Historias de Tinseltown: La campaña al Oscar en el siglo XXI
Querido primo Teo:
Los Angeles, 7 de enero de 2018, celebración de la 75ª edición de los Globos de Oro. Han pasado tres meses desde que The New York Times sacara el larguísimo historial de abusos sexuales de Harvey Weinstein. El escándalo impulsó el nacimiento del movimiento #MeToo y no fue el único caído el tiburón que estuvo detrás de Miramax, del cine independiente de la década de los 90, y de buena parte de los Oscar que se han concedido en los últimos 30 años, aunque es verdad que ha sido de los pocos que sí que han sido juzgados y condenados. Los Globos de Oro del 2018 fue la puesta de largo de la fundación Time’s Up, amadrinada por actrices como Natalie Portman y Reese Whiterspoon, que tiene como fin asesorar a las víctimas de acoso y abuso sexual.
Hollywood aprovechó los Globos de Oro para expresar su condena a tipos a los que representaba Harvey Weinstein, alguien que ejerce su poder para actuar como un depredador sexual, y los invitados al evento acudieron de negro y cuando tenían un micrófono delante hablaban de la importancia de visibilizar el infierno de las víctimas y reivindicar los derechos y las libertades de las mujeres en la sociedad.
Hubo una nota discordante en aquella estrategia de marketing elaborada por los equipos de publicistas de las agencias de Hollywood y que residía en la figura de Frances McDormand. La gran favorita al Oscar en aquel año, y así fue, por su interpretación de madre coraje en "Tres anuncios a las afueras" (2017) fue de oscuro pero no de negro sino de azul e hizo lo que ha hecho siempre, no someterse a las directrices, sabe que no lo necesita y tampoco sería ella. Ejerciendo su libertad aquella noche Frances McDormand hizo más por reivindicarse como mujer que el resto que salió con la actitud y las palabras aprendidas de casa.
Harvey Weinstein cambió el concepto de campaña llevándolo al extremo porque era alguien que venía de fuera. Weinstein era como Harry Cohn durante los primeros años de la Academia, era mirado por encima del hombro porque era jefazo de la Columbia, una compañía de divertimentos considerados menores hasta que Frank Capra demostró lo contrario, y casualmente Cohn era conocido en Hollywood por su afición a los castings horizontales y temido por las actrices, Rita Hayworth fue el mejor ejemplo de su tiranía. Harvey Weinstein hizo que el cine independiente se convirtiera en una amenaza para los grandes Estudios.
Explotaba a sus contendientes, utilizaba a la prensa, filtraba historias falsas u oscuras sobre sus rivales, ofrecía trabajo a cambio de votos, falseaba los datos de recaudación para no repartir las ganancias y todo lo hacía con descaro. Weinstein era despreciable y se sabía pero llegó a acumular tanto poder que era mejor mirar hacia otro lado. A Harvey Weinstein también le debemos la creación del "cine indiewood", un cine independiente sintético, con estrellas y dependiente de las filiales de los grandes Estudios. Lo que tenemos ahora.
Harvey Weinstein ha marcado tanto al Hollywood de los últimos 30 años que su influencia se sigue notando pese a su caída en el otoño de 2017. Desde que fuera repudiado la industria ha puesto en práctica las lecciones de Marie Kondo y más que una limpieza a conciencia en sus cajones ha hecho una purga para expiar sus pecados. No solamente se han destapado casos de abusos sexuales sino también conductas tóxicas en el ambiente laboral, y a partir de ahí han caído Kevin Spacey, Ellen DeGeneres, Josh Whedon, Vincent Kartheiser y, más recientemente, Chris Noth.
Desde la caída de Harvey Weinstein la industria se ha empeñado en demostrar su tolerancia cero contra las situaciones de abuso y eso también ha afectado a los Oscar, especialmente en las campañas. Para ganar el premio lo importante es enfatizar que se está en contra de la tiranía porque lo contrario es un suicidio. A la mencionada gala de los Globos de Oro del 2018 acudió Timothée Chalamet que expresó su apoyo al movimiento #MeToo, algo que hizo arder a las redes sociales (como dirían en la prensa deportiva) que tildaron de hipócrita al actor por acabar de rodar a las órdenes de Woody Allen "Día de lluvia en Nueva York", cancelado al recordarse que fue acusado en 1992 de haber abusado sexualmente de su hija menor de edad.
Chalamet no tardó mucho en hacerle caso a su publicista y comunicar que se sumaba a la lista de intérpretes que renegaban de su trabajo con Woody Allen y que donaba su salario a la fundación Time’s Up. Para Chalamet no solamente estaba en juego su campaña publicitaria por su trabajo en "Call me by your name", por la que resultó nominado al Oscar, sino también su proyección como nuevo "golden boy" de Hollywood.
Hace casi un siglo la industria decidió crear unos premios para fomentar la excelencia y despojarse de cualquier atisbo de escándalo y de frivolidad. Era una estrategia para luchar contra la moralidad de la sociedad que había condenado al cine por su mala influencia. Pese a los esfuerzos para que sean tomados muy en serio el concepto de los Oscar no deja de ser visto como la máxima expresión de una feria de vanidades o parafraseando a Chris Rock, un evento para "marujas y mariquitas blancas". Ese espíritu está ahora más vivo que nunca.
En la actualidad se busca el reconocimiento a la excelencia a través del relato que condena cualquier conducta incorrecta. Lo realmente importante no es defender un trabajo que ha supuesto un gran esfuerzo sino destacarse como víctima de un sistema opresor. Es una lástima que Anne Hathaway ganara el Oscar por "Los miserables" en 2013 y no un lustro después porque habría basado su campaña exclusivamente en hablar del hambre que tuvo que pasar para poder interpretar a Fantine y lo mal que se sentía por ello durante la promoción de la película.
Los esfuerzos de la Academia para garantizar la inclusión en la industria, promoviendo la diversidad en las producciones que aspiran al Oscar, el movimiento #MeToo y la crisis del COVID han condicionado los encuentros entre los académicos y las estrellas que desean ganar una estatuilla. Si la era del selfie existe en Hollywood es para que gente como Leonardo DiCaprio, Brad Pitt, Meryl Streep o Emma Stone desciendan del Olimpo y se saquen fotos con la gente que puedan hacer que ganen un Oscar, o para que las aspirantes a novias de la siempre pacífica comunidad de Tinseltown exhibieran su simpatía ante los votantes porque hasta 2017 cuanto más jóvenes y guapas fueran las actrices ganadoras del Oscar mejores fotos tendrían los medios de comunicación.
Lo único bueno que ha tenido el COVID son los encuentros a través de Zoom. Especialmente si son con Glenn Close que ya está tan de vuelta de todo que no le importa insinuar la naturaleza de la campaña de Gwyneth Paltrow por "Shakespeare enamorado".
Este artículo se publicó en el blog "Historias de Tinseltown" el 11 de febrero de 2022