimiento.
3. La ley, natural o humana, no será ridiculizada, ni se creará simpatía por su violación.
Y además estaban prohibidos: la desnudez, los bailes sugestivos, la ridiculización de la religión, el uso de drogas ilegales, los métodos delictivos, cualquier referencia a las perversiones sexuales (la homosexualidad era vista como tal), el adulterio o el sexo ilícito y también el mestizaje. La bandera de los Estados Unidos debía ser tratada con respeto, al igual que el matrimonio y el hogar. Cualquier escena de pasión tenía que ser esencial para la trama, los besos no deberían ser excesivos ni lujuriosos (Alfred Hitchcock se río con el largo e intermitente beso de “Encadenados”). La vulgaridad debía estar sujeta a los dictados del buen gusto y se exigía tacto para cualquier escena que pudiera herir la sensibilidad del espectador.
La corrección política
Quedémonos con el término “herir la sensibilidad”. La cómica estadounidense de origen judío Sarah Silverman es conocida por sus monólogos en donde habla sin tapujos del racismo, del sexismo y de la religión, cuestiones tan sumamente delicadas en donde la línea que separa el humor de la ofensa es muy fina. A lo largo de casi tres décadas de carrera ella no ha parado de verse envuelta en polémicas, se le ha exigido más de una vez que pida disculpas por uno de sus chistes, y tiene que estar cansada de explicar que el hecho de que haga humor (con por ejemplo algo tan execrable como una violación) no significa que para ella ese acto sea algo gracioso. Silverman fue una de las mujeres que comentaron que el cómico Louis C.K. se masturbó delante suya pero, a diferencia del resto, ella le dio permiso por lo que no sintió que fuera un abuso sexual, se tuvo que disculpar por defender de esta manera a alguien que considera uno de sus mejores amigos desde hace un cuarto de siglo aunque sí que le parece que él tiene un serio problema.
Lo que escribimos en Twitter en un momento dado, dejándonos llevar por cualquier tipo de emoción, sin ser plenamente conscientes de que al otro lado hay alguien leyendo puede traer sus consecuencias. A Nacho Vigalondo hacer una broma con el Holocausto para celebrar que llegó a los 50.000 seguidores le puso en la picota y, por ejemplo, le costó el cierre de su blog en El País. En las últimas semanas James Gunn fue readmitido por Disney para dirigir la tercera entrega de “Guardianes de la galaxia”. El verano del pasado año el cineasta fue echado a patadas cuando solamente faltaban una semanas para comenzar a rodar porque hace una década escribió unos tuits en donde bromeaba con la pedofilia, algo de lo que llegó a disculparse en su momento. Gunn se había mostrado muy crítico con Donald Trump y como venganza los seguidores del actual presidente de los Estados Unidos decidieron escarbar en su pasado en las redes sociales y rescatar los hirientes mensajes. Disney no se lo pensó dos veces y despidió a Gunn que, posteriormente, fue contratado por Warner para encargarse de la secuela de “Escuadrón Suicida” y, debido a la presión por parte del equipo y a que su imagen quedaba seriamente dañada por haberse bajado los pantalones ante la ultraderecha, Disney volvió a reclutar al cesado director. Por otro lado, la ABC (dependiente de la compañía del ratón) fulminó la serie “Roseanne” después de que la estrella de la producción cómica, Roseanne Barr, que ha mostrado su apoyo al presidente Donald Trump, realizara un comentario racista en Twitter dedicado a Valerie Jarrett, ex asesora del presidente Barack Obama y de origen iraní. La serie ha continuado a modo de spin-off en donde se ha prescindido de su principal estrella.
D.W. Griffith estrenó en el año 1915 “El nacimiento de una nación”. El film basado en la obra supremacista de TF Dixon Jr., “The clansman”, tuvo tal éxito que pudo ser una de las causas que dieron pie al renacimiento del Ku Klux Klan. Griffith no se libró de las críticas por la imagen que dio de la población negra (interpretada mayoritariamente por blancos con la cara pintada básicamente por la dificultad de encontrar a gente que se prestara a ello) que fue retratada como vaga, depravada y con una clara tendencia a hacer el mal. Como respuesta a las críticas, que también cuestionaban su rigor histórico, él rodó la mastodóntica “Intolerancia” que supuso uno de los primeros grandes desastres financieros de la Historia del cine, aunque a nivel artístico sea una de las cintas más alucinantes de Griffith. “El nacimiento de una nación” está considerada una obra revolucionaria a nivel técnico y narrativo y por este motivo se puede encontrar fácilmente, ha sido restaurada y editada en Blu-Ray y también es habitual en la programación de los canales temáticos de cine como TCM.
No sucede lo mismo con la producción de Disney “Canción del sur” de Harve Foster y Wilfred Jackson. Basada en la obra de Joel Chandler Harris “Las historias del tío Remus” se sitúa en el Sur posterior al fin de la Guerra de Secesión en donde se ofrece una imagen muy estereotipada de la población negra, más en “Los mundos de Yupi” que en otro sitio, así como una glorificación de la esclavitud que en las regiones del sur seguía siendo vista como algo legal. La oficina Hays advirtió en el momento anterior a su estreno a Disney que debía aclarar que la acción de la película transcurría en 1870, 5 años después del final de la Guerra Civil y en pleno período de reconstrucción, pero la compañía del ratón hizo caso omiso a las recomendaciones. El film, que combina la imagen real con la animación, fue un enorme éxito comercial cuando se estrenó en 1946. Se llevó además el Oscar a la mejor canción para Zip-a-Dee-Doo-Dah y el actor afroamericano James Baskett, que interpretaba al tío Remus, obtuvo un reconocimiento especial por parte de la Academia por su conmovedora actuación. Pero ya en su momento la casa Disney fue criticada por fomentar el racismo con ese tío Remus que era la encarnación del negro que la población blanca aceptaba porque era dócil y, con el paso de los años, “Canción del sur” ha sido uno de los episodios más vergonzantes de la Historia del Estudio hasta el punto de que jamás se ha comercializado en los Estados Unidos (sí que salió a la venta en varios países de Europa y Asia) y en la actualidad hay un plan para que forme parte del catálogo de la plataforma en streaming de Disney que será lanzada en el otoño de este año.
En el caluroso verano de 2017 se programó una reposición de la icónica “Lo que el viento se llevó” de Victor Fleming en el cine Orpheum de Memphis. La primera proyección indignó a una serie de espectadores que utilizaron la red social Facebook para descargar su ira contra aquel film del año 1939 que narra la Guerra de Secesión desde el punto de vista sureño por ofrecer un retrato muy poco sensible de la esclavitud. La junta del Orpheum tuvo en cuenta las críticas y decidió retirar la película por su insensibilidad ante un gran segmento de la población local, el 64% de la misma es de raza negra.
"En los Oscars si no votaste por '12 años de esclavitud' eras un racista. Tienes que tener mucho cuidado con lo que dices. Personalmente tengo puntos de vista y opiniones particulares que la mayoría de las personas de esta ciudad no comparten, pero no es que sea un fascista o un racista”. Así se desahogó Gary Oldman meses después de que el film de Steve McQueen se llevara el Oscar a la mejor película. El actor británico que en el 2018 se llevó la estatuilla al mejor actor por interpretar a Winston Churchill en “El instante más oscuro” nunca ha ocultado que se siente como un pez fuera del agua en Hollywood, no tiene publicista (algo que es inconcebible en la actualidad) y es conservador. Sus ideas políticas estuvieron a punto de condenarle al ostracismo en el pasado. En el año 2000 él comentó que DreamWorks le vetó de la promoción de “Candidata al poder” (de la que era uno de sus productores) porque se estrenó semanas antes de las elecciones presidenciales y que él se mostrara a favor del candidato republicano George W. Bush no era del agrado de una compañía que es claramente demócrata. La nominación al Oscar fue para su compañero de reparto Jeff Bridges y no para él y de no ser por Warner, que permitió su incorporación a “Harry Potter y el prisionero de Azkaban” de Alfonso Cuarón y “Batman begins” de Christopher Nolan, su carrera habría ido a la deriva en pocos años.
El pasado mes de Febrero Liam Neeson fue acusado de racismo después de que se le fuera la lengua durante la promoción de su última película “Cold persuit” y comentara que hace 40 años una amiga suya fue violada por un hombre de raza negra y que fue tal la rabia que él sintió que estuvo dispuesto a “matar a cualquier negro bastardo” para vengarse. Las palabras de Neeson, que en la misma entrevista aseguró sentirse avergonzado por lo que hizo durante esos días, y que no tardó en aprender la lección, destrozó cualquier opción de su película en la taquilla y él tuvo que salir al paso y pronunciar “no soy racista y si el agresor hubiera sido de raza blanca también habría actuado igual”. Queda por saber qué pasará cuando se estrene el próximo mes de Junio “Men in Black: International” en donde Neeson ha sido dirigido por F. Gary Gray, afroamericano.
Quien realmente está teniendo serios aprietos es Johnny Depp. En los últimos años la popularidad del actor ha ido cayendo en picado a una velocidad de vértigo debido a sus fracasos comerciales y a los escándalos de su vida personal. Su separación de la actriz Amber Heard, con su respectiva acusación de malos tratos, ha sido lo que realmente le ha pasado factura y a eso hay que sumar que se enfrenta a una demanda por parte de un miembro del equipo de la película “City of lies” (cuyo estreno se canceló en los Estados Unidos) al que el actor insultó, golpeó en las costillas y ordenó su despido. En ese momento su nombre escuece en los grandes Estudios porque su imagen estando borracho en cualquier evento, lejos de hacer gracia y dar para que el señor Finch la utilice como avatar en Twitter, ha pasado a ser un serio problema y ya no resulta rentable cubrirle las espaldas. Johnny Depp está siguiendo los pasos de Mel Gibson que prácticamente estuvo una década siendo un paria en Hollywood (comentarios antisemitas, alcoholismo, acusaciones de malos tratos por parte de una de sus parejas, etc...) y que fue perdonado a raíz del estreno de “Hasta el último hombre”.
En el año 1992 Woody Allen fue acusado de haber abusado sexualmente de su hija Dylan pero no se encontraron pruebas concluyentes en su contra y la fiscalía optó por no llevarle a juicio, se quiso evitar que la víctima (que era una niña) viviera un procedimiento muy duro. Aunque ha habido voces discordantes con Woody Allen, como por ejemplo Susan Sarandon, Hollywood no le dio en ningún momento la espalda al responsable de “Annie Hall”, en un cuarto de siglo no ha tenido problemas para rodar o para estrenar sus películas. Todo cambió en el 2017 cuando se destaparon los casos de acoso y abuso sexual protagonizados por algunas de las figuras de la industria como Harvey Weinstein, Kevin Spacey, Louis C.K. o Brett Ratner. Entre el grupo de periodistas que sacaron a la luz estos trapos sucios, y que fueron recompensados con el prestigioso premio Pulitzer, se encuentra Ronan Farrow, el hijo que tuvieron Mia Farrow y Woody Allen.
La comunidad de Tinseltown se sensibilizó especialmente contra el abuso y el acoso sexual porque había llegado el momento de mirarlo de frente después de estar silenciándolo durante décadas por no decir desde que llegaran los primeros colonos a la pacífica villa, se crearon los movimientos #MeToo y Time’s Up, este último con el objetivo de establecer un fondo de asesoramiento legal para las víctimas de acoso y abuso sexual. En ese momento se puso en tela de juicio la inocencia de Woody Allen que acababa de rodar su segundo largometraje para Amazon, “Día de lluvia en Nueva York”, algunos de los actores de este film como Rebecca Hall o Timothée Chalamet donaron su salario a Time’s Up y declararon que no volverían a trabajar a las órdenes de Allen, y a estos nombres hay que sumar los de Greta Gerwig, Michael Caine (Oscar por “Hannah y sus hermanas”), Colin Firth, Mira Sorvino (Oscar por “Poderosa Afrodita”), Jeff Daniels o Natalie Portman. Curiosamente esta última llegó a firmar hace una década una carta en donde mostraba su apoyo a Roman Polanski tras su detención en Suiza, 32 años después de que fuera acusado de violar a la adolescente Samantha Geimer y que terminó con el director huyendo de los Estados Unidos mientras estaba en libertad bajo fianza. Portman pidió disculpas por defender en su momento al ganador de un Oscar por “El pianista” admitiendo que se dejó llevar por quien le puso el papel delante y que en esa época no estaba tan concienciada como lo puede estar ahora.
El nombre de Woody Allen pasó a ser rechazado. Aquellos actores que soñaban trabajar con él, o que incluso debían sus carreras al hecho de haberse puesto bajo sus órdenes, renegaban de él, y muy pocos salieron en su defensa: Diane Keaton, Alec Baldwin, Javier Bardem, Penélope Cruz o Cate Blanchett se vieron como “El último mohicano”. Ante tal panorama Amazon se acobardó y decidió guardar “Día de lluvia en Nueva York” en un cajón y Woody Allen ha demandado a la compañía por romper un acuerdo consistente en la producción y distribución de otras cuatro películas. El director, que alega que cuando se firmó un contrato con la compañía ésta ya sabía que existía una acusación infundada contra él, ya que se realizó hace más de 25 años, reclama 68 millones de dólares.
Tal y como sucedió hace un siglo Hollywood (y no solo la meca del cine) teme perder el favor del público. El miedo no está ahora en las parroquias sino en las redes sociales que son mucho más inmediatas. Nos hemos olvidado completamente de cuestiones tan fundamentales como la presunción de inocencia o la libertad de expresión. Si Will Hays exigía que la gente de la industria fuera virtuosa que “no follara por vicio ni por fornicio sino para ofrecer un hijo al servicio de Dios” ahora se pretende que estén involucrados en las causas sociales, que mantegan un discurso que no llegue a ser realmente incómodo; Sean Penn jamás trabajará en una gran superproducción de un Estudio porque no pagarán un centavo por él en las áreas más conservadoras, es decir, en el terreno que está entre Nueva York y Los Ángeles y, afortunadamente para Disney, “Capitana Marvel” ha funcionado muy bien a pesar del intento de boicot por parte de un grupo de internautas cavernarios que tildó a Brie Larson de feminazi durante la promoción del film. Quienes se dedican al entretenimiento más que ser buenas personas deben presumir de serlo, aunque sin pasarse como Loretta Young que fue conocida como Sor Atila, y que sean coherentes porque siempre habrá quien les recuerde algo que dijo o hizo en el pasado olvidando que todos tenemos el derecho a madurar y a rectificar nuestros errores. Estamos llegando a un punto en el que cualquier expresión puede herir la sensibilidad de los receptores, en el que tenemos que medir cualquiera de nuestras palabras por si el que está al otro lado se va a ofender y le vamos a destrozar la vida, y en el que difícilmente tiene cabida la difusión de una obra anterior al siglo XXI porque somos incapaces de comprender a una época anterior a la nuestra. ¡Que se pare el mundo que me bajo aquí!.
Mary Carmen Rodríguez
Excelente artículo. En estos momentos es importante tener referentes que nos recuerden de dónde venimos, y cómo las piedras que nos hicieron tropezar como sociedad en el pasado son persistentes en ponerse en nuestro camino. El mayor favor que cualquier persona puede hacerse, es pensar por sí misma.
Un gran artículo. Las épocas, a escala de una vida, son largas, pero aún así se cumple el que: "la historia se repite". Cambian las máscaras y los nombres o los colores y consignas, pero los comportamientos, en este caso la censura y el pensamiento obligatorio e impuesto, siempre vuelven, una y otra vez.